Cuando el delegado general del Festival de Cannes, Thierry Frémaux, se enfrentó en mayo a una entrevista de Variety donde se le preguntaba por la ausencia de "grandes nombres" del cine estadounidense en aquella edición, no tuvo vacilaciones en explicar las causas y, además, en enorgullecerse con la inclusión de nuevos cineastas. Dijo que las nuevas películas de Ridley Scott, George Clooney y Alexander Payne no estaban listas para este Cannes, pero que a cambio sí llegaba lo último de Noah Baumbach (que en rigor no es tan nuevo) y de los hermanos Joshua y Ben Safdie.

La decisión de reclutar su película Good time (2017) para la Competencia Oficial fue, a la larga, una de las más acertadas e hizo que quienes hasta entonces no conocían el trabajo de los cineastas neoyorquinos les pusieran atención. ¿Quiénes son, de dónde vienen, qué emociones respiran y a qué destino se dirigen estos autores que suelen anclar sus historias al sector de Queens?

Presentada además en agosto en el Festival Sanfic, Good time da cuenta en primer término de una renovada manera de presentar la vieja historia del robo maltrecho y en segundo lugar de cierto interés en los tópicos del barrio y las lealtades familiares que en algo los emparentan con el cine de Sidney Lumet y Martin Scorsese. O al menos con las películas de ellos que registraron aquel Nueva York vociferante, sucio y bastante rudo de los 70 (Tarde de perros, Serpico, Calles peligrosas, Taxi driver).

Sobre Lumet quizás apenas reconozcan que comparten el mismo origen judío ("sí, nuestro cine habla de Nueva York, pero de la Nueva York de ahora", decían este año a Los Angeles Times), pero al menos a Scorsese le deberán desde ahora un gran espaldarazo: el director de El lobo de Wall Street producirá su nueva película, Uncut gems, que también contará con el brazo financiero de Emma Tillinger Koskoff, una de las productoras de The irishman, el filme que actualmente rueda Scorsese.

Uncut gems se desarrolla en el llamado Diamond District, la zona de Manhattan de mayoritaria población judía que se hizo famosa como uno de los sectores de venta de joyas más importantes del mundo. Como si el destino de los Safdie remitiera involuntariamente a los 70, vale la pena recordar que Maratón de la muerte, la película de John Schlesinger con Dustin Hoffman y Laurence Olivier sobre un criminal nazi suelto en Nueva York se ambientaba en esa misma zona.

La noche frenética

Recientemente nominada a Mejor Película y Mejor Actor (Robert Pattinson) en los galardones independientes Gotham Awards, Good time transcurre básicamente en un día. O una noche, que es donde pasa todo lo importante. Es una historia de robo y perdedores, pero también de relaciones fraternas inoxidables. Que la hayan dirigido dos hermanos no es entonces algo fortuito.

Todo parte con una larga escena donde Nick Nikas (Ben Safdie, uno de los realizadores) asiste a una sesión de terapia con un siquiatra que parece no penetrar tras esa mirada perdida. La razón es simple: Nick tiene un retraso mental y no se mueve al mismo ritmo que el resto del mundo. Su hermano Connie está relativamente harto de las consultas, los medicamentos y los sicólogos. Apuesta a que robando 65 mil dólares en un banco de poca monta va a resolver sus problemas y mete a su hermano en la operación.

La película, que mezcla muchas secuencias rápidas de persecución con escenas bastante morosas en lugares sombríos de Queens (estacionamientos abandonados, hospitales públicos), empieza realmente después de que los hermanos greco-americanos chocan en el auto en el que huyen. Bajan, sangran, caminan a los tropezones, pero los policías los capturan.

Ya en detención, Connie logra escapar y esta vez se asegura de que no le sigan la pista. Desde ese momento su objetivo será reunir el dinero para pagar la fianza de Nick y traerlo de vuelta a casa. Esa es otra historia, siempre con la banda sonora de fondo del grupo de Brooklyn Oneohtrix Point Never.

Desde su estreno en Cannes, Good time fue alabada por el trabajo de Robert Pattinson, actor británico que se hizo conocido con la saga de Crepúsculo y que a pesar de sus intervenciones en el cine de David Cronenberg estaba más o menos encasillado en los roles de galán del nuevo milenio. Aquí es todo lo contrario: descontrolado y proletario, su personaje es un antihéroe con todas las cartas en su contra.

En rigor Connie Nikas es sólo el último en una galería de los maltrechos personajes de los Safdie. Su cine está poblado de ellos. Los define, desde el padre borracho e irresponsable de Daddy longlegs (cinta de 2009 presentada en la Quincena de Realizadores de Cannes) a Heaven know what (2014), filme sobre un adicto a la heroína estrenado en Venecia.

Sin embargo, más allá de la ficción, la película que más satisfacción les ha dado viene del documental: es Lenny Cooke (2013) la lamentable historia de un injusto perdedor. Considerado en las ligas secundarias incluso superior a futuros astros de la NBA como LeBron James y Carmelo Anthony, Lenny Cooke era toda una promesa hasta que su ascendente carrera se truncó en el año 2001. Terminó jugando, mucho después, en equipos de segunda categoría, sin entender jamás por qué no cumplió sus propias expectativas.