El bosque. Aquella zona misteriosa que en el día puede ser paseo de enamorados y en la noche, matadero de inocentes. Europa y América del Norte están plagadas de mitos que nacen y mueren en los bosques. En Chile, en el sur, gran parte de la imaginería indígena se escenifica entre los árboles, la noche y la Luna. Según el director Jorge Olguín, para filmar una buena historia de horror a la chilena es recomendable irse al sur profundo. Si además se cuenta con la tecnología, hay garantía de que los escenarios naturales luzcan de la mejor y más terrorífica forma posible.
Esto es lo que a grandes rasgos quiso hacer Olguín en Gritos del bosque, una película rodada enteramente en 3D, la primera en su tipo en Chile y una de las pocas que se han hecho en Latinoamérica (ver galería). El filme es coherente con el interés de Olguín por la mitología vernácula expresado en Caleuche (2012), su anterior largometraje.
Si Caleuche, con dos millones de dólares de presupuesto, se encumbra a lo más caro del cine chileno, Gritos del bosque es un trabajo más modesto. Costó 500 mil dólares, aunque hay algo en lo que no se ahorró: la tecnología en 3D. "Sólo la podría haber hecho así. Para provocar la sensación de agobio de los personajes en medio de este bosque tenía que usar una cámara 3D. Lo que quiero es que el espectador sienta la misma vulnerabilidad que los protagonistas", explica el director, que ayer presentó junto al elenco el primer trailer del filme en la sala XD del Cinemark Parque Arauco.
La obra está en posproducción y el plan es que en el verano vaya a un festival en Norteamérica. "Estamos definiendo alternativas. Luego vendrá el estreno en Chile, probablemente en mayo", agrega Olguín. Protagonizada por Fernanda Urrejola y Carolina Arredondo como las hermanas de origen mapuche Ailén y Ana Catrilaf, respectivamente, Gritos del bosque tiene también algo de historia chilena en su génesis. "La película parte con imágenes de flashback de la Guerra de Arauco, que fue librada principalmente en la zona de los bosques aledaños a Cañete, en el límite entre la Séptima y Octava Región. Esa zona fue nuestro centro de operaciones mientras filmamos", dice el director.
En su trama, que parece una licuadora de referencias, las hermanas Catrilaf guían a un geólogo estadounidense (Wil Edgar) y a un ingeniero local (Paulo Brunetti) a un bosque que fácilmente puede desaparecer: los técnicos tienen la misión de construir una hidroeléctrica en ese lugar. En el día las cosas andan bien, pero al llegar la noche y la hora del descanso, algo parece indicarles que los cuatro no están solos. Se escuchan ruidos, se atisban insectos curiosos, ¿se mueven los árboles? Sí y, de acuerdo al trailer, uno hasta tiene cara. Cara de no querer amigos.
"El bosque se apodera de la pantalla. Los árboles son espíritus que están protegiendo la zona. Y en la mitología mapuche, la naturaleza y los objetos están vivos, tienen sentido para los habitantes. Lo que hacemos en la película es interpretar estas creencias para nuestras necesidades de guión".
Olguín filmó la película fundamentalmente en exteriores reales, evitando estudios y con una sola cámara en 3D: "Cuestan una fortuna. Yo sólo pude adquirir una en Estados Unidos. Con esa hicimos toda la película. Hubo mucho desgaste físico y ahora hay desgaste en la posproducción. Sacaremos copias normales y en 3D. Son procesos totalmente diferentes".
Desde el estreno de Avatar en 2009, la industria del 3D en el mundo no ha parado. Pero no es el horror el género que más recurre a él. Es, en primer lugar, la animación y luego, el género fantástico o de ciencia ficción. En Argentina, con Metegol, apostaron por la animación y el fútbol para hacer su primera obra en 3D. En Chile, serán los árboles de La Araucanía los que lleguen primero a las tres dimensiones de la pantalla de cine.