Cuando Tito Matamala (53) llegó a estudiar a la Universidad de Concepción, en 1982, se instaló en el hogar universitario Maipú 301. Allí le asignaron la habitación 250 —también denominada como "la Mazmorrra"—, la que compartió con otro puñado de jóvenes con los tenía en común el ser beneficiarios de la famosa "Beca Pinochet".

Hasta ese entonces, y aún en la actualidad, se conoce como "beca Pinochet" al exilio que vivieron miles de chilenos tras el 11 de septiembre de 1973, como una manera de referirse a quienes tuvieron que partir al extranjero de manera forzada, para evitar ser encontrados y encarcelados por la policía secreta del régimen.

Sin embargo, había otra real, denominada "Beca Presidente de la República Augusto Pinochet Ugarte", que consistía en una ayuda monetaria para egresados de enseñanza media destacados y de escasos recursos, que no contaban con los medios para pagar una carrera universitaria. Esta le fue otorgada a Tito Matamala apenas egresó de enseñanza media.

El beneficio, que consistía en unos cincuenta mil pesos actuales, le permitió trasladarse hasta la capital de la región del Biobío para estudiar Ingeniería Civil Electrónica en la Universidad de Concepción, "un establecimiento emblema de la resistencia juvenil ante el Régimen Militar", relata el autor a La Tercera.

Su experiencia como becado de Pinochet, y de cómo con su llegada a la universidad se convirtió en un activo combatiente del régimen, le inspiraron a escribir La beca Pinochet (Ediciones B), que será lanzado hoy en la Feria del Libro de Santiago.

"Participé en cuanto paro, marcha, toma, reyerta con la policía y manifestación contra el régimen hubiera en la ciudad. Pasé de ser Tito Matamala a Judas Matamala", dice el escritor con humor, para ejemplificar la metarmofosis que vivió en los 80', alentada por sus revolucionarios compañeros de pieza.

"Hasta antes de eso me creía la isla de paz y tranquilidad del régimen militar", explica en el libro.

Mientras sus amigos no contaban que eran merecedores de la beca, por vergüenza a ser vinculados con el régimen, Tito asegura que no le complicaba. "Era un estudiante pobre que necesitaba de esa plata para solventar mis gastos en la ciudad", explica en entrevista con La Tercera.

"Desde 1983 no paramos de protestar. Aunque siempre nos tenían amenazados con que si nos pillaban en las marchas nos quitarían la beca", relata el autor.

Pero para Tito, quien finalmente perdió el beneficio el segundo año de la carrera —por no cumplir con las calificaciones mínimas para mantenerla— y quien finalmente se convirtió en periodista, hubo otros episodios que marcaron duramente su juventud en Concepción.

"Me tocó ver morir al estudiante Caupolicán Inostroza, quien en 1984 recibió un impacto de bala en medio de una protesta estudiantil en las dependencias de la Universidad de Concepción". Un hecho que —asegura— le volvió a recordar que las protestas, tan comunes en esa época, no eran un juego de niños.

Huérfano político

"La obsesión de mi libro es que no perdamos la memoria", asegura el periodista a La Tercera.

Tras el retorno a la democracia, Matamala se convirtió en columnista de un diario local, trinchera desde donde analiza la contingencia política y social, y a través de la que ha criticado en varias ocasiones las inconsecuencias de la Nueva Mayoría, la aparición de figuras a las que denomina "populistas", como Marco Enríquez-Ominami, y también "la intransigencia" del movimiento estudiantil.

Tito recuerda que durante los 80' su generación "no podía calcular que tenía la responsabilidad histórica de levantarse y patalear", describe en su libro sobre su época de estudiante.

Sin embargo, tras el triunfo del "No" en el plebiscito, el "misticismo" le duró poco y unos meses después, y ya descreído del sistema, cuenta que optó por "aguantar", convirtiéndose en un huérfano político, pese a que cada domingo, tras publicar su columna en el diario, los lectores lo tildan de "derechista o izquierdista. Aunque lo peor que hubiese ocurrido es que alguien me acusase de demócrata cristiano. Lo que nunca ocurrió", dice aliviado.

"Lo pasamos tan mal. Y le pasamos este país, con una transición toda parchada, a un grupo de políticos, y mira lo que han hecho. Chile se parece mucho a los años anteriores al golpe", asegura el autor, manifestando una de sus preocupaciones: que la inestabilidad detone la llegada de un régimen donde se vuelvan a violar los derechos humanos.

"Espero que mi libro rescate la memoria. Sobre todo para la generación de hoy. Esos jóvenes que caminan con pancartas, por las calles de Concepción, que dicen 'estudiantes y obreros unidos en la lucha' repitiendo consignas de los 70' que ni siquiera entienden y con intentos de reformar el país de manera totalmente irresponsable", dice Matamala.

También quiere recordar a esos políticos que en su época fueron dirigentes universitarios, contrarios al régimen de Pinochet, pero que con el retorno a la democracia no dudaron en pedir dinero a Julio Ponce, en ese entonces controlador de la minera Soquimich y yerno del fallecido general.

"A los políticos de la Concertación, que fueron contrarios al régimen, los cegó el poder y después no quisieron soltarlo. Muchos de ellos estuvieron presos en varias ocasiones por salir a protestar", relata el periodista.

Así como Tito quiere que no se olviden las violaciones a los Derechos Humanos, tampoco quiere que se pierdan de vista aquellas restricciones a la libertad que de manera cotidiana marcaron a su generación: "La mentira, la negación, y lo peor, la mentira sarcástica con la que Pinochet, Lucía Hiriart y el Mamo Contreras se reían de los muertos y de los desaparecidos por la televisión. Yo quedé con un trauma cuando entendí todo lo que estaba pasando, veía a los militares y cruzaba a la calle", agrega Matamala.

Y esa es la historia que pretende contar en este libro. "La intimidad y pequeñez de una generación marcada por el instante feroz en que descubrió que estábamos rodeados de muertos", asegura el autor en el primer capítulo titulado "Judas Matamala".

Tito Matamala agrega que no contará la gran historia de lo que pasó en esa época. "Eso no me corresponde. Contaré el detalle que te indicaba de que el sistema estaba envenenado por dentro: el toque de queda, el silencio en la fila, el silencio en la calle, el silencio en la clase. El silencio en general".

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