Cuesta darles la razón a los fanáticos majaderos. Pero, esta vez, los seguidores de The Smiths, que cuentan décadas suplicando un retorno de la banda, aciertan en un punto: sin el guitarrista Johnny Marr, Morrissey es sólo un intérprete secundado por una banda competente. Porque, en sus dos shows en Santiago -la noche del sábado en la sala Omnium y ayer por la tarde en uno de los escenarios centrales de Lollapalooza-, Marr demostró que es uno de los guitarristas más hábiles e inventivos de su generación, capaz de desplegar una huella que cruzó todo el pop de guitarras nacido desde fines de los 80.
Con su facha de veterano mod -melena, ropa ceñida, zapatillas con estilo, mirada desafiante-, el inglés aparece de inmediato empuñando su instrumento, pero apenas para deslizar con delicadeza -casi con estudiada indiferencia- acordes que suenan limpios y nítidos. Aunque gran parte de su presentación está dominada por el carácter urgente de las composiciones de su debut solista -The Messenger (2013)-, como Upstarts o Generate! Generate!, la secuencia más vibrante aparece cuando interpreta con absoluta propiedad los temas de su banda madre.
Porque ahí no hay versiones remozadas ni canciones con otros timbres; Marr revive los himnos de The Smiths con fidelidad absoluta a su modelo original, como el trémolo de guitarra de How soon is now?, el filo combativo de Panic -que sólo tocó en su paso por el reducto de Las Condes- y la sádica melancolía de There is a light that never goes out, el cierre perfecto, con su voz acoplada precisa a los versos escritos por su ex camarada. Todo siempre al servicio de la melodía y la canción, sin mayores aspavientos, sin lucimiento para los flashes, con la sobriedad de un hombre que desde un principio se alejó de la etiqueta de "guitar hero" perpetuada desde los 70. De hecho, su paso por el Parque O'Higgins marcó el primer puente de la cita hacia un nombre legendario.
¿Más? Sobre el final da pie para una versión más cruda y eléctrica de Getting away with it, el hit que materializó con la banda Electronic, integrada por Bernard Sumner de New Order y que, en esa composición, contó con Neil Tennant, de Pet Shop Boys, en las voces. Ahí vuelve a calzar otro rol ajeno, esta vez de Tennant, interpretando las líneas antes propiedad del vocalista: por si no quedan dudas de un hombre que ha hecho de la versatilidad su mayor marca. Y, al menos por esta tarde, nadie preguntó demasiado por Morrissey.