Los Hermanos Campos: "Dimos la vida entera a la cueca chilena"




No les falta humor ni picardía ni ese aire ladino, pícaro, del hombre del campo, del huaso chileno. Pero para los hermanos Eleodoro (84) y Marcial Campos (81) hay cosas que son serias, solemnes, casi sagradas y que no dan para bromas. Por ejemplo, eso de apellidar la cueca, de ponerle "brava", "chora" o "guachaca".

Sentados frente a un plato de mechada con arroz y con una copa llena de tinto, los viejos cuequeros que están por colgar la manta (este domingo en el Teatro Caupolicán, a partir de las 19 horas) se interrumpen para aclarar las cosas: "Esas cuestiones raras no me gustan, hay que levantar la cueca, tirarla p'arriba. No rebajarla con eso del 'guachaca'", dice Marcial, y Eleodoro remata gráficamente: "Eso de guachaca es como hablar de un gallo que está muerto de cura'o en el suelo. Hay que tener respeto. Nosotros le dimos la vida entera a la cueca chilena y por eso lo decimos".

Lo aprendieron de chicos. De su padre, Vicente, que era payador y acordeonista y que a punta de correazos les enseñó las notas básicas: la "corta", que es el La menor, y la "larga" que es el DO. Con los dedos extendidos sobre el puente de la guitarra. Lo suyo no fue de academia, claro está, pero viniendo de dónde venía -de Longaví, VII  Región-, aprender a tocar cuecas y tonadas era cosa casi natural. Se empezaron a ganar la vida en matrimonios y bautizos. En restoranes de Parral y Linares. Porque ganaban más cantando que como temporeros, prácticamente el único oficio posible por esos pagos.

Eran niños huasos, los hermanitos Campos, y ya desde esa época, alrededor de 1935, apunta Eleodoro, no se separaron nunca más. Hasta ahora,  que están viejos y cansados. Que ya han decidido cerrar el boliche con un show con invitados. Los achaques merman los cuerpos de estos cuequeros octogenarios y han decidido parar: "Yo ya no estoy para viajes largos", dice Eleodoro y Marcial, que sí quería seguir, acepta con algo de resignación: "Yo creo que nos vamos a aburrir en la casa, pero bueno".

Calculan que grabaron más de mil cuecas y en todos los formatos posibles: vinilos, casets y discos compacto. Recorrieron Chile decenas de veces y hasta tocaron cinco veces en Estados Unidos y nada menos que 40 en Argentina. A la hora de la despedida, se atropellan los recuerdos, los discos que grabaron para RCA y los boliches ya desaparecidos del centro de Santiago donde cantaban. Y enfrentan el capítulo más polémico de su carrera, cuando actuaron en el acto oficial del gobierno de Pinochet, para la aprobación de la Constitución de 1980.

"Nunca nos metimos en política, ni tampoco fuimos pinochetistas. Eso fue puro cuento", dicen casi a coro y de nuevo en serio, como si fuera otro de sus versos cuequeros que esta vez comienzan a apagarse para siempre.

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