Un delicado equilibrio entre sangre fría, suerte desproporcionada y mente rápida mantuvo con vida al agente Robert Mazur durante cinco años de la década de los 80.
Asumió una identidad falsa ante algunos de los más encumbrados magnates del narcotráfico en Latinoamérica y casi siempre una grabadora, una serie de cables y un micrófono estaban escondidos en algún pliegue de su maletín. El resto del contenido del equipaje era dinero salido de la venta de cocaína en Estados Unidos. Mazur, que operaba bajo el nombre de Bob Musella, era el encargado de lavar los dólares de la droga en algún "negocio respetable" y así librar de culpa a narcos de la más diversa calaña. El saldo, a favor de Mazur y Estados Unidos, fue la captura de más de 100 narcotraficantes de considerable perfil y hasta la quiebra del alguna vez poderoso Banco Internacional de Crédito y Comercio, una entidad dedicada a financiar mafiosos.
Este héroe de contornos semi anónimos del que se conocen escasas fotografías (hasta el día de hoy teme por su vida) es el protagonista de El infiltrado, la película donde es interpretado por Bryan Cranston (Walter White en Breaking bad). Producida por el mismo actor y dirigida por Brad Furman (Culpable o inocente, 2011), la cinta se basa en las memorias de Mazur, tituladas The infiltrator: The true story of one man against the biggest drug cartel in history. El propio Mazur, que fue agente de la DEA (Drug Enforcement Administration) durante 27 años, sirvió de consejero en la producción que se estrena el jueves de la próxima semana en las salas chilenas.
Aunque la labor encubierta de Robert Mazur (o del financista y joyero Bob Musella, si es que se lo identifica por su chapa) fue de al menos cinco años, la cinta se circunscribe sobre todo a 1986. Alertados por la influencia que un banco panameño de dudosos clientes tiene en el sistema financiero estadounidense, los altos jefes de la DEA le encargan a Mazur (Bryan Cranston) y a su ayudante Emir Abreu (John Leguizamo) que se infiltren en el circuito de la droga. Tarde o temprano, Mazur llega al territorio del temible Pablo Escobar y su cartel de Medellín. Tarde o temprano, piensa Mazur, alguien puede descubrir sus cables, micrófonos y grabadoras. Es una labor arriesgada y para hombres de mente fría. También es un trabajo para tipos con facilidad en el desdoblamiento de personalidades: como Bob Musella, Mazur debe usar con la mayor naturalidad del mundo el Rolls-Royce y el Rolex que un sujeto de su calaña tendría. Además, desde el gobierno, le proporcionan a una pareja falsa.
Es una rubia despampanante que en El infiltrado es interpretada por la actriz y ex modelo alemana Diane Kruger.
Recibida en general con críticas favorables en Estados Unidos, la película sobresale por la personificación de Bryan Cranston y por la inconfundible recreación ochentera que se le otorga a la ciudad de Tampa, en Florida. Hay, además, un dato curioso para los que que habitan a este lado del hemisferio: el personaje de Roberto Báez-Alcaíno, un mafioso cercano al cartel de Pablo Escobar interpretado por Benjamin Bratt, es en realidad chileno. Alcaíno, que era joyero y cayó preso en 1988, se dedicó a facilitar el lavado de dinero a través del negocio inmobilario y también organizando peleas de box. Cuando fue detenido en su mansión de dos millones de dólares en Pasadena (California), tenía dos Rolls-Royce y dos Mercedes Benz entre sus automóviles.