Para Carla Baillie, la violencia sectaria en Irlanda del Norte era parte de la historia. Sin embargo, el 3 de diciembre, los disturbios volvieron a tomarse las calles de Belfast, la capital norirlandesa, y regresaron los fantasmas de un pasado sangriento. "Soy muy joven y nunca había visto este tipo de violencia. Yo crecí en otra ciudad, sin disturbios en las calles ni violencia. Lo que ocurre ahora es tal como me lo contaban mi mamá y mi papá que ocurría hace años", señala Baillie, de 28 años y quien trabaja en el servicio de impuestos internos en Irlanda del Norte.

Las bombas molotov y las armas se volvieron cotidianas, luego de que una votación en la alcaldía local pusiera fin a la tradición de más de un siglo de izar la bandera británica todos los días desde el edificio del City Council, provocando el enojo de partidarios pro británicos, los unionistas, quienes lo consideraron un ataque a su identidad cultural. Los disturbios se han extendido durante las últimas siete semanas, dejando al menos 102 policías heridos y 116 personas detenidas. Para los analistas se trata del peor período de violencia en Irlanda del Norte, desde el acuerdo de paz firmado en 1998, que ha puesto de manifiesto la fragilidad de ese acuerdo.

Como sea, la imagen de un Belfast tranquilo con el que ha crecido Carla Baillie es el reflejo de los cambios que ha experimentado la ciudad durante estos 15 años. A juicio del presidente del partido pro republicano Sinn Fein, Gerry Adams, esta ya no es una ciudad unionista, sino que una ciudad compartida. Así, según las cifras del Censo realizado en 2011 muestra el virtual fin del predominio protestante. El porcentaje de católicas llega a 45%, mientras que los protestantes son 48%. Sin embargo, cuando fueron consultados por su identidad nacional, el 40% de la población dijo que era británica, el 25% dijo ser irlandés y sólo el 21% dijo ser norirlandés.

"La Belfast de 2013 no es la misma ciudad en la que yo crecí. La Belfast (del pasado) en que los nacionalistas (o pro republicanos) no tenían derechos, era un lugar donde el sectarismo, la discriminación, la injusticia y la inequidad eran un lugar común y se ejercitaban como una cuestión institucional y de práctica política", añadió Adams en una columna del diario The Guardian.

Por su parte, en un artículo publicado en el diario The Independent, el periodista Robert Chesshyre describió su experiencia de regresar a Belfast después de casi 30 años: "Encontré una inmensa transformación física, con millones de libras gastados por la 'paz'. Quizá sería posible compararlo con el boom inmobiliario en China". Los analistas destacan que el acuerdo de Viernes Santo de 1998 permitió una mayor igualdad en los ciudadanos. Un ejemplo de esto, destacó Chesshyre, es que el 30% de la policía es ahora católica. La cultura irlandesa es reconocida y se motiva su práctica. Además, las instituciones han reforzado la seguridad en la ciudad.

En todo caso, nada ha fluido tan fácilmente. Como parte de este proceso para poner fin a la violencia se han levantado 99 muros en la ciudad para segregar a protestantes y católicos. Muchos de ellos ya se asumen como parte del paisaje. Pero la organización independiente IFI invertirá 2 millones de libras en el derribo de estos muros. "Derribar estas barreras ayudará a crear diálogo, construir confianza y desarrollar una cohesión entre las comunidades", dijo a la BBC el presidente de la organización, Dennis Rooney. "Ya es hora de derribar las barreras que nos separan", añadió.