Sin alcanzar a calcular, sus apenas 60 kilos se desvanecieron en los brazos de Manuel Contreras Valdebenito, su hijo. Después de eso, el ex jefe de la Dina, general (R) Manuel Contreras, no volvió a hablar, abandonó las diálisis que recibía tres veces por semana y también dejó de comer. El otrora militar -uno de los más cercanos al general (R) Augusto Pinochet- quedó, dos semanas antes de morir, en un profundo estado de sopor. A veces, muy pocas veces, según su hijo, abría los ojos y miraba desorientado al interior de la habitación suite 801 en la que estuvo durante casi un año hospitalizado.
Los últimos cuatro días, pese a la agonía, Contreras sobrevivió a dos paros cardíacos con el funcionamiento mínimo de sus riñones y pulmones. Estaba, además, con una dosis abundante de morfina que, antes de quedar inconsciente, su familia advirtió que no tenía efectos sobre sus dolores.
El 7 de agosto, dos semanas después del desmayo, el general (R) colapsó: le dio un tercer silencioso y último infarto. A las ocho de la noche llegó su hijo a visitarlo, y a las 22 horas con 10 minutos, Contreras Valdebenito, que compartía espacio con un sobrino que es médico, se dio cuenta de que su padre no estaba respirando. Antes de llamar a una enfermera, le tomaron el pulso para salir de la duda. "Ya, se fue", confirmó el también nieto.
Los cuatro hijos de Contreras Sepúlveda ingresaron al cuarto. Se ubicaron alrededor de su cama y cantaron Libre, de Nino Bravo. Al terminar la canción hubo un pequeño silencio antes de entonar el Himno Nacional con la estrofa "nuestros hombres valientes soldados..." incluida, según recuerda el hijo homónimo.
Después -sigue contando- se despidieron de manera individual. Manuel hijo le dio un beso en la frente a su padre y murmuró: "Cuando veas a Dios, vas a entrar al cielo, porque el infierno ya lo viviste en la tierra".
Contreras Valdebenito asegura que todo lo que vino después fue calculado con meses de anticipación. Los familiares se reunieron en la capilla del sexto piso para rezar y luego hicieron un responso en la habitación del fallecido jefe de Inteligencia. Había que sacarlo rápido y sigilosamente del lugar. Mientras una veintena de personas llegó al Hospital Militar para despedirse y acompañar a las hijas. Los soldados tenían la instrucción de apostarse en cada uno de los pisos para que no hubiese testigos no deseados. No se podía transitar sin mostrar la cédula de identidad y dar una justificación de ingreso al recinto. "Era una buena señal de seguridad y de que se estaban haciendo bien las cosas", recuerda Contreras hijo.
El Cementerio Católico los recibió cinco horas después. De madrugada y con los hijos de Contreras rogando que lloviera para que no hubiese protestas durante el funeral. A las cuatro de la madrugada, las 12 personas que entraron al crematorio se despidieron por última vez del ex jefe de la Dina. Al lugar ingresaron, según su hijo, personal del Alto Mando del Ejército (activos y en retiro) y dos de sus tres cuñados. "Mis hermanas no pudieron entrar, era muy duro para ellas", afirma Contreras.
Diez años atrás, Manuel Contreras Sepúlveda había dado la instrucción de repartir sus cenizas en el fundo Viejo Roble, ubicado en Fresia, Décima Región. Pero luego de su detención, y junto a su nueva esposa, su eterna secretaria Nélida Gutiérrez, hizo un negocio y el fundo se vendió. Por lo mismo, hace tres años, pidió que sus cenizas se repartieran en el Cajón del Maipo.
Según su hijo, el general (R) no tenía miedo de morir, pero sí le preocupaba lo que pasaría con su cadáver. El temor a que abrieran su tumba y robaran su cuerpo lo llevó a tomar la decisión de ser cremado. Las protestas también fueron el motivo por el que hicieron una ceremonia reservada y de madrugada. Lo que no hicieron fue repartir sus cenizas. Las guardaron en una pequeña urna que uno de sus hijos, en reserva, esconde.
La vecina Lucía Hiriart
Jamás lloró frente a sus hijos. La vez que lo vieron más abatido fue cuando "lo sacaron de la casa y se lo llevaron al Penal Cordillera, pero tenía más rabia que pena", recuerda Manuel hijo. La escena se repitió cuando Sebastián Piñera dio la orden de cerrar el penal y Contreras fue trasladado a Punta Peuco.
Aunque su salud se deterioró, las diálisis y la distancia que había entre el Hospital Militar y el nuevo penal impedían que volviera a estar preso en un lugar que no fuera un recinto médico. Eso lo tenía claro y jugaba a su favor.
Frente a su cama había un plasma. La última película que vio fue El francotirador, de Robert de Niro, que a Contreras lo identificaba y le hacía recordar su paso por Estados Unidos en 1966. A veces, sólo cuando andaba de ganas, miraba los noticieros nacionales. Tenía una evidente displicencia con la clase política. Después de su traslado a Punta Peuco quedó muy dolido: "Mi padre sabía que la derecha despreciaba a los militares", afirma Contreras Valdebenito.
En uno de sus últimos momentos de lucidez, el general (R) celebró el triunfo de Chile en la Copa América junto a su hijo. Los amigos que lo visitaban eran pocos. Políticos, según Contreras, sólo uno: el UDI Jorge Ulloa. Pero en el hospital, cuenta su hijo, también vio a Lucía Hiriart, la viuda del general (R) Pinochet. Hace unos meses la internaron en la única habitación vecina de Contreras. Al enterarse de su presencia, el general (R) les pidió a las enfermeras que lo subieran a una silla de ruedas y lo llevaran a visitarla. Conversaron poco y sobre enfermedades. Después de eso, no se volvieron a ver.
Una de sus visitas más polémicas, por lo menos al interior de la familia, fue la de su aún esposa Nélida Gutiérrez. Hace tres meses llegó al Hospital Militar acompañada de un abogado. "Le gritamos garabatos y le dijimos que no volviera. Sabía también que si iba al funeral podíamos matarla", cuenta Contreras Valdebenito.
La relación, que se consolidó en 2010, se había quebrado cuando una de las hijas de Contreras impidió la visita de la mujer a Punta Peuco. Le enrostró abandono de su padre. Gutiérrez se enfureció. Entró y lanzó el anillo, literalmente, en la cabeza de su entonces esposo. Después de eso, vino el divorcio.
¿Su padre sufrió por Nélida?
¡No! ¡Mi papá no sufría con nada!
Contreras Sepúlveda no dejó cartas ni papeles que pudieran dar un indicio de sus reflexiones más urgentes o de alguna confesión. "El era jefe de Inteligencia, llevaba todo en la mente", justifica su hijo. Según él, alguna vez existió un documento que su padre envió a Suiza en 1978 y que fue devuelto a Chile en 1995. Por orden de Manuel Contreras, su hijo lo quemó.
¿Era información de la Dina?
No, era información que envió por si lo extraditaban a EE.UU. por el caso de Orlando Letelier. Si eso pasaba, caían varios políticos de derecha.
¿Y por qué nunca usó ese documento como defensa?
Murió, eso ya no es tema.