DE SAN RAMÓN AL I. NACIONAL
El padre de Fernando  Alfaro (18) trabaja como reponedor en un supermercado y su madre es dueña de casa. El se  preparó en el "preu" del colegio y, además, completaba facsímiles los fines de semana. Comenzó su educación escolar en un colegio de San Ramón, de donde salió con promedio 6,8 y entró al Instituto Nacional el 2004, tras pasar un difícil examen de admisión. Para él, el apoyo de su familia ha sido clave. Su padre, por ejemplo, se iba siempre en bicicleta a su trabajo para poder ahorrar dinero. "Siempre me han apoyado", cuenta él.

"PENSARON QUE FRACASARÍAMOS"
Alvaro Marchant (17) asegura que no se sorprendió cuando supo que estaba entre los 29 puntajes máximos que obtuvo el Instituto Nacional. Al igual que varios de sus compañeros. Mi madre es operaria y mi padre es trabajador independiente en un taller. Ellos siempre pensaron que iría a la universidad. Están felices", dice él, y agrega que quiere estudiar Ingeniería Civil en la Universidad de Chile. Ensayos, preuniversitario y la educación entregada fueron claves para "tapar la boca de quienes pensaron que éramos una generación perdida, y que no tendríamos éxito", señala.

CON APOYO DE UN PREUNIVERSITARIO
Paulina Lira (18) es alumna del Liceo Carmela Carvajal y obtuvo puntaje nacional en Ciencias. Ahora se prepara para estudiar Medicina en la U. de Chile. Su madre trabaja fabricando joyas.
Pudo asistir a un preuniversitario gracias a una beca. "Estudié para todo... el colegio nos apoyó en lo que estábamos débiles", comenta. Ella asegura que el conflicto docente no la afectó. Sin embargo, subraya que "nos perjudicaron los paros de años anteriores, ya que hubo muchas materias que se dejaron pendientes".

TUVO QUE SACRIFICAR EL FÚTBOL
El padre de Emilo Molina (18) es mecánico automotriz y su madre es dueña de casa. Este alumno del Instituto Nacional obtuvo máximo nacional en matemáticas y ahora se prepara a estudiar Ingeniería, en la U. de Chile o en la UC. El cuenta que debió hacer sacrificios para cumplir su meta: por ejemplo, dejó de jugar fútbol con sus amigos para completar facsímiles.
Este institutano es el primero en su familia en ingresar a la universidad y asegura que, como le gustan los números, estudiar para la prueba se volvió más un hobby que una obligación.