Una caravana formada por unos 20 vehículos se abre paso a través del árido desierto. Son las 11 de la mañana en Atacama y el plantel de Cobresal se dirige hacia la localidad de Diego de Almagro para compartir el título logrado con sus vecinos, tan castigados por la tragedia de marzo.

Poco parece haber importado a los jugadores y al cuerpo técnico del flamante campeón chileno, que el festejo por el título haya terminado hace sólo algunas horas. Una celebración de carácter familiar celebrada en el hotel de concentración del equipo, El Camino del Inca, a base de ceviche, salmón al horno y leche asada. Y claro, también mucha música. La que los propios integrantes del plantel pusieron a su gran noche desde el karaoke instalado en la tarima del restaurante, que comenzó a sonar con la que fue la canción fetiche del equipo en la recta final del torneo: 'Mami que será lo que quiere el negro', en su versión de Pachuco; y en la que el goleador Matías Donoso, y el preparador de arqueros, Christian Trejos, se mostraron como los principales animadores de la reunión. Una reunión que concluyó en torno a las tres de la madrugada, aunque ya se sabe, lo que pasa en el camarín queda dentro del camarín, y eso, parece también extensible a los festejos en los que participa el camarín.

Entre la nube de polvo que los autos dejan tras de sí, brota de vez en cuando un chispazo albinaranja, el que proyecta alguna bandera ondeada desde el margen de la carretera por los hinchas más madrugadores, desperdigados a lo largo del camino. Un letrero cubierto de barro anuncia la llegada al punto de destino. Los conductores hacen sonar con estridencia las bocinas de sus vehículos, y la comitiva se detiene en una céntrica estación de bencina. Cientos de vecinos están ya aguardándolos. A ellos y a Iván Zamorano, padrino del evento, recibido con un entusiasmo desorbitado por parte de los lugareños.

Marco, que camina tomando del brazo a sus dos hijos, es uno de ellos: "Estamos muy agradecidos de que se hayan acordado de nosotros. Ellos son los campeones, pero tienen la humildad de venir a compartir con nosotros acá. Por eso vinimos, para agradecerles y sacarnos unas fotitos con los jugadores".

"Hemos venido a disfrutar con la gente que tanto sufrió, por eso estamos aquí". Así de escueto se muestra el capitán del equipo, Johan Fuentes, a la hora de explicar el motivo de tan ilustre visita.

El colegio Aliro Lamas es la última de las paradas en el itinerario de Cobresal. Una actividad social, promovida por la Fundación Desafío Levantemos Chile, en colaboración con Banco de Chile, está a punto de comenzar en el interior del recinto escolar, reconvertido en albergue luego del aluvión de marzo.

El ingreso del plantel minero, acompañado por Zamorano, desata la locura de todos los presentes. Especialmente de los niños, los principales protagonistas del evento, quienes compiten entre sí a ver quién es capaz de reunir una colección mayor de autógrafos.

Cristián Román, vecino de Diego de Almagro, hincha confeso de Cobresal, y tío de Ricardo Yáñez, "Huevito", el santo del equipo, es el encargado de realizar la primera arenga al equipo. Tras conseguir el efecto contagio, se sincera con La Tercera. "Lo más importante de todo es que la gente no se olvide de lo que pasó aquí, de lo que sigue pasando. Porque en cuanto el foco se va a otra parte, nosotros pasamos a un quinto plano y en Diego no se restablecerán los servicios con normalidad hasta el mes de diciembre", alerta.

En la actividad, inaugurada con la exhibición del grupo Ataka, integrado por jóvenes jugadores malabaristas, se respira un ambiente al mismo tiempo festivo y emotivo. Dos mil niños de las comunidades de Diego de Almagro, Tierra Amarilla y Chañaral se verán favorecidos por esta iniciativa, concebida con el propósito de hacer llegar material deportivo a los habitantes de dichas zonas, afectadas por el temporal.

"Dejamos de ser futbolistas una vez que cumplimos el objetivo, por lo que venimos aquí como personas, y en ese sentido es muy emocionante para mí, como padre, ver a todos estos niños sonriendo", explica, visiblemente conmocionado Alexis Salazar, futbolista del conjunto minero. "Estoy conmovido por todo esto, no puedo decir mucho más", agrega al mismo respecto el entrenador Dalcio Giovagnoli.

Tras casi dos horas de diversión, pero sobre todo de evasión, en la escuela dieguina, el acto concluye con un pichanga en la que varios jugadores cobresalinos derrotan, no sin cierto sufrimiento, a un combinado de carabineros locales. El resultado, en términos de goles, es lo de menos. En ocasiones, arrancar sonrisas es casi tan emocionante como levantar un título.