La Plaza Sotomayor es un peladero humano que inquieta a los dirigentes convocantes y a sus convocados. Están en Valparaíso, a minutos de que sean las diez de la mañana, hora partida de la clásica marcha que se realiza al mismo tiempo en que la Presidenta emite su última cuenta pública anual. Los porteños, argumenta una chica detrás de un lienzo de No + AFP, siempre llegan tarde. Puede ser eso, como no. O puede ser eso, más otros factores.
La jornada, esta vez, es distinta a las anteriores: no es un 21 de mayo –como se realiza tradicionalmente la cuenta anual-, no es feriado y hoy carga con el fantasma de la muerte que los sigue desde hace dos años. Primero, por la gravedad de las contusiones que un carro policial le provocó a Rodrigo Avilés en 2014 y que lo dejó hospitalizado por casi un año, y luego por la muerte del anciano funcionario municipal de Valparaíso, Eduardo Lara a causa de una asfixia provocada por el incendio que dejó una bomba lacrimógena en medio de un incendio provocado por una bomba molotov que lanzó, entre otras cosas, un grupo de encapuchados. Están marcados y lo saben, pero no se escandalizan. "Vamos a marchar como sea y con la gente que llegue", dice Juan Pablo Rojas, Vocero de Deuda Educativa.
A las diez en punto llega más gente. Todos ellos juntos. No llenan la plaza aún. Las consignas son las de siempre: fin al endeudamiento en educación, Ley de Puertos para la región y el fin al sistema de AFP. Entremedio, pulula una mujer de calzas negras, del mismo color sus chalas que dentro lucen calcetines rojos. Se para y se sienta. Va, con polera oscura, caminando -cuando lo hace- a paso rápido entre la gente. Está atenta. Escucha los discursos de la mujer ancla del encuentro, Mabel Zúñiga, dirigente de Agrupación Nacional de Empleados Fiscales (Anef), quien alienta a la gente a sumarse recalcando que "si no nos hubiésemos movilizado nosotros, no habría ningún avance en temas de igualdad de género". La mujer oyente y de usanzas oscuras, se sienta una vez más.
Pasadas las diez y cuarto de la mañana, llega un contingente grande que se suma rápido a las agrupaciones que empiezan la avanzada y parten por Pedro Montt hacia el Congreso. Se escucha por el megáfono de Zúñiga: "Esta marcha tiene como único motivo pasarlo la cuenta al gobierno de la nueva mayoría". La gente aplaude, suenan pitos, bocinas, tambores y cantan a modo de celebración.
No son más de mil 500 personas. La mujer de ropa oscura y pelo aleonado, es una de ellas. Su nombre, revela casi al final, es Nilsa Fuentes (56). Fácilmente queda atrás, aunque, rauda, los adelanta a todos, llega a la punta principal de la marcha, se saca la polera, se la amarra a la cintura y camina con un extenso rayado que dice "No + AFP" en su torso. Encabeza la marcha literalmente, sin ningún afán de liderazgo. Los medios la graban, otros la fotografían. La gente la mira con naturalidad. Nadie baja la mirada para observar detalles de su cuerpo, porque nadie la mira demasiado. Los jóvenes la ignoran como si fuera una más de las personas vestidas de la marcha que se agranda lentamente con la llegada de algunos planteles universitarios de Valparaíso. Llama la atención, le dice un anciano, que sea capaz de protestar sin una parte de su ropa en una mañana tan helada. Ella le contesta que es por él, porque "a la gente les da igual lo que pasa con las pensiones de los abuelos y si tengo que hacer esto para que escuchen, lo haré", dice.
Entre el principio de la marcha y el final, no hay más de tres minutos de caminata, pese al número que entregó la organización que cifra en casi 8 mil los asistentes. Son pocos. Son jóvenes, son ancianos y son planificados. No se salen de Pedro Montt ni hay demasiados revoltijos entre los marchantes. En un recorrido con múltiples paradas en las que se invita a seguir marchando. Una de ellas, es el Registro Civil.
En ese lugar, en una fila donde están detenidas cerca de 200 personas, la primera persona que está frente a una puerta cerrada es Ana Tapia (72) que conversa con un inmigrante de color. Es haitiano. Con tono extremadamente bajo le dice a Tapia que no tenga miedo. "Es que es peligroso que nos tengan acá hasta esperar a que pase la marcha", le responde ella y se distiende con la conversación. El haitiano no. Él pidió que su nombre no se revelara, que solo lo tratáramos como "el haitiano". Tiene miedo. No de la marcha, sino de los debates sobre inmigración en Chile. "Prefiero no opinar nada", dice. Los manifestantes ignoran la fila, como los de la fila a ellos.
El recorrido fluye hasta que dos cuadras antes de llegar a las vallas papales que impiden la entrada al Congreso, una mujer rubia y de voz aguda irrumpe justo al lado del cuerpo semi-desnudo de Nisle Fuentes. Pide la palabra. Los marchantes de la punta final, ni de al medio, ni de un poco más adelante se percatan. Los que encabezan la convocatoria, sí. Le pasaron el micrófono.
"Soy Josefina Letelier. Animalista, ciudadana y era amiga del Tata Lara –fallecido en la misma marcha convocada para 2016", partió. La mujer habla largo. Critica a los marchantes por permitir encapuchados –que todavía no se dejan ver-, critica los desmanes –que todavía no ocurren-, critica las convocatorias masivas "porque traen muerte. En 2016 hubo un asesinato ¿Quién es el responsable? ¿Es justo que no haya uno?", dijo Letelier. Enseguida, y entre miradas espantadas, le dieron las gracias, le piden el micrófono y siguen.
Las dos cuadras que siguen son un sinfín de consignas, de bailes, de gritos. Son los cuarenta y tres pasos más rápidos y distendidos desde una marcha masiva en un día de cuenta pública en Valparaíso. Mabel Zúñiga agradece a los asistentes y les pide que se retiren. Las organizaciones con gente mayor, se van. Los jóvenes se quedan a ver una performance que prepararon jóvenes que actuaron llamando la atención de todos y generando un círculo.
Dos horas más tarde, hay gente que grita a carabineros "uf, uf, qué calor, el guanaco por favor". Solo sonó la bocina del carro. Los funcionarios acorralaron a la gente haya que se dispersó la gran mayoría. Hubo un detenido que enfrentó cara a cara a un policía. Nadie lo ayudó ni logró advertirle algo. Es una marcha de fantasmas, donde el recuerdo del accidente de Avilés y la muerte del anciano Lara estuvieron en las consignas de todos.
Al final, perseverante, Misla Fuentes, sigue media desnuda, paseando con su cartel con mala redacción y faltas de ortografías siendo aplaudida sin demasiada faramalla por quienes la ven. Como si hubiese terminado su cometido se fue, junto a un grupo de ancianos, entre las calles pequeñas –y llenas de carabineros- que atraviesan Pedro Montt.