La historia de Los Angeles Negros es de esas soñadas. Partieron en 1968 en la pequeña ciudad de San Carlos, y de ahí al mundo. Iniciadores de una sonoridad, y con admiradores que van desde Raphael hasta los Beastie Boys, el sueño sería interrumpido por batallas internas y grupos paralelos. Hoy solo queda su fundador, Mario Gutiérrez, quien dice: "He sido tan terco que he logrado mantener esta historia y ahora leyenda".
Bajo ese estatus vuelven a Chile para presentarse en el Festival del Huaso de Olmué este 20 de enero, un retorno al Patagual tras 17 años. "Estamos contentos, un poco nerviosos, pero emocionados", comenta Gutiérrez, "Tendremos invitados como Nicole y otros más", acota.
El conjunto no solo repasará sus grandes clásicos como Murió la flor, Y volveré, sino que llega con su nuevo álbum, Memorias del alma, que se lanzó en septiembre bajo Universal y que incluye un DVD grabado en Ciudad de México. "El disco tiene ocho covers y cuatro temas inéditos", cuenta Gutiérrez. Y añade: "Con este trabajo, retornamos a nuestra raíces musicales sin complicarnos con tanto arreglo. Después jugamos al rock con el álbum No morirá jamás, donde está Juanes y Adrián de Babasónicos. Ahora regresamos a la simpleza".
La vuelta a Chile no solo contempla Olmué, sino que también incluye una gira nacional. "Extrañamos Chile, sus olores, sabores y a los amigos. Así que estamos programando una gira y nos vamos a quedar un mes por allá. Estaremos en Valdivia, Osorno, Chillán, el norte y otras fechas", detalla.
Eso sí, al retorno le falta algo: la invitación al Festival de Viña. Pese a su enorme trascendencia, los de San Carlos nunca han tocado ahí. "A lo mejor vamos a hacer historia por no haber ido nunca a Viña", comenta Gutiérrez: "La única invitación fue en el año 70. Pero según ellos fue 'por la desgracia de ser chilenos', nos invitaban, sin pagarnos nada".
Finalmente, también hay palabras para Germaín de la Fuente, el cantante más emblemático del conjunto, pero alejado desde los 70. "Los tiempos han cambiado y con dolor debo reconocer que esa potente voz que trasmitía ya no es la misma de antes. Sería algo solo como un reencuentro simbólico en una presentación. Para mí él tendría que haber sido un Julio Iglesias, andar en un jet privado, un ícono, pero las ganas de trabajar le ganaron, y eso hizo que se dedicara a trabajar no más, y no a cultivar su nombre, ni cuidarlo", cierra.