María José Correa se doctoró en 2011 por el Wellcome Trust Center para la Historia de la Medicina en University College London. Su tesis versó sobre la medicalización de la locura en Chile entre 1830 y 1925. Cerrado el procedimiento, seleccionó aspectos de este trabajo con la idea de escribir un libro que evitara al lego los rigores y la extensión de un texto doctoral.

Así nació Historias de locura e incapacidad. Santiago y Valparaíso (1857-1900). Pero mientras lo desarrollaba, la autora acariciaba otro proyecto, junto a sus colegas Aude Argouse y María Eugenia Albornoz: crear una editorial especializada en historia y, por esta vía, generar nuevas interacciones con el lector. Así nació Acto Editores y su primer libro, que se vende en tres librerías y a través de la web del sello, donde más adelante se podrá acceder al material en su integridad. La autora lo quiso de esta manera, acaso "porque no hay un mercado editorial para tesistas que los ayude a que sus trabajos  circulen". Y porque, en términos generales, piensan Correa y sus socias, "no hay mucho trabajo de edición" localmente en esta área.

Hay paño que cortar, eso sí. Por de pronto, hay variedad de campos y de aproximaciones conceptuales y metodológicas, sin olvidar áreas que algunos aún consideran ajenas, como la biografía y las memorias. Pero también asoman particularidades en los sellos que publican, en el rol de la Academia, y en los horizontes que se presentan a los historiadores. En cuanto a los lectores, se conjetura más de lo que se sabe y hay quienes asumen, como la editora Andrea Viu (Taurus) que incluso si se busca llegar a un público amplio, los más fieles son aquellos "con experiencia lectora amplia, lectores de diarios y revistas". Lo demás hay que averiguarlo.

Especializados y no tanto

En Chile se publican libros de historia, cuando menos con tiradas individuales desde 300 ejemplares y cuando más, de 1.500. De los 6.045 volúmenes publicados en Chile en  2012, según estadísticas de ISBN, un 4,5% -251 títulos- están en la categoría. Y adentro hay de todo: desde libros largamente empujados por historiadores de nota, hasta los que compilan apuradamente ponencias de algún seminario.

Nacida en 1990, Lom no tuvo su foco en cuestiones históricas durante su primera década y empezó a tenerlo para adecuarse al inesperado éxito de ventas de los dos primeros volúmenes de la Historia Contemporánea de Chile, de Gabriel Salazar y Julio Pinto (unos 15 mil ejemplares vendidos hasta la fecha). Esto llevó, hacia 2002, a formalizar el funcionamiento de su Colección Historia, incorporando al comité editorial del sello al historiador Mario Garcés y al propio Pinto. Hasta hoy, el comité recibe y preselecciona, incorporando pareceres de miembros de otros ámbitos, como Naín Nómez y Tomás Moulian. Reconocible por los trabajos de historia social y "desde abajo", Pinto afirma que apuntan a "un público interesado en temas de impacto social, pero desde una perspectiva de pensamiento crítico".

Con un promedio de ocho libros anuales de historia, Lom ofrece una de varias especializaciones. Otra, más laxa y más antigua, es la colección "Imagen de Chile", de Universitaria, que con un ojo en cuestiones del siglo XX reedita de a mil ejemplares los clásicos de Eyzaguirre o Villalobos. Y una que partió en 2008 es la colección ad hoc de Ediciones U. Alberto Hurtado, donde un comité específico de historiadores examina los manuscritos que llegan. El sello tiene tres líneas de publicación (Chile contemporáneo, con énfasis en el pasado reciente y la memoria social; políticas sociales en el siglo XX chileno, y metodología y teoría de la historiografía).

El nexo entre Academia y editoriales es vital, como siempre, y no sigue caminos evidentes. Allí donde el Instituto de Historia de la UC tiene un acuerdo con Ril y no con el sello de su institución para producir obras como Historia de Chile 1891-1994, de Cristián Gazmuri, la U. de Chile dispone de un fondo para apoyar a sus académicos que deseen publicar con Universitaria. Y las Ediciones Universitarias de Valparaíso tiene estrechos lazos con el Departamento de Historia de la UCV, generando obras en campos inhabituales, como el de las perspectivas comparadas de la historia (Chile-Perú, Perú-Chile. 1820-1920).

Por su lado, las transnacionales como Santillana y Penguin Random House Mondadori, no tienen hoy colecciones y suelen importar más que producir. Mientras la segunda ha reclutado a autores como el mencionado Salazar y Alfredo Jocelyn-Holt (Mercaderes, empresarios y capitalistas e Historia general de Chile, respectivamente), la segunda se ha curtido en obras colectivas como la Historia de las mujeres en Chile. La colección negra del Fondo de Cultura Económica, en tanto, es un clásico continental que también produce localmente y a veces con rescates historiográficos de la talla de Ideas y política de la independencia chilena 1808-1833, de Simon Collier, en una nueva traducción. Se publican, en efecto, obras de extranjeros especializados en Chile (agréguense los trabajos de William Sater y Carmen McAvoy vía Centro de Estudios Bicentenario, otra editorial especializada) y también de visitas ilustres -François Dosse, Robert Rosenstone- que ceden artículos inéditos para ser publicados por sellos como el de la Universidad Finis Terrae.

Hay varios hilos en este trompo y uno no menor es el de los historiadores. El libro visibiliza al tema y al autor, concuerdan los editores. Tiene "impacto". Pero las universidades tienen otras prioridades y, al decir de Pinto, a su vez académico Usach y UC, "se ha instalado cierta tensión entre la publicación en revistas especializadas, la que más se considera al momento de medir la productividad académica en las instituciones que albergan investigación, y la publicación de libros, que es la que más impacto político o social suele tener".

Por cierto se ven singularidades, tantas o más que normas. Y así como hay un sello de historia militar (Legatum), en el Centro de Investigaciones Diego Barros Arana (Cidba) de la Dibam, la colección Sociedad y Cultura lleva 57 volúmenes publicados desde 1990 y hace tres años arrancó una dedicada a historia de la ciencia. Este último sello le habla más bien a académicos y estudiantes avanzados, mientras asoman títulos del Centro de Estudios Bicentenario (como Veteranos de la Guerra del Pacífico, de Carlos Méndez), que son un éxito en las ferias literarias de provincia, según reporta Cristóbal Zepeda, director editorial.

"Hay historiadores trabajando en todos los períodos de la historia chilena, y en enorme variedad de temas y enfoques", plantea Jaime Rosenblitt, investigador y editor en el Cidba. Pero hay también cuellos de botella, como las dificultades para transmitir a la comunidad los respectivos aportes al conocimiento. Historia sigue habiendo todos los días, en todo caso. Queda ver en qué términos nos sigue convocando.