El presidente Hugo Chávez insistió siempre que su proyecto socialista duraría dos décadas, pero después de su fallecimiento incluso algunos de sus partidarios más fervientes dudan de esa afirmación.
En un reflejo de la imparable caída de la economía del país, aumentan las filas de los venezolanos afuera de los mercados estatales así como la desesperación de éstos que contribuyó a la oleada de protestas de mediados de febrero que dejaron 18 muertos.
"Cuando no está el jefe de la casa, como se dice aquí, las cosas comienzan a salirse de control", dijo Pablo Nieves, dirigente comunitario en el distrito pobre 23 de Enero de Caracas. "Si Chávez estuviera aquí, jamás se habría llegado a este punto", apuntó.
El presidente Nicolás Maduro, el sucesor designado de Chávez, organizó 10 días de actividades conmemorativas con motivo del aniversario que se cumple hoy miércoles de la muerte con la que se agigantó el anterior mandatario, quien dejó de existir a los 58 años, víctima de cáncer.
Al desfile cívico-militar, al que asistieron los presidentes Evo Morales, de Bolivia, y Daniel Ortega, de Nicaragua, le sigue el estreno en la televisión estatal del documental My Friend Hugo (Mi amigo Hugo), del director Oliver Stone.
Sin embargo, aunque muchos de sus camaradas elogian al hombre que transformó a Venezuela durante 14 años de gobierno en el que defendió a los pobres, muchos no coinciden con Nieves en que Chávez habría tenido la capacidad para componer la actual situación de penurias que tiende al agravamiento en el país.
La oposición convocó protesta para el miércoles en la capital, y el Foro Penal, que facilita abogados a los detenidos, anunció una marcha en le ciudad industrial de Valencia, en el centro del país.
La oposición, que se encuentra en situación de estancamiento, tiene dificultades para ampliar su base de apoyo contra el gobierno socialista, que la califica de "golpista" y al que ayudan a reprimir las protestas colectivos de rufianes amenazantes que se desplazan en motocicletas.
Los manifestantes culpan a los "colectivos" de algunas de las 19 muertes que el gobierno afirma dejó la agitación.
Más de 1.000 manifestantes fueron detenidos y 72 personas afrontan cargos, entre éstas ocho miembros de la policía política del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (SEBIN).
Por su parte, el gobierno de Maduro se ha mostrado incapacidad para frenar una inflación anual de 56% así como los controles cambiarios que causan perjuicios y que han agravado la escasez de artículos básicos, desde leche hasta la harina y el aceite de cocina.
El índice de escasez del banco central alcanzó en enero su tope máximo histórico de 28%.
Para algunos, las carencias han comenzado a calar en esta nación "que tiene las reservas petroleras probadas más grandes del mundo" tanto como en Cuba, el aliado socialista cuya economía Caracas ha ayudado a apuntalar con envíos de petróleo.
Ex empleados petroleros y otros relacionados con las importaciones y exportaciones manejan taxis mientras los trabajadores de diversas empresas que han quebrado tienen dificultades para encontrar empleo en otras actividades.
Hugo Faundes estudió artes culinarias después de su despido de la petrolera estatal PDVSA que dijo, se debió a motivos políticos.
"Ahora que me he graduado no hay nada para cocinar", dijo Faundes, de Valencia, con una risa sarcástica.
Decenas de miles han emigrado y no precisamente en busca de oportunidades económicas. Huyen de una de las tasas de crimen violento más altas del mundo y de un sistema de salud que está a punto de derrumbarse.
Los estudiantes se han enfrentado en las calles a elementos de la Guardia Nacional en choques que parecerían un juego del gato y el ratón desde que estalló la agitación el 12 de febrero.
Estos enfrentamientos han convertido el rico distrito de Altamira en Caracas en una zona cero y en cuyo centro se han levantado barricadas con despojos de todo tipo. Sin embargo, la mayoría de los manifestantes se han comportado pacíficamente.
Maduro ha intentado entablar un "diálogo pacífico" con la oposición, pero ésta lo rechaza y exige primero la libertad de todos los detenidos políticos, entre estos el principal dirigente opositor Leopoldo López, además del desarme de los grupos que amenazan a los manifestantes y la expulsión de los cubanos que asegura mueven los hilos del gobierno y el mando militar.
Por su parte, el gobierno acusa a Estados Unidos de fomentar la agitación y en febrero expulsó a tres diplomáticos de ese país. La medida ha seguido un patrón: el día de la muerte de Chávez, el gobierno expulsó a dos agregados militares estadounidenses.
El secretario norteamericano de Estado, John Kerry, lamentó que se eche la culpa a su gobierno de cosas que nunca hizo.
El representante federal Gregory Meeks, demócrata de Nueva York, que había elogiado mucho tiempo el compromiso de Chávez de mejorar la vida de los pobres de Venezuela, asistió al funeral del mandatario.
Sin embargo, Meeks tenía pensado mantenerse al margen durante la conmemoración y afirmó que estaba "un poco nervioso" por los acontecimientos en Venezuela.
"Siempre había oposición, pero en las manifestaciones callejeras de antes nunca escuché que alguien hubiera muerto a manos de algún elemento del gobierno", dijo. "Realmente me preocupa hacia dónde se dirige el país", apuntó.