De niña, cuando visitaba bosques nativos, la bióloga Mariela Núñez (32) se maravillaba con la diversidad de colores, formas, olores y sonidos que encontraba. Con los años empezó a observar que éstos eran cada vez más escasos y que los ríos se volvían cada día más turbios. Se le hacía cada vez más difícil encontrar naturaleza en estado puro y por eso decidió estudiar biología. "Me interesé en la ciencia, porque a través de la investigación podía aportar a la conservación de estos bosques; al conocer sus componentes y entender cómo funcionaban, se podían crear nuevas fórmulas para detener su creciente degradación y proponer estrategias para su restauración", explica esta licenciada en Ciencias Biológicas de la Universidad Católica.

Sus conocimientos fueron creciendo a tal nivel después de egresar de la carrera y titularse, que hasta ahora ha sido reconocida con varios premios; entre ellos, la beca L'Oréal Unesco For Women in Science, que apoya la labor de mujeres científicas en todo el mundo. La recibió en 2008 y le permitió complementar los gastos de su doctorado, al colaborar económicamente en la realización de los análisis moleculares, como parte de su tesis doctoral.

Gracias a su amplia trayectoria y a su permanente investigación, Mariela está al tanto de los últimos avances científicos que se han producido en la biología molecular, disciplina que estudia la estructura, función y composición de las moléculas biológicamente importantes. Dentro de su campo de estudio, por lo tanto, están los genes, y específicamente, los de las especies arbóreas. Precisamente por su interés de conservar los bosques nativos chilenos desde que era una niña.

Los bosques, además de ser un elemento clave para el equilibrio de la biósfera de la Tierra, son una fuente importante de salud. De las plantas se sintetizan medicinas y se extraen también elementos esenciales para el mundo de la cosmética. "Algunas poseen poderes curativos. El matico (Buddleja globosa), por ejemplo, tiene un gran poder reparador sobre la piel; lo mismo sucede con el llantén (Plantago major) y la hierba de la plata (Equisetum bogotense)", ejemplifica la bióloga, que aunque no trabaja en la industria cosmética, sabe de los bienes y servicios que nos proveen los bosques y de la diversidad genética de las plantas nativas, pues es precisamente lo que estudia para ayudar a su conservación.

LA BELLEZA VERDE
¿Qué hace que las plantas tengan una capacidad restauradora que tanto interés despierta en la industria cosmética? La respuesta está en el ADN, lugar donde se encuentra codificada toda la información genética que permite el funcionamiento de los organismos vivos. Ciertos principios activos que poseen las plantas y que son usados en los productos cosméticos, ayudan a los genes potencien su actividad para regenerar y reparar las células de la piel humana, como si se tratase de una inyección de energía.

Desde hace más de 50 años Biotherm ha trabajado uniendo la naturaleza y la cosmética. Según señala la formadora de la marca, Ana María Muñoz, ésta se fundó como la marca de los biólogos; incluso su nombre lo refuerza: "Bio" por biología, y "Therm", por el origen natural de sus ingredientes activos. "La regeneración de la dermis se produce porque estas especies de plantas poseen sustancias que incentivan el nacimiento de nuevas células. Estas van reemplazando a las desgastadas, típicamente presentes en los tejidos dañados de la piel", explica Muñoz.

Uno de los últimos adelantos cosméticos que utiliza este poder reparador botánico es la línea Skin Vivo, recientemente lanzada por Biotherm. Sus gestores aseguran que se trata del primer tratamiento antiedad reversivo, es decir, que es capaz de revertir el proceso de degradación de la piel provocado no sólo por el deterioro de los genes debido al paso del tiempo, sino también por las agresiones externas. "Cuando el ADN de la piel se va estropeando, se nota inmediatamente porque la tez pierde su calidad y luce más delgada, deshidratada y con poca luminosidad. Que el ADN se dañe, implica que también lo hacen los genes del crecimiento celular, que empiezan a funcionar más lentamente. ¿Resultado? Las células nuevas se copian con una información de 'mala calidad' y la piel se va envejeciendo en vez de mejorar su aspecto", acota Ana María Muñoz.

Para combatir este nefasto proceso, la línea utiliza dos ingredientes que tomaron prestados del mundo vegetal: el plancton termal puro y una molécula patentada con el nombre de Reversol. El plancton, que proviene de fuentes termales de la cadena montañosa europea de Los Pirineos, está compuesto, entre otros elementos, por microscópicas algas de conocido poder regenerador. Además, activa una enzima de vida celular, llamada MnSOD, que ayuda a preservar la juventud. El Reversol, por su parte, se obtiene de la guacamaya francesa, arbusto originario de las zonas tropicales de América que se ha usado por años para tratar el herpes y otras enfermedades de la piel. Esta mezcla, aseguran en Biotherm, es capaz de defender el ADN y de reparar, así, sus microalteraciones e impulsar la actividad de los genes de la piel.