"En memoria de Alberto Durero. Todo lo que en él había de mortal está enterrado bajo este túmulo". Escrito por su amigo Willibald Pirckheimer, el epitafio que luce en la tumba de Albrecht Dürer (1471-1528) es elocuente respecto de una trascendencia tan temprana y certeramente atribuida. El alemán es uno de los artistas más destacados del Renacimiento y representa la renovación fuera del territorio cultural de Italia. Su vida corre en paralelo a la de Leonardo da Vinci y El Bosco, aun si el primero fue el modelo al que buscó aproximarse toda su carrera.

Clásico indiscutido de la pintura y el grabado, la obra de Durero no había, sin embargo, desembarcado aún en el país. Ni en América Latina. Razón adicional para prestar atención a la muestra Durero, maestro del Renacimiento, con que la Corporación Cultural de Las Condes inaugurará en la segunda quincena de marzo su temporada 2014, y que se exhibirá paralelamente en el Centro Cultural del municipio (Apoquindo 6570) y en el Espacio Arte Abierto de Fundación Itaú (Apoquindo 3457).

"El hizo del grabado un arte mayor y aquí viene una colección de poco más de 100 grabados en diversas técnicas, como aguafuerte, punta seca, buril, entalladura, xilografía", anticipa Francisco Javier Court, director de la Corporación Cultural de Las Condes. Court destaca lo inédito de esta exhibición y procura  calibrar su importancia a partir del hecho de que Durero "hizo del grabado un arte mayor" y que es un "maestro clave", todo lo cual justifica las gestiones para conseguir las obras, pertenecientes a una colección privada de Milán.

Los grabados son las realizaciones en que Durero dio una muestra más cabal de su genio. Se inició en él, según algunas versiones, a causa de sus necesidades económicas, y lo hizo cuando la xilografía era un arte aún en pañales. La producción de grabados lo acompañará durante toda su carrera, al punto de instalarlo en la cumbre de la historia de las estampas antiguas. Al igual que Rembrandt y Goya, Durero consideraba el grabado un arte autónomo, no subordinado a la pintura, y para él desarrolló técnicas pioneras. Series de estampas como la Vida de María, la Gran pasión (sobre cobre) fueron estudiadas por pintores de distintos orígenes e influyeron poderosamente en el desarrollo del arte renacentista.

Tal fama alcanzó en vida Durero, que fue nombrado pintor de corte del emperador Maximiliano I de Habsburgo (1512). De éste realizó retratos de carácter, animados por la riqueza y variedad de las texturas.  Estos trabajos alcanzan un grado de perfección semejante al de sus obras pictóricas más conocidas: sus autorretratos.  Durero tuvo el hábito de retratarse a sí mismo desde  los 13 años: claro ejemplo del interés renacentista por el hombre y su cuerpo.

BOTERO TAMBIEN

"Este año queremos consolidar nuestros espacios", asegura el director de la corporación. "Nuestro Centro Cultural tiene las principales muestras internacionales, junto a artistas locales y colectivas. En tanto, la Casa Santa Rosa de Apoquindo está dedicada a lo patrimonial, y la Sala de Arte Las Condes, en el Centro Cívico, se enfoca en lo vanguardista y el diseño". Y en todas ellas habrá actividades.

El primer espacio, el mismo que abre con Durero, cerrará la temporada con otra muestra de peso: la serie Vía Crucis, con dibujos y pinturas monumentales del colombiano Fernando Botero. Se trata de una colección del Museo de Antioquia, Medellín, que llega tras una gestión conjunta con la embajada de Colombia.

"Las oportunidades de apreciar directamente en Chile la obra de Botero  son escasísimas, por lo tanto cualquiera de sus series es un acontecimiento", remata Court. "En este caso, contaremos con un extraordinario conjunto de dibujo y pintura en torno al Vía Crucis. No es el Vía Crucis tradicional, sino la interpretación del pintor, con toda la ironía que ello implica".