DOLAN, LA REVELACION DE CANADA
El canadiense Xavier Dolan supera a todos en precocidad. Tiene 25 años y cinco largometrajes. A los seis años protagonizó una serie de 20 comerciales para una cadena de farmacias canadienses. Diez años después realizó un corto y a los 19 dirige su primer largometraje, J'ai tué ma mere, que ganó tres premios en el Festival de Cannes. Gay militante, autorreferente y adicto al trabajo, Dolan se hizo conocido con Laurence anyways, cinta que ganó la Palma Queer en Cannes 2012 y luego logró reconocimientos en el Festival de Toronto. La cinta trata sobre un profesor de literatura que se siente literalmente una mujer en el cuerpo de un hombre. Se transforma en un transexual. Tomas frontales, uso de la cámara lenta, bandas sonoras de música electrónica y muchos, muchos jóvenes vestidos a la moda hacen de Dolan un hipster fílmico. Pero es más: también es un director con una obsesión por el amor imposible y las relaciones al límite. Su último trabajo es Mommy, sobre una madre enfrentada a la difícil crianza de su hijo, y se muestra la próxima semana en Cannes.
SISSAKO, LA VOZ LIRICA DE AFRICA
Con 55 años, es el veterano del grupo y el más galardonado, con tres premios en Cannes por sus películas Distante (2002), Tres monos (2008) y Erase una vez en Anatolia (2011). Heredero de Bergman, Antonioni y Bresson, el turco Nury Bilge Ceylan gusta de las tomas largas, los encuadres estáticos y es capaz de utilizar el silencio como nadie. Se formó como fotógrafo, estudio ingeniería industrial y nunca tuvo claro nada hasta que un viaje por Nepal le abrió la vocación por el cine. De la fotografía viene su predilección por los melancólicos paisajes abiertos y de su interés en el teatro de Chejov e Ibsen su infatigable retrato de las parejas en crisis y las relaciones familiares marchitas. No le importa si pasan los minutos sin que nadie hable o si, al revés, una pareja dialoga hasta el hartazgo sobre las razones de su fracaso matrimonial. Como Tarkovski, otro de sus ídolos, Bilge Ceylan entrega satisfacciones después que el espectador se sumerge con dedicación en la morosidad de su apuesta. Su nueva cinta estrenada en Cannes es Winter sleep, recibida con aplausos e instalada como firme candidata a la Palma de Oro.
KAWASE, LA JAPONESA RURAL
Como el turco Nuri Bilge Ceylan, Naomi Kawase comenzó en la fotografía y comparte con otros cineastas del grupo aquella pertenencia al club de Cannes, festival que los suele iniciar y luego consagrar. Debutó en el festival con Suzaku (1997), película que le hizo ser la más joven cineasta en ganar la Cámara de Oro a los 27 años. Abandonada por sus padres y criada por sus abuelos, Naomi Kawase (44 años) incorporó la herida de la falta de paternidad como un código incorruptible en sus películas, donde las relaciones familiares dañadas y la muerte de los valores tradicionales son temas recurrentes. Pero además, Kawase se distingue por un estilo aleatorio, que en sus películas incluye elementos del documental, como apuntes de la realidad. Ella misma es también documentalista y novelista. La naturaleza, los bosques del Japón profundo y la frágil condición femenina sobrevuelan sus películas en términos estéticos y también éticos. Su nueva cinta es Still the water, una obra acerca de un misterioso asesinato en una isla subtropical de Japón. Se exhibe el martes en el festival.
SZIFRON, ACCION A LA ARGENTINA
Para muchos la presencia del argentino Damián Szifrón (38 años) en el certamen es una anomalía. Estrenó su primera película en el Festival de Mar del Plata, un evento bastante más comercial que Cannes o el Bafici. Luego siguió con el policial Tiempo de valientes, producida por la filial argentina de Twentieth Century Fox y para rematar su exitosa carrera siguió con la serie televisiva Los simuladores. Ahora está en Cannes con Relatos salvajes, un largometraje de seis episodios protagonizados por Ricardo Darín y Darío Grandinetti, entre otros, acerca de ciudadanos comunes y corrientes enfrentados a situaciones límite: un hombre al que una y otra vez lo multan en la calle, una mesera maltratada por un cliente, una novia que es engañada por su prometido el día de la boda. Es cine rápido y certero como un balazo en el cráneo. Y entretenido como una novela pulp. Szifrón ha probado muchas veces que su manejo de los recursos de la acción lo convierten en el niño prodigio de la televisión y el cine argentino. He ahí quizás la razón de por qué Cannes no quiso perderse el último hallazgo al otro lado de los Andes.
CEYLAN, HEREDERO DE TARKOVSKI
El más importante de los cineastas africanos tras la muerte del senegalés Ousmane Sembenè (1923-2007) es el mauritano Abderrahmane Sissako (53). Radicado en Francia desde los 90, Sissako tiene una rara cualidad: es capaz de expresar cualquier conflicto que respire injusticia con altura de miras y transparencia. Sus películas tratan situaciones traumáticas, pero son simples, fluyen y hasta salpican humor con un acierto que sólo se puede encontrar en el cine clásico y, entre los franceses, en Jean Renoir. Sissako se formó en la Escuela de Cine de Moscú ("donde me enseñaron que la belleza de la imagen era lo más importante") y, como muchos autores de fines de los 90 fue apadrinado por Cannes. Comenzó participando en este festival en la sección Una Cierta Mirada, luego fue jurado y ahora llega con Timbuktu, que indaga en una comunidad de Mali asolada por el Islam fanático. Nuevamente es capaz de retratar esta realidad con guantes de terciopelo, como antes hizo con la inmigración o la pobreza en las películas Heremakono y Bamako.