El 26 de abril del 2013, Arturo Salah aumía la presidencia de Colo Colo con un apoyo unánime de parte de la directiva de ByN. Su arribo a la testera alba produjo gran expectación y sus tareas pronto quedaron definidas: Con un equipo alicaído, su misión era definir los nuevos fichajes del club, teniendo como primera prioridad al técnico.

Sin embargo, el primer tramo de su presidencia no fue demasiado feliz. Al Cacique llegó el paraguayo Gustavo Benítez como entrenador, acompañado de varios refuerzos que estuvieron lejos de dar en el tono. De grandes fichajes, muy poco. Nombres como Damian Malrrechaufe o Javier Toledo marcaron ese periodo negro en que Colo Colo buscaba recuperar la categoría acostumbrada.

Fueron meses complejos para Salah, quien siempre se mostró partidario de darle continuidad al técnico guaraní, pese a la avalancha de críticas y las dudas que venían dentro del mismo directorio. Hasta se especuló que una posible salida de Benítez se llevaría también consigo al recién asumido presidente. Finalmente, el paraguayo fue despedido del club, ante la gestión del bloque de la mesa liderado por Anibal Mosa, mientras el timonel parecía perder peso en un cargo en el que recién se asentaba.

Afortunadamente para los albos, Salah pudo torcer la historia. La salida de Benítez trajo como respuesta la apuesta por Héctor Tapia, y junto con ello, una nueva dirección en la política de fichajes del club. Siguiendo el ejemplo de la contratación de Justo Villar, el único acierto de la breve etapa del técnico guaraní, el club insistió con nombres de calidad probada y mucha experiencia.

Así, Colo Colo comenzó a ganar en categoría y peso con los arribos de Julio Barroso, Jaime Valdés, y Esteban Paredes, quienes fueron parte del logro más significativo en la era Salah: aa obtención de la anhelada estrella número 30 del Cacique.

De todas formas, en medio del despertar del cuadro popular, hubo algunas polémicas que amenazaron con minar el proceso. La fricción entre Salah y Tapia en el final del 2014 es ejemplo de aquello, cuando el técnico apretaba al directorio por la llegada de refuerzos (y no de cualquiera, sino los que él pedía con voz fuerte y clara), mientras que el timonel respondía pidiendo concentración en ganar el campeonato, en vez de centrarse en discusiones. Al final, el segundo semestre dejó al equipo con las manos vacías y muchos problemas internos.