Con apoyo sicológico intentará la familia del parcelero Domingo Flores Torres  ayudarlo a sobreponerse a los recuerdos que le trae la noche del viernes 14 de noviembre, cuando en su parcela 23 de la localidad de Alto Lleu Lleu, en Cañete, le disparó por error a un carabinero causándole la muerte. "Esa noche la gente que vino me quería matar. No pude distinguir, porque llegaron violentamente, no alcancé a encender la luz. Le dispararon al vidrio de mi ventana y altiro tomé mi escopeta, la cargué con dos cartuchos en el velador", es parte del relato que ha entregado Flores a su familia y abogado.

"Me gritaban 'viejo, te vamos a matar'. No les disparé a ellos, porque yo estaba encerrado en mi pieza, al lado de la cama y pensaba: 'al que entre a mi pieza le voy a disparar'. Hubo tres a cinco minutos de tranquilidad, pensé que estaban revisando las bodegas. Fue ahí cuando me patearon la puerta, disparé los dos cartuchos, cargué la escopeta y volví a disparar una vez y arranqué por la ventana", relata el hombre desde el hogar de su hija, distinto al que lo acogió durante sus 72 años, y al que tendrá que acostumbrarse por los próximos seis meses, plazo que durará la investigación de fiscalía sobre el caso.

Hoy se recupera de sus heridas por perdigones en el estómago, brazos y una de sus manos, asumiendo  que su vida tuvo un brusco cambio luego de disparar con la escopeta de doble cañón -que guardaba debajo de su cama-, en contra del cabo primero de Carabineros Alex Gutiérrez Vásquez, a quien le causó la muerte, y a otros dos uniformados que resultaron con heridas graves.

Fanático de la caza, acostumbraba a salir en invierno en búsqueda de perdices. Sin embargo, cuentan cercanos que había abandonado esa práctica hace cinco años por problemas en su vista. El martes fue formalizado, sin embargo, su irreprochable conducta anterior y el ataque previo que habría sufrido al interior de su hogar motivaron que se decretara su arresto domiciliario. Su abogado alega legítima defensa, tesis a la que se abrió la fiscalía, aunque tendrá 180 días para investigar.

La familia de Flores decidió sacarlo de su hogar por temor a represalias y confiesan que aún desconoce el significado de la medida que le impedirá cuidar sus animales y tierras de la casa donde desconocidos habrían intentado prender fuego, rompiendo vidrios y disparando en su contra.

En su nueva morada vivirá junto a su hija y al esposo de ésta, dos de sus cinco nietas y su señora, Marcelina Millamán (88), quien hace 13 años perdió la vista. "A mi papá le ha tocado duro, él quedó viudo cuando su primera hija tenía tres años. A pesar de todo la sacó adelante, la crió, la encargaba a veces, pero siempre se preocupó de ella. Siete años después se comprometió nuevamente", recuerda Rosa Torres, una de sus sobrinas, quien fue cuidada como hija por el matrimonio.

Su familia dice que no entienden el ataque. "Su primera esposa era mapuche. Su hija, Mercedes Flores Lincopi también. Ella es la única heredera por ley, por lo que no se entiende una reivindicación mapuche", dice Nancy Insunza, también familiar.

Los lazos familiares vinculan a Domingo Flores como tío de Avelino Meñaco, otrora líder de la comunidad Pascual Coña, quien tuvo públicas disputas con referentes de la Coordinadora Arauco Malleco, entre ellos Héctor Llaitul e Iván Llanquileo, en una controversia por la distribución de tierras repartidas tras la compra por parte de Conadi de la hacienda Lleu Lleu. "Nunca hemos tenido problemas con nadie, no hemos tenido nunca una mala palabra, por eso no logramos entender todavía qué fue lo que pasó, fue más como algo de delincuencia", dijo Juan Toledo, yerno del parcelero.

AGRICULTOR

Hasta el viernes, Flores vivía en  Alto Lleu Lleu, a un costado de los predios en conflicto. Tras la reforma agraria recibió cerca de 50 hectáreas, por las cuales aún paga $ 200 mil anuales. Juntaba ese dinero gracias a una pensión de jubilación de poco más de $ 100 mil.

En el lugar también vivía  de la agricultura. Cuentan sus vecinos que trabajaba desde las 5 de la mañana hasta las 9 de la noche, en invierno y verano. "En Cañete comercializaba aves, gallinas y con eso nos educó a mi y mi hermana y pudimos vivir", dice Rosa Torres, quien agrega que pese a que Flores cursó solo hasta segundo básico y no sabe ni leer ni escribir, les inculcó desde pequeñas seguir sus estudios. "Siempre me decía 'tenis que estudiar, seguir adelante, no tienen que ser igual a mi'", relata.