Los templos de Angkor en Camboya vuelven a afrontar la misma amenaza que hace seis siglos precipitó la caída del mayor imperio del Sudeste Asiático: la escasez de agua, en este caso, debido al crecimiento descontrolado de la industria turística.
Angkor no tuvo jamás mayor enemigo que sus propias dimensiones y la incapacidad para abastecer de agua a sus arrozales y a una población que llegó a los 100.000 habitantes.
Según estudios recientes, fue ésta, y no invasiones forasteras, la causa que precipitó el colapso del imperio en el siglo XV, y esta es también la amenaza que acecha hoy a un conjunto arquitectónico declarado patrimonio de la humanidad por la Unesco en 1992.
"Hay una sobreexplotación de las aguas subterráneas, y esto afecta a la estabilidad de los monumentos, que no tienen cimientos", aseguró Peou Hang, el director general de la unidad de Gestión de Agua de la Autoridad Apsara, el organismo gubernamental que vela por la conservación de los templos.
Los ingenieros de Angkor solucionaron en su momento la fragilidad del terreno tomando la capa freática, donde se encuentra el agua, como nivel a partir del cual construir.
"Es como en una playa. Donde la arena está mojada no te hundes, como ocurre donde está seca. Al explotar los acuíferos la capa freática baja y disminuye la consistencia de la base de los monumentos", explicó el experto.
ANGKOR
Angkor Wat, Angkor Thom o Bayon, las principales joyas del conjunto, están rodeadas por una zanja de agua que las autoridades rellenan dos veces al año y cuya función va más allá de la estética.
"Originalmente se quiso hacer una representación mitológica de la creación de la Tierra y del Océano, pero en realidad servía para abastecer el edificio y preservar sus cimientos", expuso Hang.
El parque arqueológico contiene 112 aldeas con 120.000 habitantes, mientras que en Siem Reap, a unos cinco kilómetros de distancia, la población ha superado las 200.000 personas, atraídas por las oportunidades laborales que ofrece la potente industria turística, que acoge cada año cerca de dos millones de visitantes.
"Todos ellos se abastecen de aguas subterráneas y de pozos", explicó Hang.
Los desperfectos empiezan a apreciarse en pequeños monumentos con menor planta, fondo de base y cuidados que las principales atracciones.
"No podemos decir hasta qué punto hay un riesgo para los monumentos, porque no sabemos cuánta agua hay bajo tierra ni cuánta consume el sector privado. Pero es evidente que, si agotamos el agua, el patrimonio puede verse afectado", declaró el director de la Unidad de Cultura de Unesco en Camboya, Philippe Delanghe.
TURISMO
Las previsiones han hecho saltar las alarmas. Si Siem Reap consumía 1.440 metros cúbicos diarios de agua en 1995, en la actualidad gasta 12.000, y se calcula que el volumen llegará a 28.000 en 2015.
Todos los recursos proceden de tres ríos que cruzan la región y que se alimentan de las lluvias que caen entre mayo y octubre.
Pero la mayor parte del agua se escurre hacia el lago Tonlé Sap por falta de infraestructuras, una situación que un proyecto conjunto de Apsara y Unesco pretende subsanar con la restauración del Baray Preah Khan, uno de los cuatro depósitos que se construyeron en el siglo XII para hacer frente a la demanda de agua.
Se trata de una piscina con capacidad para 10 millones de metros cúbicos, enterrada bajo un bosque y que se llenaría canalizando el agua del río Siem Reap.
"No queremos utilizar tecnología moderna. Buscamos y estudiamos las viejas técnicas para ver cómo podemos aplicarlas", manifestó Hang.
Las autoridades prevén otras medidas como campañas de plantación de árboles autóctonos que consumen poca agua y mejoran su retención cuando llueve.
O explicar a la industria turística la importancia de limitar la extracción de agua y apostar por la reutilización.
"Hay que hacer pedagogía. Sólo hay dos hoteles en todo Siem Reap que reutilicen el agua para regar sus jardines", concluyó Hang.