Pablo Longueira frunce el ceño y levanta una de sus cejas cuando se apasiona. Esta semana, luego de ser nombrado como ministro de Economía en reemplazo de Juan Andrés Fontaine, no sólo entró de lleno a los temas económicos del momento, como el caso La Polar o el alza de los combustibles, sino también mostró generosamente el perfil que más le acomoda: el político.

En entrevista con La Tercera, este ingeniero civil industrial y vicepresidente de la UDI es claro en señalar la importancia de que haya un contrapeso a la influencia del Ministerio de Hacienda en la toma de decisiones.

"Quiero que tengamos visiones equilibradas entre lo técnico y lo social", dice. Agrega que se debe potenciar el rol subsidiario de la cartera hacia la protección de los consumidores y en el estímulo de mayor competencia en el sector privado. En ese plano, para Longueira, mercados como el de la energía exhiben hoy  "una excesiva concentración económica".  

Sobre las críticas a su estilo, que algunos consideran "populista", Longueira responde: "Me tienen sin cuidado". Ello, aunque admite que "en la Alianza hay dos almas, igual que en la Concertación".

Tanto el empresariado como los economistas, y también el mundo político, han interpretado su designación como la búsqueda de un énfasis más político-social en la toma de decisiones económicas. ¿Concuerda con esa interpretación?
Ninguna de las decisiones que tome como ministro van a estar alejadas de adecuados criterios económicos. Me interesa un cambio en las prioridades, en los énfasis, en el sentido de que el Ministerio de Economía asuma un rol  subsidiario de las pequeñas empresas y de los consumidores.

El rol más importante de esta cartera debe ser defender los derechos de los consumidores y también potenciar y colaborar para que el talento de los pequeños empresarios sea viable en el país.

¿Hasta ahora ha habido un déficit en ese sentido?
Quiero aclarar que nada de esto lo planteo como una crítica a mi antecesor, en quién reconozco uno de los economistas más brillantes del país, y que creo que estaba haciendo una extraordinaria labor. Sin embargo, mi visión es que ha faltado la capacidad política de entender que para que un país latinoamericano alcance el desarrollo hay un tránsito muy largo por recorrer, y si en ese camino no se construyen las respuestas que va exigiendo la sociedad, se puede morir en el intento.

Después de estar 30 años vinculado al mundo popular, sé lo que ha significado para Chile este modelo de desarrollo, pero también me preocupa que el desarrollo y el progreso se vayan traspasando a todos.  Puede haber gente que crea que cuando uno dice esto tiene un enfoque anticompetencia, antimercado. Muy por el contrario, creo que el Estado tiene que procurar que exista competencia, porque la tendencia natural, normal, es a la concentración.

El ex ministro Fontaine había manifestado su voluntad de ir contra los intereses corporativos que fuesen necesarios con tal de avanzar en una mayor promoción de la competencia. ¿Comparte esa premisa, entonces?
No me va a temblar la mano en poner más Estado donde haga falta. La única forma que al país le vaya bien es que todos nos beneficiemos del desarrollo y del progreso. No es estar en contra de los empresarios, quiero que haya muchos más empresarios y mi preocupación es que hay cada vez menos.

¿Hay una excesiva concentración económica en Chile?
Hay mercados en que sí.

¿Por ejemplo?
Hay una excesiva concentración económica en el mercado energético. Falta competencia. Una de las causas de los elevados precios de la energía que tenemos en nuestro país está en la falta de competencia en ese mercado. Así como en Chile debe haber diversidad energética, con distintas fuentes, también debe haber dispersión en la propiedad. Ahí el Estado tiene un rol insustituible.

¿Y cómo pretende enfrentar la concentración en el mercado energético?
Tengo varias ideas de cómo hacerlo.  No solamente tenemos que hacer un esfuerzo para incorporar a las energías renovables no convencionales y hacer modificaciones fundamentales en la forma como se calcula el precio de entrada al mercado spot, sino que también debemos garantizar una malla energética desconcentrada. Primero, para bajar los precios y, segundo, para depender de menos actores. Desde el punto de vista de la productividad y  competitividad de la economía chilena, esto es muy relevante. La energía que está pagando Chile es el mayor problema que enfrenta el país para seguir creciendo al 6%.

¿Usted es partidario de HidroAysén?
Soy partidario de que el país use los recursos hídricos de Aysén. Me parece increíble que una nación chica como la nuestra no sea capaz de usar esos recursos hídricos que son energía más limpia y barata. Chile no se puede dar el lujo de no usar los recursos hídricos de Aysén. Uno de los acuerdos más importantes que debe enfrentar la clase política chilena es de qué forma vamos a usar los recursos hídricos de Aysén. Sin demagogia, sin chovinismos ni populismos.

La economía está creciendo entre 7% y 8%, sin embargo, ha caído la popularidad del gobierno y han aumentado las protestas y el descontento ciudadano. ¿A qué lo atribuye?
Nos ha faltado una coordinación política y comunicacional para transmitir a la ciudadanía nuestros éxitos. Si uno mira todos los parámetros de gobernabilidad del país, los 15 primeros meses del Presidente Piñera son lejos los mejores 15 primeros meses entre los cinco presidentes que hemos tenido después del gobierno militar. Es una debilidad que hemos tenido como Alianza, y tengo la convicción más segura que en este segundo tiempo, esta segunda oportunidad que se ha construido a partir del cambio de gabinete, seamos capaces de transmitir nuestros éxitos.

