No fue sólo una magistral estrategia comercial en vísperas de Navidad. Tampoco, el simple desenlace de una batalla legal que se extendió por casi una década. Cuando a fines de 2015 el catálogo de los Beatles aterrizó finalmente en las diversas plataformas de streaming, los analistas más enterados detectaron una señal más profunda, que apuntaba a un cambio de paradigma en la industria musical. Y aunque en la superficie nada parece haber cambiado de manera tan radical, son varios -y muy significativos- los hitos ocurridos durante los últimos doce meses que han hecho que diversas voces postulen al 2016 como el año que marcó el comienzo del dominio definitivo del streaming.
Pese a que el triunfo de esta tecnología se viene anticipando desde comienzos de este siglo con el lanzamiento del pionero servicio Rhapsody, no fue sino hasta el año pasado que el streaming lució muestras concretas de su consolidación. Qué mejor evidencia que la derrota de sus enemigos: primero, Radiohead, que en julio subió por primera vez nuevo material a Spotify, el mismo servicio que el vocalista Thom Yorke alguna vez comparó con "el último gas de un cuerpo moribundo". Hace sólo semanas hizo lo propio el dúo estadounidense The Black Keys, otro emblemático detractor de la compañía. "Prefiero que la gente pueda escuchar mi música a que no pueda", se justificó el baterista Patrick Carney en Twitter.
Más allá de estas últimas vueltas de carnero, las cifras globales del año confirman que las firmas más populares de streaming son las que están salvando a la industria de la música, que por segundo año consecutivo muestra números azules. Un hito que no se daba desde fines de los años 90 y cuyo crédito se lo llevan los principales líderes del rubro, como la mencionada Spotify -compañía de origen sueco número uno en el listado, con 40 millones de usuarios suscritos en el mundo-, seguida por Apple Music (17 millones), Tidal (4.2 millones) y Pandora (4 millones).
En concreto, de acuerdo a los balances difundidos a comienzos de diciembre por la Asociación de la Industria Discográfica de Estados Unidos (abreviado RIAA en inglés), los ingresos que han generado los servicios de streaming por suscripción en 2016 por primera vez superarán -y con creces- a las descargas pagadas, logrando en el mercado estadounidense US $ 1.600 millones de ganancias durante el primer semestre de 2016. Le siguen, en segundo lugar, las descargas pagadas, con US $ 1.200 millones de ingresos, mientras que el tercer y cuarto puesto es para las ventas de CDs ($ 443.9 millones de dólares) y discos de vinilos ($ 210 millones).
Si hasta hace unos años el apocalipsis parecía inevitable, con la piratería, la dramática caída en la venta de discos compactos y la percepción generalizada de que "los jóvenes ya no pagan por la música", las citadas plataformas de streaming musical le están dando a la mayoría de los sellos su mayor alza en ingresos en casi una década. A comienzos de este mes, sin ir más lejos, Warner Music, una de las tres grandes casas discográficas del mundo, anunció sus mayores ingresos en ocho años, cuyo tercio del total corresponde a lo vendido en plataformas de distribución digital.
Nuevo orden
Junto con las llamativas cifras de ingresos globales, el crecimiento de las principales compañías de streaming ha terminado de legitimar un modelo que hasta hace no mucho seguía siendo cuestionado por diversos sectores de la industria. Un caso emblemático es el de los Grammys, premiación por lo general bastante conservadora que a mediados de este año anunció que en 2017, por primera vez, incluirá entre sus nominados a álbumes y canciones que fueron lanzados exclusivamente en servicios de distribución digital.
En febrero, en tanto, la mencionada RIAA optó por modernizar su sistema e incluyó por primera vez los streamings de audio y también de video -entre éstos, YouTube- en su metodología para determinar los Discos de Oro y Platino. ¿La nueva fórmula? 1.500 reproducciones de una canción de un disco equivalen a la venta de un álbum físico.
Con la consolidación de la tecnología y el crecimiento de la industria, las dudas ahora pasan principalmente por los músicos, los que aún parecen confundidos ante el cambio de escenario. Así, mientras el canadiense Drake, el primer artista en superar las mil millones de reproducciones en Spotify, se beneficia de los cambios en el sistema, que le han permitido romper récords en los listados de venta gracias a su arrastre en el universo digital, otros nombres populares como Taylor Swift y U2 han cuestionado esta tecnología e, incluso, exigido al Congreso estadounidense que cambie la legislación ante lo que consideran un "pago injusto" por su trabajo.