Cuando el actor británico James Corden hizo su primera aparición sobre el escenario del Staples Center, a bordo de un fallido piso elevado para luego rodar por los escalones, los premios Grammy 2017 todavía se desarrollaban según lo programado: un festival de accidentes simulados e improvisaciones al pie del libreto a cargo del presentador, quien en su debut al mando de la ceremonia era el llamado a darle el toque de espontaneidad a un show reconocido por su perfeccionismo, y cuya prolijidad técnica no suele dejar detalles al azar. Un rasgo que le quita naturalidad al evento, según sus críticos, pero que podría aplicarse a la música pop actual en su conjunto.
Por lo mismo, no deja de sorprender que la "accidentada" introducción de Corden terminara siendo un presagio de lo que ocurriría durante los siguientes 200 minutos de la llamada "gran noche de la industria de la música", cuya edición 59, emitida en Chile la noche del domingo, estuvo marcada por una serie de desaciertos y bochornos de producción poco habituales en la historia de un evento que, hasta hoy, es referente mundial para este tipo de ceremonias.
En una velada que seguramente será recordada por sus contrastes, la gran protagonista terminó siendo Adele. La superventas británica no sólo abrió y cerró la ceremonia, quedándose al final con los tres premios más importantes (Album, Canción y Grabación del año) y dejando en el camino a Beyoncé, su archirrival en estas lides. Tras una impecable interpretación de Hello al inicio del show se atrevió con un homenaje al fallecido George Michael versionando Fastlove (1996), uno de los últimos éxitos de pop bailable de su compatriota, que en voz de la solista y con arreglos orquestales terminó convertida en una suerte de elegía (lo que motivó que fuera rebautizada en redes sociales como "Slowlove").
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Megadeath recibió un Grammy con Metallica de fondo. Foto: Reuters / Lucy Nicholson[/caption]
El cover, arriesgado, fue interrumpido a causa de un desperfecto técnico por la propia Adele, quien entre disculpas y un improperio involuntario optó por detener todo y comenzar de nuevo. Y aunque diversos medios especializados, como The New York Times y Rolling Stone, aplaudieron su decisión, la partida en falso recordó la accidentada presentación de Patti Smith en la entrega del Nobel, en diciembre, y revivió el fantasma del último paso de la inglesa por los Grammy, en 2016, donde también vivió una pesadilla técnica.
No fue lo único: luego que la británica tomara la palabra para agradecer el gramófono a Canción del año, la transmisión decidió cortar a su productor Greg Kurstin -nada menos que el autor de Hello-, quien sólo alcanzó a decir "gracias mamá y papá" antes que las cámaras se trasladaran hacia Solange Knowles bajo pifias del público. "Los productores del Grammy están más interesados en realizar un show irregular y a ratos entretenido, en vez de darle tiempo a la premiación que le da su nombre", criticó ayer Entertainment Weekly, en su balance del evento.
Un ser atípico
Otros que sufrieron fueron los integrantes de Metallica, encargados de subirle el voltaje a la velada con una inédita actuación junto a Lady Gaga. La idea, en el papel llamativa, se derrumbó desde el arranque y durante los dos minutos en que permaneció completamente apagado el micrófono del vocalista James Hetfield, quien se retiró molesto y pateando atriles. Una falla imperdonable para este nivel de producción que se sumó a lo ocurrido horas antes, durante la entrega del gramófono a Mejor actuación metal para Megadeth mientras sonaba de fondo Master of puppets, clásico de su némesis, Metallica.
Pese a lo anterior, no todo fue incomodidad en el Staples Center y lo anómalo también dejó algunos triunfadores. Entre ellos, el hiphopero Chance the Rapper, quien sin contrato discográfico ni ventas físicas de su trabajo se llevó tres Grammy por Coloring book, convirtiéndose en el primer artista que triunfa en el evento con un disco que sólo se comercializó vía streaming.
Además, salvo excepciones, la prensa norteamericana no fue del todo drástica en sus análisis luego del festival de desaciertos. Ya el año pasado, Los Angeles Times reivindicaba el "factor humano" de los Grammy, "uno de los últimos espacios donde las grandes estrellas deben actuar sin poder imponer sus términos y donde éstas se muestran cómo realmente son ". Esto, luego de las deserciones de último minuto de Rihanna y Lauryn Hill, sumadas a la fallida actuación de Adele, quien ya carga con una suerte de maldición y, de seguro, será la más observada en su próximo paso por el evento.