Los demonios de Raymond Chandler
Se reedita en español una biografía del padre de la novela negra americana, que hace un retrato complejo y desgarrado del autor de El sueño eterno y El largo adiós.
Para decir que Raymond Chandler (Chicago 1888, La Jolla 1959) fue un grande de la literatura del siglo XX no hacen falta sesudas reflexiones o detalladas biografías. Sin embargo, para conocer de cerca la forja de ese escritor fundacional en la novela negra, para ver sus denodados esfuerzos por trascender el género, su lucha contra la miseria literaria, las dificultades creativas que atravesó durante toda su vida, sus dudas, su amor por la grandeza de lo que de verdad está bien escrito, para eso sí hace falta una biografía, para eso sí merece la pena leer La vida de Raymond Chandler (Alrevés).
En este extraordinario libro, publicado en España por primera vez en 1977 y ahora rescatado en un loable esfuerzo editorial, Frank MacShane se centra en los aspectos literarios de la vida de Chandler y solo aborda de pasada los aconteceres personales cuando influyen en la labor creativa. Solo un pero: la traducción de 1977 es mejorable y si tiene deslices irrisorios como traducir "bank holiday" por "vacaciones bancarias" no sé qué habrá hecho con otras expresiones más complejas de este profesor de Oxford.
Se trata pues de una biografía literaria en toda regla que retrata a ese hombre que vivió parte de su vida "al borde de la nada". Solo las primeras páginas tratan un poco más la deriva personal: del joven estadounidense perdido por Europa que deja el puesto de funcionario en el gobierno inglés para trabajar como periodista, debutar como poeta y dejarse llevar por la llamada de América, a ese todavía joven e inseguro hombre que se casa con una mujer 20 años mayor, de buena posición y se convierte en hombre de negocios en la industria petrolera.
Durante años ejercerá ese trabajo de manera tiránica y llevará una vida de desparrame, borracheras y mujeres. Un joven, en definitiva, que ha ganado mucho dinero pero que está amargado, alcoholizado y sin publicar nada.
De 1933 a 1938 la llamada de la literatura es demasiado fuerte, lo deja todo y apoyado por su mujer Cissy, vive al borde de la indigencia pero con una enorme fe en lo que hace. En esa época estudia a Hammett, lo copia, lo venera; lee todo lo que se publica en Black Mask y se da cuenta de que puede hacerlo, de que puede superarlo. Todo esto explica por qué Chandler tarda tanto en publicar, pero también por qué sus editores en la revista pulp por excelencia encontraron ya a un escritor maduro desde el inicio, un hombre de 40 años que sabía hacia dónde se dirigía.
En estas páginas se ve la construcción del escritor que reacciona ante Agatha Christie y otros ejemplos que él consideraba "deshonestos". Una frase de su correspondencia con el experto James Sandoe resume sus posiciones respecto a la novela enigma: "El problema de todos estos relatos de situación o misterio es que al final te sientes de improviso como si hubieras estado bebiendo agua del grifo en lugar de un Borgoña espumoso". Para quien no lo haya leído, recomiendo su ensayo The Simply Art of Murder, publicado en el Atlantic Monthly.
Su proceso creativo es un camino infernal sembrado de alcohol y angustia. En muchas ocasiones, canibaliza trabajos ya hechos, pequeños relatos pulp, mezcla varios de ellos para construir el cuerpo de una novela y poder centrarse en los personajes, en los diálogos. Duda mucho, cambia de parecer sobre casi todo, escribe dos novelas y un relato al mismo tiempo sin que esto sea síntoma de una producción prolífica, sino más bien de todo lo contrario. Porque lo cierto es que Chandler no escribió mucho a lo largo de su vida, llevado siempre por la obsesión de crear grandes novelas mucho más allá del puro género policíaco, de la novela negra, del hard boiled que sin embargo contribuyó a fundar. "Cuanto mejor se escribe una novela de misterio, es cuando más rotundamente se demuestra que en realidad no vale la pena escribirla", resumía el padre del detective Marlowe.
Dinero y gloria
Hay dos aspectos que recorren la vida de Chandler. Por un lado, su obsesión con el dinero, con no volver a pasarlo mal, lo que le convierte en un tipo algo renegado y le empuja a hacer adaptaciones de Marlowe para la radio y otros experimentos que no funcionaron bien. Pero también le empuja al cine, donde vive una segunda juventud durante la gran época de los estudios de Hollywood. De ese tiempo son los guiones de Perdición y Extraños en un tren, hechos con mucho esfuerzo, disgustos creativos y frustración por no poder plasmar toda la grandeza de los textos de James M. Cain y Patricia Highsmith. También las inevitables peleas con dos gigantes de la talla y el carácter de Billy Wilder y Alfred Hitchcock.
Además está el deseo de ser algo más que un escritor de policiales. El esfuerzo literario y vital por hacer de El largo adiós una gran obra y el resultado posterior justificarían por sí solos toda una carrera. McShane narra esta búsqueda con pulso y sentido. El final de su vida en su ocaso creativo y sin una guía tras la muerte de su mujer es triste, muy triste. Su muerte en soledad, también. En su epílogo, Lorenzo Silva recuerda lo que dijo el propio Chandler: "Todo depende de quien escribe y que tiene dentro para escribir".
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