1. Detenido por una patrulla policial

Brenda y Enrique Rangel Ortiz perdieron la pista a su hermano Héctor en Monclova, estado de Coahuila (norte de México), el 10 de abril de 2009. Había viajado a esa ciudad por negocios desde Querétaro (centro del país) cuando fue detenido por una patrulla municipal por exceso de velocidad; alcanzó a hablar a su familia para avisar y decir que le pedían dinero para no retenerlo. Después, la familia Rangel Ortiz no volvió a saber de él. En los días siguientes, Brenda y Enrique viajaron a Monclova para buscar a Héctor, pero la policía municipal y los fiscales del Estado les advirtieron que no continuaran, diciéndoles que no anduvieran "levantando el polvo" o les sucedería lo mismo, según relató Brenda en el programa Aristegui, de CNN en Español. Pese a ello, no ha parado de luchar por encontrar a su hermano. Proporcionó a las autoridades la patente de la patrulla que detuvo a Héctor, compró en el mercado negro la lista de sus llamadas de teléfono, consiguió los estados de cuenta de las tarjetas que se usaron tras la desaparición e incluso las IP de los computadores desde los que se efectuaron las compras. Sin embargo, cuando acude a la fiscalía para ver los avances de la investigación, las respuestas son siempre las mismas: "no hay avances", "no hay presupuesto", ni personal para buscar a los desaparecidos. Pero una luz de esperanza surgió esta semana luego de que el procurador de Justicia de Querétaro informara de la detención de cuatro policías de Monclova y un civil, acusados de secuestrar a Héctor.

"Con todas las presiones que tengo de amenaza de muerte y todo, no voy a descansar, y si algún día amanezco colgada o destrozada, es culpa del gobierno, es culpa del Estado mexicano", afirma Brenda.

2. El niño que desapareció rumbo al aeropuerto

La última vez que la educadora de párvulos Lourdes Herrera vio a su hijo, Brandon Esteban Acosta Herrera, que entonces tenía ocho años, y a su esposo, Esteban Acosta Rodríguez, de 35, fue cuando el reloj marcaba poco antes de las 07.00, el 29 de agosto de 2009. Según CNN México, los dos partieron de la capital del norteño estado de Coahuila, Saltillo, rumbo al aeropuerto Internacional de Monterrey, en el vecino Nuevo León. Acosta Rodríguez pasaría por sus hermanos, Gerardo y Gualberto, para trasladar a éste último a un vuelo que lo llevaría a la fronteriza ciudad de Tijuana, al noroeste del país. Lourdes esperaba el regreso de su esposo e hijo al mediodía, pero desde entonces no ha vuelto a ver a los cuatro miembros de su familia. En el lugar donde fueron secuestrados -según el diario Zócalo- sólo se encontraron unas zapatillas con sangre y varios casquillos de rifle de asalto AR-15. En las cercanías se halló abandonada una camioneta blanca con patentes sobrepuestas. Desde ese día, Lourdes se convirtió en cabeza de familia. Su vida la dedica a buscar a su esposo y a su hijo, y a querer a su única hija -un año mayor que Brandon-, quien se convirtió en su mejor amiga y compañera. "Han sido cinco años eternos porque no hay nada en mi caso; cinco años de espera, búsqueda y esperanza, de lucha, de aportar mucho de mí y no recibir nada a cambio", dijo Lourdes en agosto pasado, luego de la presentación del documental Ausencias, que productores independientes hicieron en memoria del menor y de la lucha que su madre hace para encontrarlo. "Ahora (Brandon) ya tiene 13 años, tal vez ha cambiado, ya es más grande, pero su carita sigue siendo la misma, estoy segura. A veces me acuesto y siento su calorcito, eso me da fuerzas para seguirlo buscando", contó Lulú, como la llaman en el colectivo Fuerzas Unidas por Nuestros Desaparecidos en Coahuila.

