Cuando el ingeniero civil y doctor en física chileno, Iván Schmidt, vio por primera vez al científico británico Peter Higgs, en Ginebra, éste superaba los 80 años y ya estaba retirado. Pero aquella presencia en los pasillos del laboratorio del Consejo Europeo para la Investigación Nuclear (Cern) revolucionó el ambiente: sus estudios y teorías lo habían transformado en una leyenda de la física mundial, desde que, hacia 1964, especulara sobre la existencia de una partícula primordial que sería la responsable de dar masa a la materia, inmediatamente después del Big Bang. Era la llamada "partícula de Dios". O bosón de Higgs.
"(Me pareció) una persona de cierta edad, retirada y sencilla. De alguna manera, esto del bosón de Higgs es un revuelo muy grande, que lleva mucho tiempo. Está medio cansado de la atención que ha recibido", cuenta Schmidt.
Esta atención se multiplicó y sobrepasó el mundo de la ciencia cuando, en julio del año pasado, el Cern informó que se había hallado la partícula, luego de 48 años de estudio y más de US$ 9.000 millones de inversión, confirmando de esta manera la teoría de Higgs.
La Real Academia de Ciencias de Suecia le otorgó esta semana el Premio Nobel de Física a Higgs, junto con su colega belga, Francois Englert. "Higgs reconoce que no fue el único, que otros científicos aportaron a la teoría. Yo tengo un libro que señala que fue la prensa británica la que insistió en que se llamara el bosón de Higgs (...). En estos campos de la física muchos contribuyen, pero a ellos ya les dieron el Nobel", dice Schmidt, entre risas, sentado en el patio de los cañones de la Universidad Técnica Federico Santa María (UTFSM), donde es profesor.
En 2009, esta casa de estudios porteña formó el Centro Científico Tecnológico de Valparaíso (CCTVal), con el objetivo de impulsar el conocimiento científico y el desarrollo de alta tecnología en el país. La organización estableció colaboraciones y convenios con el Cern de Europa y los laboratorios especializados más importantes de Estados Unidos: Jefferson y Fermilab.
En el caso del Cern, la universidad ha participado activamente en Atlas, uno de los cuatro experimentos del Gran Colisionador de Hadrones (LHC): la máquina de 26,6 kilómetros de circunferencia, dotada de nueve mil imanes, que permite dirigir partículas a la velocidad de la luz y, eventualmente, hacer que colisionen. Atlas fue uno de los dos experimentos que halló la "partícula de Dios".
De hecho, el doctor estadounidense que trabaja en la UTFSM, William Brooks, fue coordinador del Grupo de Física de Iones Pesados del Atlas, por dos años. A raíz de este convenio, cerca de 10 estudiantes de la Santa María (entre pregrado y doctores) han visitado el Cern.
El estudiante de ingeniería civil electrónica René Ríos (28) ha sido uno de ellos. En los veranos de 2010 y 2011 estuvo en el centro de monitoreo del gran laboratorio, ubicado a 100 metros de profundidad, en la frontera entre Suiza y Francia: "Cuando se firman colaboraciones, el Cern exige que se envíe gente, pues se requiere que se monitoreen los experimentos las 24 horas. Yo estaba trabajando en la colaboración de Atlas y necesitaban enviar a alguien, y me ofrecí. La segunda vez lo pedí yo, pues necesitaba aprobar mi práctica", cuenta Ríos, en la cafetería de la universidad: "El centro de monitoreo lo componen 30 personas y yo me encargué de que el almacenamiento de datos funcionara correctamente. Reemplacé a una persona de Madagascar".
El físico Miguel Arratia (23) comenzó este año su doctorado en la Universidad de Cambridge, en Reino Unido, y en enero y febrero estuvo en el Cern: "Cuando estuve por primera vez, se aceleraron núcleos de plomo y protones al mismo tiempo (normalmente opera acelerando sólo protones). Este modo nos permite estudiar la estructura del núcleo atómico en condiciones extremas", afirma.
Arratia, que nació en Concepción y cursó su enseñanza media en el Liceo Camilo Henríquez de Temuco, evaluó el desempeño del detector de señales: "Recuerdo lo mucho que molestaba a los científicos que al bosón de Higgs la llamen la "partícula de Dios", recuerda.
Actualmente, en los laboratorios de la U. Santa María se realiza un trabajo inédito: la elaboración de piezas que mejorarán el Gran Colisionador de Hadrones (LHC), la herramienta que logró detectar la famosa partícula de Dios. De hecho, el LHC cesó sus funciones en diciembre, para realizar diversas mejoras: "Estuve en Valdivia hace poco, en el instituto de Claudio Bunster (llamado Centro de Estudios Científicos), y una persona que trabajaba allí me comentaba que nunca pensó que en Chile íbamos llegar a una colaboración tan avanzada", cuenta entre risas Schmidt.
Esta colaboración consiste en la fabricación de 100 piezas electrónicas de una de las partes del colisionador, especializada en detectar partículas muones. "Actualmente sólo se construyen en Israel y estamos comprando los implementos para comenzar la fabricación el próximo año. Se comenzarían a usar las nuevas piezas en 2018", recalca.