Los hermanos Patricio (24) y Federico Mekis (23) -estudiantes de Ingeniería en Turismo y Hotelería de la Unab- se percataron que en Santiago oriente no había un buen lugar para practicar skate. Se acercaron al Mall Sport y preguntaron por el skatepark que había ahí. Tenía mucho potencial, pero estaba deteriorado. Para su sorpresa, se los ofrecieron para que se hicieran cargo.

No lo pensaron dos veces y se lanzaron. Demolieron el que había y construyeron uno nuevo. Pero no querían que fuera una pista convencional y abrieron la escuela de skate para niños Bowlpark. "La mayoría de los skatepark están en Santiago poniente. No hay ninguno entre Las Condes, Vitacura y Lo Barnechea. Los skaters de esas comunas tenían que ir lejos. Con Bowlpark Mall Sport queríamos darles un espacio a todos ellos para practicar cerca de casa", explica Federico.

¿Por qué apuntar a ese público? "Es mucho mejor motivar a los niños para que sean deportistas que buenos en los video juegos", reflexiona Patricio.

La academia lleva cinco meses abierta y ha tenido una buena respuesta: más de 100 alumnos mensuales y 900 usuarios. Además, hace un tiempo están desarrollando talleres gratuitos los sábados en la mañana a niños de escasos recursos de Lo Barnechea y Las Condes. Les prestan equipos, les enseñan a andar y terminan la jornada con un desayuno. La idea en el futuro es poder hacer crecer esta iniciativa y llegar a más pequeños.

"Una de nuestras metas es formar al próximo campeón de Chile y que sea un profesional a nivel mundial", dice Federico.

Para empezar a buscar a ese campeón el sábado 6 de agosto realizarán el primer campeonato "Lords of Bowlpark". El torneo tendrá cinco categorías: menores de 6, de 10, de 14, de 18 años y "pro grommets", menores de 18 años que ya son semi profesionales. La inscripción vale $ 6.000 y incluye la polera del evento.

La historia de los hermanos Mekis con las tablas partió a temprana edad. Tenían nueve y ocho años cuando para Navidad cada uno recibió un skate. Luego pasaron el verano en la playa. Como el mar les quedaba lejos y había una gran bajada de por medio, la mejor y más rápida manera de llegar era irse arriba de sus nuevos regalos, haciendo carreras.

Pero quisieron más. Así volvieron a Santiago y frecuentaron las construcciones cerca de donde vivían para que los maestros les regalaran escombros y con ellos pudieran hacerse ramplas y cajones para tirarse. "En la casa también siempre hubo muchos maestros, entonces ahí con su ayuda y las herramientas de ellos, ya teníamos un mini skatepark en casa", cuenta Patricio. En esa época nada los paraba, ni la lluvia. "Si estaba lloviendo, igual salíamos a andar", -recuerda Federico- "aunque eran cosas de niños, porque con el cemento mojado lo único que sale bien son los porrazos", se ríe.

Pasaron los años y junto con el skate desarrollaron también su pasión por el surf y snowboard. "Un verano nos compramos una Peugeot Boxer y nos lanzamos con una escuela de surf itinerante, Wavepark. En el invierno hicimos Powpark, capacitaciones de seguridad en distintas pistas y paseos a centros de esquí", explica Patricio. Pero se les apareció marzo, y aburridos de la estacionalidad de sus deportes, quisieron algo que durara todo el año y que no importara si lloviera, hubiera sol o viento. La elección fue una escuela de skate, deporte que crea a su alrededor una verdadera cultura urbana.