ES el telón de fondo de todas las altas autoridades que vistan el Palacio de La Moneda. Cada presidente extranjero, rey o empresario que se reúne con el Presidente en la casa del gobierno, se fotografía siempre con la misma imagen detrás: el cuadro El espejo de Cronos, de Roberto Matta, pintado en 1981. Se exhibe en el Salón Azul, el lugar donde se realizan las reuniones privadas más importantes.
Es una pintura monumental. Mide 3,13 metros de alto y 4,25 metros de ancho y originalmente estaba tasada en un millón de dólares. Aunque es parte del paisaje habitual de quienes transitan por el palacio, muchos desconocen que la obra no pertenece a La Moneda: es propiedad de BancoEstado, que se la compró directamente a Matta.
Durante años fue apreciada por miles de santiaguinos, ya que desde diciembre de 1996 estuvo instalada en el hall del primer piso de la casa matriz de la empresa -ubicada en la esquina de la Alameda con Morandé-, donde hay cajas de atención de público. De hecho, Matta quería que la obra estuviera en un lugar donde pudiera ser vista por muchas personas. Sin embargo, el cuadro salió de ahí en abril de 2001, fecha en que fue prestado en comodato a La Moneda, durante el sexenio de Ricardo Lagos. No tiene fecha de regreso y el contrato se ha prorrogado al menos dos veces.
Pese a que El espejo de Cronos ya no está en el banco, la empresa tiene otras obras de arte que están repartidas por las distintas oficinas de su edificio corporativo. Ocurre lo mismo en varios de los otros bancos, sobre todo en los más antiguos. Al interior de sus casas matrices, en el centro de Santiago, estas compañías poseen valiosas colecciones de pintura.
Cuadros de Roberto Matta, Pedro Lira, Juan Francisco González, Roser Bru, Alberto Gordon, Nemesio Antúnez y de cientos de autores más sirven de fondo para las reuniones de directorio de los bancos más importantes del país y de encuentros en donde se deciden grandes fusiones. Son una especie de museos ocultos y que en conjunto conforman uno de los secretos mejor guardados de la capital.
En el piso 20 del edificio corporativo del Banco Santander, en la calle Bandera, tiene su oficina el presidente de la compañía, Mauricio Larraín. En el elegante despacho, detrás del escritorio, hay un óleo de Ernesto Charton de Treville, pintor francés del siglo XIX radicado en Valparaíso. Es una de las pinturas más valiosas de una colección de cerca de cien piezas que pertenecen al banco.
El conjunto se fue conformando con las distintas fusiones que ha tenido la empresa. Hay cuadros que venían de los bancos Español, del Trabajo, O'Higgins y, sobre todo, del Santiago. En su casa matriz, que estaba en la esquina de Agustinas con Bandera, este último banco, haciendo honor a su nombre, poseía una gran cantidad de cuadros que retratan diversos lugares y épocas de Santiago. Entre ellas se cuentan una vista desde Peñalolén de Alejandro Cicarelli y otra desde el cerro San Cristóbal, pintada por Pedro Lira.
Sin embargo, una de las joyas de la casa matriz del Santander son tres cuadros de Matta, los que pertenecían a la colección del Banco Santiago. Se exhiben en un pasillo en el que están los comedores de los gerentes y están custodiados por dos esculturas de Juan Egenau.
La pinacoteca de la casa matriz del Banco de Chile, en Ahumada con Agustinas, es más tradicional. Está compuesta por cerca de 300 obras y, según Fernando Morelli, jefe del Departamento de Relaciones con Accionistas, tiene orígenes diversos. Las más importantes están en el comedor, donde se reúne la mesa directiva. Sus integrantes almuerzan apreciando cuadros de artistas nacionales como Juan Francisco González, Pedro Lira, Gonzalo Cienfuegos y Onofre Jarpa.
Al interior del edificio, el banco posee también un pequeño museo en el que se exhibe una colección de monedas y billetes, además de objetos y fotografías de los primeros años de la empresa. Pese a que es privado, desde junio de este año está abierto para delegaciones de cursos de enseñanza básica.
Una de las pinacotecas más diversas es la del BBVA. Se armó con las colecciones de los distintos bancos que dieron origen a la compañía: Nacional, Exterior de España, Hipotecario de Valparaíso, entre otros. Algunas provienen de España y son, sobre todo, óleos de artistas modernos que eran convocados a concursos para alhajar las sucursales de los bancos que formaron el BBVA.
Sin embargo, la mayor parte de sus 80 obras son de autores chilenos. El gerente de Comunicaciones del banco, Renzo Poggione, asegura que entre las más valiosas están tres de Arturo Gordon, que se exhiben en el comedor, donde se reúnen los directores, y otras de Juan Francisco González. También hay cuadros de artistas contemporáneos, como Bororo, Roser Bru y Mario Toral. "Esos fueron comprados, pero desde los años 70 prácticamente no se adquieren nuevas obras", aclara Poggione.
Toda esta colección estuvo hasta hace algunos años en la casa matriz del banco, un edificio de la calle Huérfanos que fue proyectado a comienzos del siglo XX por el arquitecto Ricardo Larraín Bravo para la Caja de Crédito Hipotecario. Sin embargo, hoy se exhiben en las distintas oficinas de su edificio corporativo, en Providencia. De todos modos, en el inmueble del centro aún se conservan los murales de gran formato que Pedro Subercaseaux pintó en varias de sus paredes. Los hizo justo antes de entrar a la Abadía de Wight, en Inglaterra, para hacerse fraile.
Sin duda, la pinacoteca bancaria más importante es la del Banco Central. Según la jefa del Departamento de Extensión, Carolina Besa, es la tercera colección pública más importante después de las del Museo de Bellas Artes y del Museo Histórico Nacional.
Son más de 300 obras que, en su mayoría, fueron adquiridas tras la crisis bancaria de 1982. "La colección se acrecentó con los cerca de 220 cuadros que los bancos Hipotecario, de Talca y Unidad de Fomento dieron en parte de pago por la deuda subordinada. Pese a que se formó de forma circunstancial, es una colección bastante coherente", cuenta Besa.
La mayoría está en el edificio antiguo, en la calle Agustinas. La oficina que exhibe más obras es la del presidente del Banco Central, José de Gregorio, en cuyas paredes cuelgan 11 pinturas de Pedro Lira, Orrego Luco, Juan Francisco González y otros autores clásicos chilenos. En cantidad, le siguen los despachos de los consejeros y los gerentes.
De todos modos, lo más parecido a una galería que hay en el banco es la Sala Pedro Lira, que es un salón de reuniones que está alhajado con 11 pinturas de este reconocido artista. Cada año se abre al público durante el Día del Patrimonio y se convierte en uno de los principales atractivos de los santiaguinos que visitan el lugar y en el otro gran tesoro del Banco Central.