CONTRAPESO

¿Considera importante que el Ministerio de Economía sea un contrapeso a Hacienda?
Sí. De hecho, yo fui el que propuso la creación de un ministerio social, en el congreso programático de la UDI, para crear un contrapeso a Hacienda. Hace falta un mayor equilibrio. Siempre he pensado que la autoridad del ministro de Hacienda es muy importante, porque debe garantizar los equilibrios y la responsabilidad fiscal, pero también se deben tener en cuenta objetivos de estabilidad social.

¿Su pretensión es que Economía asuma ese objetivo?
Las políticas para derrotar la pobreza están centradas en el futuro Ministerio de Desarrollo Social, actual Mideplan. Pero también el Ministerio de Economía tiene un rol social vital que desempeñar.

¿Cómo se evitan los roces con el ministro de Hacienda, pensando en lo que usted plantea?
Cuando hay un objetivo país común, las diferencias de opinión son muy legítimas. Es por eso que no va a haber con el ministro de Hacienda ningún problema. Conozco mucho al ministro de Hacienda y, por lo pronto, todos cumplimos acá las directrices del Presidente y la meta común es alcanzar el desarrollo. Las diferencias de opinión las trataremos de plasmar en los acuerdos que nos permitan avanzar.

¿Este enfoque de un contrapeso a Hacienda es parte de la instrucción presidencial cuando acepta ser ministro de Economía?
Lo hablamos con el Presidente, y cuando me ofreció esta cartera me planteó la necesidad de cumplir no solamente la conducción del Ministerio de Economía, sino, también, un segundo rol más político. No tengo dudas que esto va a ser para bien. Quiero que tengamos visiones equilibradas entre lo técnico y lo social.

¿Usted llega al gabinete con la noción de que hay que abrir más la billetera fiscal?
Soy muy partidario de los equilibrios macroeconómicos y fiscales y no entiendo por qué poner el énfasis en lo que estoy diciendo podría arriesgar esas metas. Eso es algo que nos han instalado.

¿Quién ha instalado esa noción?
Es parte del ambiente y así se deduce de sus preguntas. Es parte de una cultura instalada. Tengo muy claro lo que significa para los sectores más vulnerables el no respetar los equilibrios macroeconómicos y la regla del superávit fiscal. Pero también tengo clarísimo lo que significa en nuestro país que tengamos el precio del cobre y las utilidades de Codelco en el nivel actual. Tenemos un país exitoso y, sin embargo, hay muchas personas que no sienten que eso se traduce a su vida diaria. Eso debe armonizarse. Hay que entender que frente a los equilibrios macroeconómicos y la responsabilidad fiscal, falta algo que se debe poner al mismo nivel y que es la estabilidad social.

Cuando usted habla de esta noción instalada sobre la relevancia de los equilibrios fiscales está también describiendo una visión del mundo técnico vinculado a la propia Alianza. Durante el gobierno de Michelle Bachelet se planteó que en la Concertación existían dos almas, una con un énfasis más centrado en lo técnico y la otra con un foco en lo social ¿En la Alianza ocurre algo similar?
Sí. En la Alianza hay dos almas, igual que en la Concertación.

¿Y usted en cuál está?
Estoy en una tercera visión, que busca armonizar ambas almas. La única forma sostenible en el tiempo de que los equilibrios macroeconómicos y la responsabilidad fiscal se consoliden es poner en la misma categoría también la estabilidad social. Que haya una ciudadanía que perciba que cuando hay que apretarse el cinturón, todos lo hacemos, y que cuando al país le vaya bien, también se beneficia de eso.
Cuando algunos nos dicen que este es el quinto gobierno de la Concertación yo les respondo: no, este es el quinto gobierno de la centro derecha.
Los países sólo logran alcanzar el desarrollo en que sus políticos son capaces, en la alternancia democrática, de continuar con un modelo de desarrollo. En ese intento, la gente se va empoderando, exige más. Y creo que por eso la Concertación perdió, porque no entendió ese fenómeno, y si nosotros no somos capaces de entenderlo, el gran problema que tendremos es que nos vamos a farrear la posibilidad del desarrollo.

A fines del año pasado usted presentó un documento a la UDI donde proponía una "reforma tributaria procrecimiento e igualdad en la distribución de los ingresos". ¿Sigue pensando en la necesidad de que Chile tenga una reforma tributaria?
No he dejado de pensar nada de lo que he dicho antes por el hecho de ser ministro. Y cuando uno le ha dicho a un país y a una sociedad entera que la única forma de mejorar la distribución del ingreso y construir un país de oportunidades es a través de la educación, entonces el Estado chileno tiene que poner los recursos necesarios para que exista un sistema de becas y créditos para que en los sectores vulnerables y la clase media no haya ni una sola familia con hijos talentosos y esforzados que no pueda entregarles educación superior.
El gran legado que puede dejar este gobierno es establecer un mecanismo de financiamiento para la educación superior que permita que en Chile no haya ningún chileno que por razones económicas no pueda estudiar. Por eso tenemos que hacer una comisión, del más alto nivel, que establezca los sistemas e instituciones requeridos para esta meta y cuáles son los recursos necesarios.

Aumentar becas y créditos podría requerir cambios en materia tributaria para allegar más recursos
Si ese es el resultado de lo que diga la comisión, ¿por qué nos vamos a restar a estudiarla?

No es un tema tabú entonces...                                                                                                                              Pero si lo he planteado antes. No voy a dejar de decirlo ahora porque soy ministro. Lo que me interesan son los objetivos. La mejor manera de enfrentar la desigualdad de los ingresos es a través de la educación. No hay otra.