Los planeadores alzan el vuelo

La experiencia de recorrer Santiago a 1.200 metros de altura está ganando adeptos en los últimos años: un viaje de 20 minutos puede costar $ 50 mil y ya existen cuatro clubes dedicados a esta práctica en el país.




No tiene motor, no usa gasolina y el viento es lo único que sostiene en el aire los 350 kilos de fibra de vidrio con los que está construido. Eso y un diseño preciso de sus alas, para que la aerodinámica permita elevar la nave hasta los 1.200 metros, haciendo insignificante algunos hitos de Santiago, como la torre del Costanera Center o el cerro San Cristóbal.

Se trata de los planeadores que realizan la modalidad del vuelo libre, una especialidad donde la capital goza de particulares características, atrayendo a especialistas europeos y transformando a Chile en el tercer país del mundo con mayor actividad en este rubro. En los últimos años, además, se ha registrado un aumento entre los santiaguinos que se han atrevido a subirse a una de estas naves.

"Chile se encuentra dentro de las mejores condiciones del mundo, otros países son Sudáfrica y Australia, pero allá se hace un tipo de vuelo distinto, de llanura. Acá se puede realizar un vuelo de montaña, porque sin duda es el mejor lugar para hacerlo", cuenta Christian Chaigneau, director deportivo del Club de Planeadores de Vitacura, quien detalla que la combinación de una cordillera alta y el mar cercano, crean corrientes ideales para volar.

“Hace cinco años no recibíamos a nadie, pero en el último tiempo, con la cobertura que han tenido las competencias y con actividades como el Open Day, en que el club se abre al público, la cantidad de personas que hacen estos vuelos demostrativos ha aumentado y recibimos alrededor de diez personas cada fin de semana”, relata el instructor Rodrigo Lavanderos, del mismo club.

Experiencia en el aire 

Para que se eleve, el planeador tiene que ser arrastrado por un avión remolcador, que lo traslada hasta alcanzar los 750 metros de altura, donde el cordel que los une se suelta, dejando la nave suspendida en el aire por sí mismo. Además de poder observar la panorámica, se produce un silencio absoluto, sólo se escucha el viento que entra por una de las pequeñas ventanas.

Al aterrizar, el piloto solicita autorización a través de la radio. Se despliegan los frenos de aire, unas pequeñas aletas en ambas alas, y la aeronave desciende, hasta alcanzar la pista, a 100 kilómetros por hora.

Para pilotear esta nave se necesita aprobar un curso teórico de tres meses y uno práctico con 60 vuelos. Después, se rinde un examen en la Dirección General de Aeronáutica Civil. El costo del curso, más la cuota de incorporación al club, bordea las 265 UF (más de seis millones de pesos).

El valor de los planeadores ronda entre los $ 20 y $ 100 millones, dependiendo de factores como el modelo y el año de fabricación. Esto sin incluir los costos de mantenimiento y el traslado desde Alemania, donde son fabricados a mano. Sin embargo, el Club de Planeadores de Vitacura ofrece vuelos demostrativos los fines de semana para quien desee vivir la experiencia de mirar Santiago desde el aire. Estos duran aproximadamente 20 minutos y tiene un valor de $ 50 mil.

"Tiene una muy buena visibilidad, las personas pueden mirar hacia todas partes. Como no hay vibraciones ni se utilizan audífonos, entras en contacto con la atmósfera y la naturaleza de una manera muy fácil. Los usuarios se sorprenden, sienten como sube y baja, y no esperan ese contacto tan directo, de percibir en el cuerpo cada movimiento del planeador", sostiene Lavanderos.

Este es el único recinto de Santiago  donde se practica esta actividad y forma parte de los cuatro que hay en Chile, junto a los de Valparaíso, Concepción y Osorno.

Ayuda en emergencias 

Planear no solo sirve como recreación, las naves pueden alcanzar una velocidad de 200 kilómetros por hora y recorrer distancias de mil kilómetros en un día. Es por eso que la Oficina Nacional de Emergencia firmó un convenio con el club de Vitacura para obtener ayuda en emergencias.

Ricardo Toro, director de la Onemi, dice que esta alianza “se enmarca en la idea de sumar las capacidades de distintos organismos, tanto públicos como privados, al Sistema de Protección, para fortalecer las temáticas de reducción del riesgo de desastres en el país”.

De hecho, una de las catástrofes donde el club prestó ayuda fue para la emergencia del aluvión de Atacama. Realizaron viajes a la zona para recopilar información de los daños e hicieron traslado de elementos de ayuda.b

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