Los Fabulosos Cadillacs: es cuestión de edad
A pesar de la energía, costó que el público mantuviera la pasión. Así el Festival de Viña 2017 tuvo un arranque consonante a la sensación general de esta versión, una fiesta que habitualmente es espectacular y que esta vez, por problemas financieros, exuda modestia.
Florián Fernández Capello, el hijo de Vicentico, avanza en medio de los primeros compases de "El genio del dub", llega hasta el límite del escenario y salta con su guitarra como si su equipo favorito hubiera hecho un golazo. Quiere que el público de la Quinta Vergara reaccione en esta primera noche de fiesta musical en la ciudad jardín pero a esas alturas -media hora del primer show del festival de Viña 2017-, hasta los Power Peralta, miembros del jurado y que bailaron entusiastas los primeros temas, están en sus puestos. ¿Es un mal número acaso? Para nada. Pero a Los Fabulosos Cadillacs los esperábamos hace rato en el festival, la última vez esa noche final de 2010 que se suspendió por el terremoto. Y sus seguidores ya no son unos veinteañeros energúmenos capaces de arrojar una garrafa a la batería, tal como sucedió en las dunas de Reñaca en 1996 cuando el combo argentino apenas salvó el pellejo. Hoy son cuarentones con hipotecas, hijos, canas y panzas.
Los Cadillacs hicieron lo suyo, innegable. Desde "Manuel Santillán, El León", un corte de hace un cuarto de siglo, Vicentico demostró sus dotes de líder, sin esa displicencia que de tanto en tanto evidencia en sus numerosas visitas a Chile, ya sea como solista o liderando al conjunto. En "Mi novia se cayó a un pozo ciego", su primer éxito en el país hace ya 29 años, el público tuvo un atisbo de reacción juvenil no solo por la condición de clásico del tema replicando el inolvidable verso "¡nada nada no veo un carajo!", sino porque la versión fue furiosa a tope, con borde punk rock y excelentes giros en los tiempos. Pero con "La luz del ritmo" sobrevino un bajón en la audiencia -básicamente se sentó-, y a la altura de "El aguijón" la actitud era contemplativa.
A pesar de la energía juvenil de Florián, y en particular de Astor Cianciarulo, el vástago de Flavio que toca batería y se pasa al bajo para cabecear como si militara en una banda de metal, costó que el público mantuviera la pasión. Canciones como "La tormenta" fueron prácticamente soslayadas y solo se reactivó el interés y el baile con súper clásicos como "Mal bicho" y "Matador". Así el Festival de Viña 2017 tuvo un arranque consonante a la sensación general de esta versión, una fiesta que habitualmente es espectacular y que esta vez, por problemas financieros, exuda modestia.
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