Para alguien que ha escrito sobre los jerarcas de la droga, que ha cantado sobre indocumentados que se resisten a la legalidad y que ha crecido entre la pólvora de pandillas rivales, podría resulta difícil amedrentarse con las miradas de recelo de programadores radiales o de audiencias menos enteradas. Por eso, Jorge Hernández, el líder y cantante de Los Tigres del Norte -esa institución de la música mexicana que popularizó los polémicos corridos consagrados al universo narco- no se molesta y hasta ofrece una salida rápida: "Si no les gusta esta canción, no hay problema: ya sacaremos otra para hacer promoción".
Con verso y todo, el artista habla de La bala, el último sencillo del conjunto y con el que desde hace un mes buscan el estallido definitivo en Chile, intentando materializar un arrastre paulatino incubado en el histórico fervor local que despierta la música de su país y afianzado en hitos puntuales, como su paso por Viña 2006 u Olmué 2014.
Un tema que ha generado una pequeña convulsión en las emisoras chilenas más populares y cuya letra ha sido revisada en detalle por ejecutivos y programadores: se trata de la historia de un joven que, bajo el encubrimiento cómplice de su familia, empieza a esconder armas y traficar drogas junto a su nueva patota de amigos, hasta que se convierte en el autor intelectual del crimen de su hermano.
"Este ha sido un trabajo lento, porque aún hay muchas radios que miran con rechazo a Los Tigres. Pero eso pasa porque no ven la realidad, no entienden que esto también sucede en Chile", explican desde Show Prime, la firma que maneja a los mexicanos en el Cono Sur. "Nuestra idea es hacer una denuncia y en ningún caso motivar a que la gente quiera protagonizar estas historias", enfatiza Hernández, como parte de un cancionero que también habla de inmigración, pobreza y corazones destrozados.
EL NUEVO HIP HOP
Todo como parte de un fenómeno etiquetado como narcocultura, que incluye desde la música hasta las telenovelas y que describe o resalta el submundo que sustenta al narcotráfico. Ante el reciclaje millonario del hip hop, para muchos ha tomado la posta como vocería de la marginalidad. De hecho, el conjunto reporta 50 millones de álbumes vendidos, cinco Grammy latinos y hasta una reciente estrella en Hollywood.
"Son temas complicados con los que te encuentras en todos los países. Sabemos que para muchas radios puede ser difícil programarnos, pero al final intentamos demostrarles a la gente y al gobierno que ahí están los verdaderos problemas", agrega el músico en torno a la composición que aparece en su álbum Realidades, estrenado ayer y que tiene a Pablo Castro, guitarrista del dúo chileno La Sociedad, como director artístico.
Aunque en el país no han enfrentado la censura, algunas radios capitalinas y regionales -las que concentran su parrilla en los corridos y rancheras- han observado con cuidado el arribo de La bala. Por ejemplo, María Eugenia Vaccaro, directora de radio Ñuble-, una de las más tradicionales de la Séptima y Octava Región- cuenta que la canción se ha convertido en un hit, aunque, en un principio, debió pasar por un comité editorial: "Habitualmente los temas van directo a su emisión, pero esta vez nos llamó la atención el nombre. Finalmente, optamos por programarla, porque no dice garabatos ni transgrede códigos, además que estamos conscientes de que el narcotráfico existe".
Claudio Villavicencio, de radio Positiva -que cubre el sur chileno-, es más escéptico con el futuro de los narcocorridos en el país: "No sé si van a durar, no me atrevería a asegurar que 10 canciones así van a funcionar. Muchas veces lo que busca la gente en las rancheras es reír, no escuchar tragedias", comenta.
En la capital, radio Corazón ha optado, por línea editorial, no tocar rancheras ni corridos, mientras que Candela ha programado el tema desde hace una semana. "Son letras fuertes, pero contadas en formato de historia, por lo que no tenemos problemas. El tiempo dirá si es algo que pega en Chile", dice su director, Mario Muñoz.