"La DC tiene que arriesgarse", dijo el jueves la ex ministra Mariana Aylwin, junto con advertir que si el partido no llevaba candidato presidencial, la mayoría de sus militantes y adherentes podrían terminar votando por Sebastián Piñera.
Las declaraciones de la hija del ex presidente Patricio Aylwin, quien también llamó al partido a pensar en el largo plazo, a pesar de los costos que tendría un posible quiebre de la coalición oficialista, instalaron de nuevo la tesis del "camino propio", a una semana de la junta nacional de la DC que deberá zanjar el devenir de la tienda.
El afán de competir directamente en la presidencial de noviembre y marginarse de la primaria oficialista, lo que aun así provoque la exclusión de la DC del pacto parlamentario, es movido por la apuesta de muchos dirigentes de recuperar la identidad política de centro, con todos los apelativos que distinguen a ese concepto: clase media, moderación, reformas graduales. Es la única estrategia, dicen, para volver a ser el partido que se instaló electoralmente como el más fuerte en los años 90 y que se fue debilitando de manera sistemática junto con el ocaso de esa década. Los votos hay que disputárselos a la centroderecha, no a la izquierda, es la lectura subyacente.
En ese análisis, el detrimento electoral de la DC no ha ido a engrosar el peso electoral del eje de izquierda de la otrora Concertación y hoy Nueva Mayoría. Más bien, ha permitido el crecimiento de la centroderecha.
"A la DC se le ha agotado el capital electoral que puede perder", sentenció el ex ministro y una de las figuras históricas de la Falange, Genaro Arriagada.
En efecto, el peso electoral de la DC medido en las elecciones de concejales ha caído desde un 28,9% en 1992 a un 12,7% en la última contienda municipal de 2016.
Un fenómeno que se repite en la representación de la DC en el Senado -donde pasó de tener 13 escaños en 1990 a sus actuales siete-; en la Cámara -con 38 diputados tras la reapertura del Congreso a los 22 que hoy suma-, y en los gobiernos comunales, donde pasó de gobernar 156 alcaldías en 1992 a sus actuales 43 (ver gráficos).
De hecho, ya en las parlamentarias de 2001 la DC perdió su sitial de ser el principal partido de Chile, arrebatado por el fuerte crecimiento de la UDI. Mientras la Falange bajó de 38 a 23 diputados y su votación cayó de un 22,9% a un 18,9%, el gremialismo pasó de tener 17 diputados a 31, con un aumento en su votación desde 14,4% a 25,1%. Fenómeno que se repetiría en los comicios de 2005, 2009 y 2013.
Con resultados en mano, desde la DC insisten en que el electorado de centro sí existe, pero que este ha migrado hacia la centroderecha. De ahí que la consigna sea recuperar al votante de centro y que para eso, más que correr el cerco ideológico hacia la izquierda (como varios se vieron tentados cuando la popularidad de Bachelet se mostraba incólume), sea necesario hoy acentuar las diferencias con sus socios de la Nueva Mayoría.
Ya hace más de un año que otro histórico de la DC, su ex timonel Gutenberg Martínez, viene alertando que el deterioro en el apoyo al gobierno de Michelle Bachelet y sus reformas estaba afectando principalmente a la DC. En un documento difundido por Martínez antes de las municipales de 2016, advertía que de no mediar acciones concretas del gobierno, los electores de centro "pueden seguir pasando al mundo de los desafectos, o simplemente apoyarán otras líneas o posiciones", y que era muy probable que el descenso sea más fuerte "en los segmentos medios, medio-bajos, adultos mayores, profesionales y pymes, todos segmentos muy próximos a la DC".