La madrugada del 9 de febrero de este año será recordada como uno de los momentos más triste del fútbol chileno. Más aún para O'Higgins. Esa noche, un bus que trasladaba a 37 hinchas celestes cayó a un barranco de 150 metros en la Cuesta Caracoles, en Tomé.
Los seguidores del "Capo de Provincia" se dirigían a celebrar el triunfo que el equipo de Eduardo Berizzo había conseguido frente a Huachipato, en el estadio CAP. Pasada las 1.30 horas el accidente les quitó la vida a 16 fanáticos y dejó heridos a otros 21.
Ocho meses después de la tragedia, cerca de 300 personas entre familiares, amigos e hinchas del elenco de la Sexta Región visitaron el lugar del accidente, aprovechando que viajaban a Yumbel. Querían agradecer a quienes colaboraron en el rescate. Pero también rememorar en el lugar de la tragedia a quienes murieron en esa fatídica noche. "El dolor es tremendo al venir acá y estar en el lugar donde falleció mi hijo. La tristeza que siento no se puede comparar con nada", dijo emocionado José Miguel Avila, padre de Joaquín quien tenía 16 años.
La mano de un amigo
A la Cuesta Caracoles también llegaron sobrevivientes de la tragedia celeste. Entre ellos Guillermo Fernández, de 21 años. El "Nenlly" sufrió una fractura de cráneo que lo tuvo al borde de la muerte.
"Lo único que me acuerdo es que desperté el miércoles en Rancagua. Ahí me contaron que habían muerto tres amigos. En esos momentos sufrí una crisis emocional. El golpe fue demasiado duro". Este es el recuerdo de Guillermo que le agradece a un amigo estar con vida.
A minutos de la caída al barranco, su compañero de barra Simón Orellana, le prestó ayuda de urgencia al joven accidentado, que presentaba contusiones y una hemorragia en la cabeza. "Sin tener mucho conocimiento, lo amarré con un polerón que tenía para detener la sangre. Sólo le pedía que se mantuviera despierto", confiesa Orellana.
El joven de 19 años de edad fue uno de los pocos que resultó con heridas leves tras la caída. Recuerda que venía en el lado de la puerta trasera del bus y eso le permitió ayudar a otros hinchas. "Caímos y me quedé acostado tras el golpe, luego pude salir de los primeros y ayudar a un amigo que salió disparado por la ventana", agrega este fanático e integrante de la "Trinchera Celeste". Mientras, Fernández añade que "le debo la vida a Simón, gracias a él yo estoy vivo".
Convivir con el dolor
En el homenaje realizado en Tomé en agradecimiento por los servicios prestados, Paulina Silva intentó reconstruir el momento de la tragedia. Ella viajaba en el bus junto a sus amigos para compartir un rato agradable tras el triunfo. El choque abortó el panorama.
"Me desperté cuando habíamos caído del cerro. Un enfermero me apretaba el brazo y me decía que no me quedara dormida", relata la joven de 18 años.
Ocho meses después, Paulina revive otro hecho que vivió en una visita al lugar en septiembre. "Vine junto a algunos familiares y encontré junto a una animita una de las zapatillas que usaba ese día. Fue impactante encontrarme con eso".
Ese objeto lo atesora en su hogar como uno de los recuerdos más tristes en su vida. El mismo sentimiento comparte la familia celeste que vio partir en ese grupo a varios de los suyos.
Fueron 16 los que partieron después de haber alentado a sus colores y que dejaron a cientos de familiares y amigos. Ellos están aprendiendo a vivir con este dolor que los marcará por toda la vida.
Lentamente, la familia rancagüina se está levantando. El homenaje de ayer es una muestra. Pero jamás olvidará el momento más duro que le tocó vivir