Aquí no hubo llantos, ni abrazos de despedida, ni tensos cara a cara para decir "no va más", ni menos secuencias tipo Let it be: presagiar el final cantando desde la azotea de un edificio o registrando cada segundo de su agonía artística, tal como lo hizo The Beatles antes de su adiós. "Somos gente bien poco emotiva y no le queríamos dar mayor pomposidad o importancia al asunto. Queríamos sentirlo como un paso más. De hecho, ni siquiera me acuerdo sí existió una reunión para plantearlo. Se dio de modo muy natural, todos lo habíamos asumido", detalla el cantante Alvaro López ante una de las noticias más relevantes del rock local durante esta temporada: el receso indefinido que su banda, Los Bunkers, abrió en marzo, luego de 15 años de trayectoria y en una determinación que puso freno al ascenso más exitoso de la música chilena en el nuevo siglo.
Un paréntesis que tanto a él como a su hermano, el bajista Gonzalo López, los hizo retornar en septiembre desde México -donde el conjunto se radicó en 2008-, bajo el plan de recuperar lazos familiares y activar una nueva carrera desde Santiago.
De hecho, el vocalista volvió a vivir a Recoleta, comuna donde residió en su niñez, mientras que su hermano hoy se sorprende con algunos rincones de la capital. "Hace ene que no venía acá", informa el músico en plena Quinta Normal, para luego hacer una alusión aún más pretérita: "¿Te acordai que una vez grabamos acá unos videos, como el 2000, cuando no éramos tan conocidos?".
No queda claro sí Alvaro López recuerda el hecho, aunque lo que sí es evidente es que sus nombres y sus trayectorias crecieron y se consolidaron desde 2000. Tanto, que su nuevo proyecto, el primero anunciado por algún miembro de los penquistas tras el cese, fue bautizado sólo con sus apellidos, como quien manifiesta seguridad con la sola presencia de su linaje: LÓPEZ. Tal cual, en mayúscula y sin un artículo que lo anteceda, trazando distancia con otras proles chilenas con chapa artística, como Los Vásquez o Los Méndez.
"También le queríamos poner Los Hermanos Guarenes, de 31 Minutos, pero no", bromea el cantante, para luego recular con seriedad: "Esto va a ser un grupo y le pusimos así simplemente porque va a tener a nosotros como centro. Ese es el sentido". De hecho, se trata de un cuarteto que completan el baterista Diego Fuchslocher y el tecladista Martín Benavides (Francisca Valenzuela) , y que desde hace un mes graba sus primeras canciones en los estudios CHT, propiedad del productor Gonzalo González. El plan es lanzar el primer single en enero, para luego hacer un gran estreno en vivo durante marzo.
"Estamos haciendo música con una paleta de colores muy amplia. Obviamente hay cosas que van a remitir a Los Bunkers, pero esto es con una estética más fresca, situada en el mundo de hoy", apuesta la voz de No me hables de sufrir, para luego citar al pop electrónico de Capital Cities o Metronomy como sus referencias más recientes. Su hermano sigue: "No nos hemos detenido a pensar sí la gente va a comparar nuestro estilo con Los Bunkers. No nos preocupa, porque es algo que piensan los que están afuera. Los Bunkers no son un fantasma: el parámetro es no replicar lo que ya hicimos".
Aunque LÓPEZ declara cierta modernidad, gran parte de las creaciones que trabaja la banda se concibieron hace años, escritas por el propio Alvaro López en México, labor como autor siempre a la sombra de los hermanos Mauricio y Francisco Durán -los compositores del quinteto- y que sólo vio la luz en tracks aislados, como No, Quiero descansar y El tiempo que se va. El aludido sigue: "Son canciones que no se editaron con Los Bunkers porque había un nivel de composición muy alto de parte de los que hacían ese trabajo. Y también quería yo mismo madurar y alcanzar algunas cotas de calidad que he demostrado escribiendo temas. Habría sido difícil lograrlo si hubiéramos seguido con el grupo, por un asunto de logística e intensidad de las giras. Pero ahora estamos muy relajados disfrutando".
Como antecedente, los hermanos López no tenían planificado volver tan pronto al país, pero en los últimos meses decidieron que era lo óptimo para dar cuerpo a su nueva travesía artística. Su contraparte, los Durán, siguen en el DF, aunque, según ellos, la distancia geográfica no implica una fricción más amplia: "Está todo excelente con ellos, no hubo roces de ningún tipo", aclaran. El bajista profundiza: "Tomar una pausa fue algo que decidimos al ver nuestras caras, el cansancio que teníamos. De a poco se fueron palpando ciertas cosas, se dijeron otras, pero sí no hubiéramos tomado este descanso, las cosas habrían terminado de modo más terrible. No tenemos ningún rollo a muerte con ellos, más allá de cosas normales. Fue más bien fatiga de material, de las relaciones laborales, de aburrirse de la repetición de las cosas. Es como cuando se empieza a desgastar aquí (apunta a la parte del muslo de sus jeans)".
¿Y hasta cuándo durará el receso? "No tenemos idea, cero plazo, de hecho no hemos vuelto a hablar del tema con los chicos. Este proceso se extenderá lo que cada uno se demore en sus proyectos", aseguran de manera compartida, aunque Gonzalo López proyecta: "Puede pasar que no nos juntemos nunca más, también esa es una opción real. O que el próximo año estemos calientes por tocar y saquemos un disco a toda raja".
En lo concreto, puede que la incertidumbre y resignación continúe entre sus fans, aunque una de las sentencias más ilustrativas en torno a la pausa del quinteto la entregó uno de sus ex aliados, Alvaro Henríquez, cuando en abril dijo que jamás había sido fan del grupo y en un show hasta aplaudió el adiós.
"Un loquillo. Me pareció extraño que hablara de Los Bunkers después de tanto tiempo. Fue como: 'oh, habló justo cuando nos separamos'. Se le ocurrió hablar ahora y justo en México. Pero me da lo mismo, nos cagamos de la risa, tengo los mejores recuerdos de él", lanza el cantante, consciente, quizás, que las opiniones en torno a su figura retornarán, pero ahora dirigidas, por primera vez tanto en su carrera como en la de su hermano, a su existencia fuera de Los Bunkers.