Luis Godoy vive hace 40 años en Chañaral, Región de Atacama. Hace unos meses se casó y se fue a vivir a la parte baja del pueblo. Con mucho esfuerzo fue comprando todo lo necesario para su hogar, que de a poco tomaba forma. Sin embargo, ese panorama cambió radicalmente el pasado 25 de marzo, cuando un alud de agua, barro, sedimentos y escombros, arrancó su casa de cuajo y sepultó bajo toneladas de lodo su sueño y el de otros miles de atacameños.

"Se ha anunciado ayuda a los damnificados, pero ha sido lenta a causa de la burocracia y la mala comunicación. Me van a pagar un millón 200 mil pesos por haberlo perdido todo. Ahora nos ofrecieron otros beneficios más, mientras llegan las viviendas definitivas: una casa de emergencia de 24 metros cuadrados; un bono de allegado por $ 150 mil o un subsidio de arriendo de $150 mil por tres meses renovable. Pareciera que no saben que acá un arriendo promedio es de $ 250 mil mínimo", alega.

El caso de Luis se repite en muchas familias de la zona que, a casi 50 días de ocurrida la tragedia, siguen intentando retomar sus vidas.

"En mayor o menor medida, esta emergencia dejó ver lo mejor y lo peor de las personas", afirma Paula Martínez, pobladora del sector Los llanos de Ollantay en Copiapó, una de las zonas más afectadas de la capital regional. Para ella, a pesar que en su sector ya se restablecieron los servicios básicos, "falta mucho por hacer".

"Veo a mis vecinos que no tienen nada y me siento afortunada porque yo sólo perdí muebles. Hay personas que no pueden estar en sus casas, otras que perdieron familiares, algunas que aún no los encuentran... Esto fue una pesadilla", dice tapándose el rostro para ocultar una lágrima.

Sensación de desamparo

En la ciudadanía se ha instalado una sensación que aumenta el dolor: el desamparo. Muchos piensan que la situación vivida en el sur, debido a la erupción del volcán Calbuco, provocó una suerte de "abandono" de parte de las autoridades.

"De ser los más importantes para el país, pasamos a un segundo plano. Había canales de televisión, estábamos en las noticias... Nos preocupa ahora que esa presión que ejercen las noticias se terminara. Pedimos que no nos olviden", afirma Constanza Valenzuela, en la puerta de lo que queda de su casa de Los Pintores de Chile, otra de las poblaciones  de Copiapó arrasadas por el aluvión.

A pesar que en las calles y en la mayoría de las viviendas ya se ha sacado el barro, es común ver acopios de tierra y escombros. El hospital regional aún no está habilitado completamente y las mascarillas se han vuelto parte obligada del paisaje debido a la polución existente y que se incrementa en Diego de Almagro.

Para el alcalde de esta comuna, Isaías Zavala, la gran cantidad de personas vulnerables que perdió todo hace más compleja la recuperación. Asegura que se avanza en superar la emergencia, pero "todo es demasiado lento. Tenemos dificultades en el número de máquinas para sacar los escombros de las calles. Todavía no encontramos a Alvaro Plaza, el bombero de 16 años desaparecido, la familia está desesperada".

El edil agrega que la sensación de la gente es que "el gobierno se portó mal en un principio, luego se hicieron compromisos que se han cumplido. Sin embargo, lamentablemente ha bajado la sintonía, es decir, el gobierno debe acelerar la llegada de los distintos bonos para que la gente los destine a mejorar sus viviendas, necesitamos conocer pronto las zonas de riesgo para edificar y coordinar la ayuda en ese sentido", sostiene.

Avances y tareas pendientes

En Chañaral el panorama es igual o más complejo. La ciudad perdió la mitad de su geografía y aún falta por encontrar a Carlos Ortiz, el último desaparecido oficial que registra la comuna.

"Un 90%  de la emergencia se resolvió y se están entregando casas provisorias acá y en El Salado. Se evalúa el regreso a clases y mucha gente volvió a sus trabajos, incluida la minería. Trabajamos fuertemente en levantar el comercio y otras actividades. Sin embargo, para nadie era un misterio que, pasada la emergencia, la prensa se olvidaría de nosotros, más con lo sucedido en el sur", cuenta el alcalde de Chañaral, Héctor Volta.

El jefe comunal agrega que "la gente tiene dudas de que el gobierno cumpla con lo prometido, esperamos no sea así. Yo no puedo meter las manos al fuego, pero pelearemos por lo que nos han ofrecido, con protestas de ser necesario".

En Los Loros y San Antonio, localidades al interior de Tierra Amarilla, la búsqueda de desaparecidos también continúa. Ximena Gutiérrez, habitante de San Antonio, agrega que la gran incógnita es qué pasará con sus viviendas porque "no sabemos si podremos volver a vivir en el mismo lugar". Lo mismo dice Alicia Rodríguez, quien llegó a trabajar a Alto del Carmen poco antes de la tragedia. "Nosotros tenemos muchas localidades al interior del valle y existen personas que perdieron todo, incluso familiares. Es extraño, pero mucha gente está decidida a quedarse en el mismo lugar a pesar de todo lo que ha pasado", asegura.

Una mirada distinta tiene Carmen Bou, alcaldesa de Alto del Carmen. A su juicio, en su comuna no hay sensación de abandono, pues se sigue trabajando con fuerza en todos los frentes.

"Todavía no terminamos con la emergencia. La comuna sigue con muchos problemas, hay localidades sin agua potable, pero de a poco nos vamos normalizando. Contamos con apoyo del gobierno y del sector privado, ya hemos instalado viviendas de emergencia y nos faltan sólo los servicios básicos", señala.