3. El último turno de la mesera de Chihuahua

Pamela Leticia Portillo Hernández, madre de dos hijos, desapareció la madrugada del 25 de julio de 2010 en la ciudad de Chihuahua, en el estado del mismo nombre (norte de México). La joven de 23 años trabajaba como mesera en el drive-inn La Cervecería. Luego de cumplir su turno salió con unos amigos, entre ellos cuatro oficiales del Ejército y telefoneó a su madre para decir que estaría en casa después de comprar un hot dog. "La última vez que hablé con ella fue 15 minutos antes de que la secuestraran, llamó por teléfono para avisarme que pronto llegaría a la casa y nunca llegó", relató Lourdes Hernández Alarcón, integrante de la ONG Justicia para nuestras hijas, de Ciudad Juárez. La madre de Pamela salió a buscarla a las 07.00 y después de encontrar su auto abandonado con las puertas abiertas y las luces encendidas denunció su desaparición. Según Amnistía Internacional, algunos testigos confirmaron después que Pamela y un oficial del Ejército fueron secuestrados por hombres armados, posiblemente policías, que de acuerdo con los informes buscaban autos robados. Ante la ausencia de avances de la investigación oficial, la madre prosiguió con sus propias indagaciones, pero comenzó a recibir amenazas contra ella y su familia. "Nunca pensé que me vería en esta situación. Siempre lo veía desde lejos. Pensaba: 'pobre gente, no saben lo que les ha pasado a sus hijas, las desaparecidas de Ciudad Juárez'", relató. "Las niñas van creciendo y todos los días les repito la misma historia a mis dos nietas, que su mamita anda trabajando pero pronto regresará para llevarlas al parque. Cada día es un día más difícil de vivir pero me mantiene viva la esperanza de que encontraré a 'Pamelita' viva, con toda mi confianza depositada en Dios… no en las autoridades", concluyó.

4. Captores con chalecos de la Marina

El 5 de junio de 2011 José Fortino Martínez Martínez, administrador de una cooperativa escolar en Nuevo Laredo (norte del país) estaba durmiendo en su casa con su esposa y cuatro hijos, cuando fueron despertados a la 01.00 al sentir que abrían la puerta con violencia. En declaraciones a Human Rights Watch, la esposa de Martínez, Oralia Villaseñor, dijo que cuando encendió la luz vio a siete u ocho hombres encapuchados en la habitación, los cuales portaban armas largas y vestían chalecos antibalas con la inscripción "Marina". Luego de revisar todas las habitaciones, uno de los hombres se acercó a otro que parecía ser un comandante y le dijo "es pura familia". El hombre se disculpó con la esposa de Martínez por haber roto la puerta de la vivienda. Le entregó 200 pesos mexicanos para cubrir los daños provocados. Sin embargo, los soldados sacaron de la casa a Martínez para hacerle unas preguntas, operación que repitieron unos minutos más tarde, con el pretexto de corroborar sus huellas. Media hora después, la esposa escuchó el chirrido de neumáticos. Un convoy de vehículos militares se había llevado a su esposo. La mujer siguió en su auto a la columna de 14 vehículos, que hizo varias paradas. Un agente la amenazó con disparar si continuaba siguiéndolos. Esa noche se llevaron a seis hombres. Nada se sabe desde entonces del paradero de Martínez. Amenazada de muerte tras denunciar a la Armada por la desaparición de su esposo, Oralia intentó obtener el estatus de refugiada en EE.UU., pero prefirió regresar a México. "Hubiera sido una cobardía no volver. ¿Si nosotros no le movemos, quién lo hará?", dijo. En agosto de 2012 denunció que pistoleros atacaron su casa en Nuevo Laredo. La casa estaba desocupada al momento de la agresión. Al regresar vio 89 impactos de arma larga. "La negativa de la Marina a reconocer su participación en la detención de José Martínez no es creíble dadas las evidencias", dijo en 2011 Javier Zúñiga, consejero especial para América de Amnistía Internacional.