Durante casi seis meses, Luis Poblete siguió una rutina breve y, en muchos casos, silenciosa. Llegaba al Hospital Luis Calvo Mackenna a las 8.00 y se retiraba del recinto cerca de la medianoche, cuando los funcionarios -que no recuerdan haberlo visto faltar un solo día- le decían que ya no podía quedarse más.
Poblete, un hombre de Los Angeles que debió hacerse cargo de sus tres hijos hace 10 años, nunca perdió la esperanza de que su hijo Diego se recuperara de su grave cuadro. Ayer, sin embargo, se dio el peor escenario: Diego, el niño de 12 años que sobrevivió seis meses internado tras recibir un trasplante de hígado, murió por una falla multisistémica.
"Nunca perdí la fe. Esperamos un milagro, pero lamentablemente Diego cerró sus ojos, se cansó de tanto luchar. No quise estar presente cuando iba a cerrar los ojos, me quise quedar con todo el proceso que vi antes", dijo Luis ayer en la mañana.
Diego fue operado en el Hospital Luis Calvo Mackenna el 28 de marzo pasado, por una hepatitis fulminante. Si bien la cirugía fue un éxito, a los pocos días su cuerpo rechazó el nuevo órgano. Empeoró a comienzos de abril, luego de que una infección originada por un hongo afectara en un 30% la zona intervenida.
El niño nunca pudo recuperarse completamente. Durante estos seis meses fue intervenido en más de 30 oportunidades, debido a múltiples problemas: infecciones, sangramientos, úlceras y falla renal. Todo eso se sumó para impedir que fuera trasplantado nuevamente.
El jueves de la semana pasada, Diego sufrió un derrame cerebral y debió ser conectado a ventilación mecánica. Los días siguientes vieron empeorar su estado de manera inexorable, hasta que ayer, a las 3.05 de la madrugada, el niño falleció.
Su madre, Claudia Cortés, llegó el miércoles a Santiago desde Los Angeles, tras enterarse de que Diego había sufrido un derrame cerebral.
"Para mí ha sido complicado, porque con Lucho somos separados. Tengo un colectivo en Los Angeles y ahí trabajo, venía cada vez que podía (...). Me vine el miércoles porque me avisaron que estaba un poco más enfermo y me quedé hasta su partida", dijo a La Tercera. "Es atroz. No hay palabras para expresar el dolor de verlo partir. (...) El luchó harto, pero lamentablemente las cosas son así. Ahora está bien, no está sufriendo. La familia está súper mal. Yo igual. La vida me lo dio, lo vi nacer y anoche a las 3.05 lo vi partir", agregó. Sobre su hijo Diego, Claudia indicó que "era súper fuerte, eso lo sacó de los dos". Y añadió que han recibido apoyo del colegio, sus amigos y la familia.
DE LOS ANGELES A SANTIAGO
Diego nació en Los Angeles y cursó hasta sexto básico en el Colegio Hispanoamericano de esa ciudad. Era el segundo de tres hermanos: el mayor tiene 15 años y la menor, 10.
Vivía con su papá y sus abuelos paternos. Sus padres se separaron cuando él tenía dos años. Le gustaban los deportes y la vida al aire libre. Participó en el club deportivo Balmaceda y en el grupo de scouts San Pablo.
Los primeros síntomas de su enfermedad comenzaron a fines de febrero, tras volver de sus vacaciones de verano en Curicó. Presentó fuertes dolores en el estómago y su familia lo llevó al hospital base de Los Angeles. Allí le diagnosticaron un cuadro hepático, pero fue derivado a su casa.
Con los días el niño se agravó y debió ser hospitalizado de urgencia. Fue trasladado al Calvo Mackenna, en Santiago, el 12 de marzo pasado.
Luis decidió estar con su hijo en Santiago durante toda su hospitalización. Vivió en casa de familiares en Maipú, mientras que sus otros dos hijos quedaron a cargo de una hermana en Los Angeles. Para acompañar a Diego, Luis debió dejar su trabajo como guardia de seguridad y, según cuentan en el hospital, constantemente se le veía paseándose por los pasillos del recinto asistencial, e incluso solía sentarse frente a los juegos que están en la entrada del hospital.
Enfermeras del recinto añaden que Luis solía recibir el apoyo de la gente que iba a visitar a sus enfermos allí. Ayer, cuando los restos de Diego dejaron el hospital, los funcionarios salieron a despedirlo en medio de lágrimas y pañuelos blancos.
"Cuando un hijo está enfermo es un momento sumamente doloroso, sobre todo verlo sufrir. Ya en el minuto de la muerte pasa otro minuto donde la ausencia es lo que duele. Lo único que ayuda ahí es tener fe", indicó Gonzalo Cruzat, padre de Felipe, el niño que falleció en marzo esperando un donante de corazón. El visitó varias veces a Luis para darle su apoyo.
El cuerpo del menor fue llevado ayer a Los Angeles, para su sepultura.
FAMILIA ANUNCIA QUERELLA
También ayer, el abogado de la familia, Raúl Meza, anunció una querella contra el Hospital de Los Angeles por cuasidelito de homicidio, tras argumentar negligencia en el diagnóstico. "Diego fue derivado a su domicilio en tres oportunidades. A pesar de su sintomatología, no lo hospitalizaron y se agravó, cayendo en una hepatitis fulminante", afirmó.