En ocasiones pasan inadvertidos. Casi escondidos, en pequeños pueblos o ciudades ubicadas en los extremos del país. Son las historias de chilenos que, a medio camino entre el aislamiento y la lejanía, inventan nuevas formas de hacer patria. Un juez que recorre hasta nueve horas por caminos de tierra, a veces con mal tiempo, para acercar la justicia en la Patagonia; un profesor que intenta sacar adelante a cursos de seis alumnos en un pequeño pueblo altiplánico, a 3.800 metros de altura; un taxista que diariamente cruza la frontera norte para dejar a sus pasajeros, y un locutor radial que, desde hace 20 años, conecta a quienes viven en la ciudad más austral del mundo. Retazos de un país largo.

Juez itinerante por la Patagonia

Rodeado de bosques, montañas nevadas y lagos cristalinos está Cochrane, la última localidad que cruza la Carretera Austral, en la Región de Aysén. En medio de ese lejano paisaje, Edmundo Devia lleva nueve años siendo juez de Garantía. Dentro de las dificultades de su trabajo están la distancia y el aislamiento. Para llegar a la capital Coyhaique, desde la comuna, son hasta 11 horas de viaje. Y una vez allí, para acercar la justicia a las otras comunas de la provincia, realiza itinerancias, es decir, al menos una vez al mes recorre Villa O'Higgins, a nueve horas de la comuna, y Caleta Tortel, a cuatro.

"Me gusta mucho trabajar acá", reflexiona Devia. Lo que más disfruta, dice, es la cercanía con la gente. "Debemos estar inmersos en la comunidad", cuenta, y agrega que en la provincia aún se practican las audiencias populares. "En este sistema, el juez actúa como un amigable componedor. Son casos, como por ejemplo, en que alguien deja el cuidado de sus animales a otra persona y no los quieren devolver. Nos sentamos los tres y se resuelve sin judicializarlo". También recuerda un episodio anecdótico: "Una vez intentaron robar 5.200 kilos de hielos milenarios en un camión frigorífico para los casinos de Santiago y servir whisky".

Innovando desde el altiplano

A las 8 horas empieza la jornada en la escuela de Cariquima, un pueblo altiplánico de 80 habitantes, ubicado a 30 kilómetros de la frontera con Bolivia. Mauricio González, uno de los tres profesores, llegó en 2013 al pueblo para cumplir su sueño: ser maestro rural.

En otra época, la escuela tenía más de 100 alumnos, pero hoy la realidad es distinta. Mauricio recibe cada mañana a seis alumnos. Las salas lucen deshabitadas y antiguas. Y sólo la de computación, que tiene más computadores que niños, es de construcción sólida. "Los pueblos de los sectores andinos se están despoblando. El municipio está haciendo un esfuerzo para que no ocurra y decidieron tener tres profesores para nuestros niños", explica.

Los problemas sobran: la señal de internet es débil, no hay radios y sólo pueden sintonizar un canal de televisión. Pero allí se desarrolla una importante idea: "Nuestro proyecto es hacer una radioemisora que cubra todo este sector de la comuna. Es ambicioso, porque los implementos son artesanales", cuenta, orgulloso, González.

Un taxista sin fronteras

Jorge Barros recorrió todos los puertos chilenos hasta que se enamoró de Arica. En su vida pasó por varios oficios: instalador de hornos, fotógrafo de matrimonios y guía turístico. Pero desde 2013 cumple otra misión: es uno de los 152 taxis internacionales que transportan pasajeros hacia Tacna, Perú. Un trabajo que no está libre de peligros: en dos ocasiones han descubierto a sus pasajeros portando drogas.

Pero a Barros su labor lo emociona. "Cuando cruzo a Perú, pongo la radio típica de allá, Radio La Inolvidable. Luego, regreso a Chile y pongo cuecas y tonadas", confiesa. El hombre tiene también otro sello: siempre anda con su sombrero de huaso, casi como una superstición. Y en septiembre se viste ad hoc para trabajar. "Uso el sombrero porque soy pelado y debo protegerme del sol, pero, además, estamos en Chile, me encantan las tradiciones", opina.

Locuteando al fin del mundo

En Puerto Williams (XII Región), un locutor de radio informa diariamente las noticias a los vecinos del fin del mundo. Mauricio Bahamonde es oriundo de Punta Arenas, pero reside desde hace más de 20 años en ese lugar. Su programa suena en el dial FM 89.5, Radio Navarino. Y pese a que sólo hay 2.800 habitantes, este hombre ancla dice que al ser la única radio, "casi toda la población la escucha, ya que es el único medio por el cual se pueden enterar de lo que sucede (…); transmitir desde el fin del mundo claramente es una experiencia única". Cuenta que una vez se le ocurrió hacer un radioteatro, pero todos los personajes los hacía él mismo, poniendo distintas voces. Hasta el día de hoy aún hay quienes lo llaman como sus personajes. También se enorgullece de que "al ser una localidad chica, cada vez que vienen autoridades pasan por la radio. He entrevistado a presidentes, ministros y artistas como Miguel Mateos y Los Prisioneros".