Si la atención se concentrara sólo en los títulos, el flamante proyecto musical de los hermanos Diego y Damián Noguera revolvería sensaciones, sacudiría algo más que la curiosidad. País violento es su nombre, Tagadá se llama su debut y los tracks fueron rotulados como La máquina de hacer terremotos, Niña ladrona, Quiero vomitar mi corazón, Cuando el mar se recoge, junto a letras de manifiesto rotundo: "Santiago baila, pero no baila por ti".

“Esos títulos se refieren al país donde estamos viviendo. Y tienen que ser así de sugerentes, tienen que decir algo, sino mejor le poníamos a los temas A1, A2 o A3. Por ejemplo, Tagadá es una palabra muy chilena, además de ser el juego más peligroso del mundo”, explica Diego Noguera. Su camarada artístico adhiere: “Todo el álbum es un relato donde la música, las letras y los títulos suman un concepto”.

Más allá del intenso simbolismo que salta en un primer acercamiento, País Violento se configura como un viejo anhelo de los hijos del actor Héctor Noguera, el que tiene como cuna la música electrónica de carácter experimental que ambos crearon para la versión de La vida es sueño que montaron en 2008. Por otro lado, ambos también acentúan su formación musical con la nueva aventura: aunque Diego luce una considerable trayectoria actoral (Bonsái, Sudamerican Rockers), estudió composición y ha facturado la música de distintas iniciativas, mientras que la educación de su hermano apunta al piano, la percusión y la literatura.

“Después de hacer música para teatro, queríamos ver qué pasaba si todo eso lo poníamos en formato canción, si lo hacíamos más pop y  bailable. Y el teatro nos dio ese arco emocional para llegar a ese formato”, cuenta Diego Noguera. En efecto, el dúo se encerró por dos años y medio a macerar un cancionero donde distintos instrumentos -bronces, cuerdas, pianos, guitarras- fueron procesados en un computador, lo que precipita un sonido lleno de quiebres, que se amplía y se recoge con pulso elástico, yendo de ritmos más acelerados a una sensibilidad más hipnótica. “Y nuestras influencias son Aphex Twin, Radiohead o Arcade Fire”, enumeran a modo de referencia.

La otra mitad del trabajo la hacen las letras. A cargo del poeta y dramaturgo Pablo Paredes, las composiciones aluden a inspiraciones citadinas muy reconocibles, como las animitas o la Virgen del cerro, aunque a través de un filtro retorcido y oscuro. Diego Noguera sigue: “La sensación de mirar una fiesta desde lejos, a la que no puedes acceder, es la que tiene gran parte de este país. Quizás también nuestra idea de felicidad no es la de una batucada. Es poder pasar por las tensiones y las tristezas, y después bailar”.

De hecho, la pareja busca presentar su propuesta en un espectáculo en octubre, esperando que a partir de ahí pueda llegar a la máxima audiencia posible. “Renegar del público sería muy raro”, aseguran. Un país violento, pero que también busca ser masivo.