Curioso destino el de Oreste Plath, quizá el más importante investigador de nuestro folclor: a pesar del arrasamiento de la posmodernidad y de la presunta globalización que trata de imponer una cultura planetaria, sus obras siguen reeditándose y leyéndose. Aunque sus textos se refieren a un pasado casi remoto y dan cuenta de costumbres y modos que hoy suponemos olvidados, contienen una frescura, vigencia y vitalidad que demuestran su permanente arraigo en la comunidad.
La mantención del patrimonio se ha convertido en la moda de las últimas décadas, y ha sido el núcleo central de ciertos discursos políticamente correctos a la hora de referirse a la cultura e historia de Chile. Pero Oreste Plath (1907-1996) nunca fue amigo de los grandilocuentes planteamientos ideológicos cuando comentó su trabajo; más bien lo entendía como una labor modesta, minuciosa, basada tanto en la cientificidad como en el afecto para dar cuenta de lo que él entendía como la investigación sobre el folclor: recuperar aquello que desde antiguo, en los niveles populares, se transmitió de generación en generación por la vía oral y que de no ser consignada en una publicación, desaparecería. Comidas y bebidas, particularidades lingüísticas, leyendas y aspectos religiosos fueron consignados y contextualizados en sus 58 libros. Tampoco postuló un discutible nacionalismo que aspirara a que lo registrado fuera puramente chileno, sin influencias ni conexiones. Conocedor del folclor de América y España, lo entendía como una red de mutuas influencias en permanente evolución.
Junto con Folclor lingüístico chileno y Geografía del mito y la leyenda chilenos, probablemente Los juegos en Chile. Aproximación histórica-folclórica (1986) sea su libro más conocido. Los tres han sido reimpresos por el Fondo de Cultura Económica, en ediciones corregidas por la hija del autor, Karen Müller, y cuyas versiones se pueden considerar definitivas. Los juegos en Chile (398 páginas) contiene un repertorio de las más variadas modalidades lúdicas practicadas en nuestro país desde la Colonia hasta nuestros días: canciones, pasatiempos colectivos de prendas, palmas y competencias, juegos con instrumentos, deportes esféricos, cuentos de nunca acabar y hasta destrezas y diversiones para adultos.
Sus páginas abarcan actividades tan arraigadas como el volantín, la honda, el trompo y el saltar la cuerda, y diversiones grupales tan antiguas como el pillarse, el paco-ladrón, la gallina ciega y las escondidas. De igual modo, el volumen incluye canciones, romanzas, coplas y poesías coreadas individual o asociativamente. En cada tema están referidos sus orígenes y evolución, las zonas geográficas donde se practican preferentemente y las diversas modalidades que adquiere en el resto de los países americanos. Plath nunca tuvo miedo de dar cuenta de ciertas derivaciones contemporáneas en los juegos, como lo ejemplifica esta versión sesentera del difundido Arroz con leche: "Arroz con leche/ me quiero casar/ con Salvatore Adamo/ y Hervé Vilard./ Con Yaco sí;/ con Sandro, no:/ con Rafael de España/ me caso yo".
Sus páginas son hoy mucho más que información respecto de ciertas costumbres ancestrales en el terreno de la entretención infantil: señalan un pasado que, misteriosamente, y en gran medida, sigue vigorosamente en pie. La reedición de uno de los libros clave del investigador del folclor Oreste Plath, muestra la poderosa vigencia que aún tienen las diversiones populares en la memoria colectiva chilena.