Se decía que esta generación iba a dar un salto cualitativo en este Sudamericano. Que era el famoso recambio. Sin embargo, está lejos de convencer. Más allá de sumar solo dos puntos en tres encuentros, se ve un nivel muy bajo. En ningún partido en Ecuador, Chile puede decir que mereció más puntos de los que obtuvo. Y eso es lo que más preocupa.
Ya en el partido con Brasil se vieron errores que duelen. Si bien se le debe apuntar en primera instancia a Jeisson Vargas y a Jaime Carreño por sus expulsiones injustificadas, se notó un equipo nervioso y preso. Contenido. Rebolledo y Gutiérrez, dos laterales que han mostrado tener una importante proyección ofensiva en sus equipos (UC y Colo Colo), parecen inhabilitados para llegar a línea de fondo. La Rojita llega con muy pocos hombres a los últimos metros, y eso es clave para la pocas opciones que se ha generado en este Sudamericano. El poco recorrido de los lateral, a estas alturas, es algo retrógrado para el alto rendimiento.
En el mediocampo de contención se ha confiado principalmente en Cuadra y Suazo. Pero, principalmente por lesiones, se ha debido modificar constantemente una zona donde es clave la coordinación y el conocimiento de los dos hombres que plantea el Choro. Carlos Lobos, una alternativa interesante como volante mixto, fue utilizado como enganche ante Ecuador, y no se vio bien. Ayer, Robles propuso un elenco con Yerko Leiva y Kevin Vásquez, quien reemplazó al lesionado Cuadra. Muchos experimentos en un elenco que ha perdido continuidad en el medio, donde la zona creativa no ha tenido claridad ni la compañía adecuada desde algunos metros atrás.
Arriba, Robles también ha experimentado. Como enganche, posición que le agradaba en su etapa formativa, Jeisson Vargas ha perdido ritmo. En Universidad Católica y Estudiantes de la Plata ha sido más utilizado como extremo. Victor Dávila ha debido jugar más encasillado a un costado, pese a que lo que ha jugado en Huachipato ha sido con mayor libertad en los últimos metros. Pero lo más insólito ha ocurrido con José Luis Sierra; un delantero centro que no puede ser más característico ayer, contra Paraguay, hacía lo que podía como extremo derecho. Una mal uso de jóvenes que tienen puestos claros, y que se ven encasillados a un 4-2-3-1 que da la sensación de ser muy predecible.
Con el marcador en contra, Robles propuso una línea defensiva diferente para modificar la historia. Pero la Rojita, en el segundo tiempo, generó menos daño ofensivo que en el primero. Kimura se vio muy incómodo por el costado, teniendo menos proyección que Rebolledo, el damnificado para el ingreso de Ramírez. Ofensivamente, no se ven jugadas preparadas ni movimientos coordinados para generar espacios. Y también, al igual que en la contención, la constante rotación de nombres en ofensiva denota una falta de convicción tremenda. Entre Morales, el mismo Sierra, Dávila y Jara se han compartido el ataque sin encontrar una solución. Como si no hubiera existido tiempo de preparación para que los planes B dieran alguna alternativa para ilusionarse.
Más allá de los errores puntuales e individuales que han existido en los tres goles que ha recibido Chile (entre Collao, Sierralta y Ramírez como principales responsables), Chile juega muy mal. Contra Colombia necesitará una claridad que no ha tenido en Ecuador si quiere pasar de ronda. Los nombres están, tienen experiencia en primera división, pero las variantes de ataque en conjunto parecen ser nulas. Y, así, no se puede soñar con una clasificación que, con el rendimiento mostrado, está más cerca de ser una hazaña. Un milagro.