El lugar común por estos días es reclamar que Los Simpson ya no son lo que eran. Que su mejor momento fue hace una década. Que perdieron su esencia. Pero lo cierto es que, más allá del desgaste de más de 20 años en pantalla y de las opiniones sobre la calidad del programa, la serie protagonizada por Homero Simpson y su familia ya dejó una marca en la cultura estadounidense y también en el mundo.
El 16 de mayo a las 20.30 horas llega al cable por Fox (señal 57, de VTR, y 502, de Movistar) la temporada número 21 de la comedia. Con esa marca, el programa hace rato que es la serie animada exhibida en horario estelar más longeva de la televisión y la sitcom que más ha durado en pantalla, incluyendo series protagonizadas por actores de carne y hueso.
Pero la capacidad de perdurar es más una consecuencia que un mérito en sí mismo. "Los escritores mezclaron humor intelectual con comedia física, sin mencionar sátira social, ironía, parodias, burla de sí mismos, comentarios políticos y críticas constantes a la TV, particularmente a su propio canal", resumió el New York Times sobre las cualidades del show, a propósito del documental que se realizó para conmemorar el aniversario número 20, que se celebró durante todo un año. Y esos elementos siguen estando presentes en su año número 21.
Así, ahora tentarán a la polémica religiosa con un viaje a Jerusalén, tendrán un capítulo dedicado a la esclavitud, aparecerá Michelle Obama (interpretada por Angela Bassett) y hasta incluyeron un episodio centrado en los recientes Juegos Olímpicos de Invierno.
Y si hay algo que ha caracterizado Los Simpson es que ha impactado y reflejado distintos niveles de la sociedad estadounidense. A apenas tres años de salir al aire, en 1992, el ex presidente George Bush los denunciaba asegurando que el país, en sus manos, iba a ser "más como los Walton y menos como Los Simpson". Mal que mal, la serie ironizaba precisamente con los valores que el mandatario pretendía difundir.
Y nunca han eludido meterse en política: se rieron de Gerald Ford y del mismo Bush y, en 2008, Homero intentó votar por Barack Obama en las presidenciales, pero terminó con varios votos a favor de John McCain, en una sátira a las denuncias por fraude electoral que circulaban.
Como dijo John Ortved, autor de The Simpsons: An uncensored, unauthorized history, "es el programa que mejor que nadie ha satirizado la 'american way of life'". Y sobre su héroe, Homero, apuntó: "La gente mirará al pasado y verá en él al perfecto y moldeable estereotipo americano".
No sólo en la política la serie ha incomodado. Con los grupos religiosos ha tenido un eterno tira y afloja. Mientras el Vaticano lo alababa a fin de año porque Homero "encuentra en Dios su último refugio", un grupo católico estadounidense los condenaba por burlarse de la comunión en el capítulo de Halloween, que se verá esta temporada. Los grupos evangélicos también los critican, pero se sienten satisfechos por el muy religioso Ned Flanders y porque toda la familia Simpson va regularmente a la iglesia.
Pero el programa también ha afectado cosas cotidianas, como el lenguaje, la forma de hacer comedia y hasta las universidades. La prestigiosa Berkeley dicta un curso llamado Simpsons and Philosophy y es sólo una de las instituciones estudiantiles que han dejado entrar a la familia amarilla a sus mallas curriculares. Mientras, la expresión "D'oh!" fue agregada por el Oxford English Dictionary a sus páginas. Y expresiones como "meh", "yo no fui", "excelente", dicho al estilo Señor Burns, y "surrender monkeys" frase que incluso fue utilizada en la portada del diario New York Post, son parte del vocabulario colectivo.
En el terreno del humor en TV, a Los Simpson le sobran herederos: desde Family guy, que los tiene como referentes directos, hasta programas como The Daily Show con Jon Stewart, con el que están emparentados por su sentido del humor.