Lucho Barrios (74) ya sabe cómo sonará la música del alto cielo, la que lo reunirá con "Dios padre": como un valsecito peruano. "Cuando desperté después de estar cinco días sedado, pensé que estaba muerto. Estaba todo iluminado, había una musiquita de fondo y yo dije: 'ya, me morí'. Cuando escuché que no era un valsecito lo que sonaba, me di cuenta que no, que todavía estaba vivo". El hombre de la risa de los dientes apretados, la garganta "cebolla" por excelencia, el bolerista proleta y apasionado, se oye apenas al teléfono, desde la habitación que ocupa en el Hospital Nacional Dos de mayo, en el barrio Cercado de Lima.
Viene recién saliendo de una que no cuenta dos veces y todavía no la puede creer. Recuerda que el pasado miércoles 3 de junio, mientras manejaba su "carro" por Lima, se empezó a "sentir mal". A sentir dolor en el pecho, a ver todo nublado. Se detuvo y llamó a su familia y poco rato después fue internado con diagnóstico grave: había sufrido una trombosis pulmonar, una de la que sólo zafa un 20 por ciento de enfermos, comenta el propio hombre de Señor abogado y Mi niña bonita todavía muy convaleciente.
Su hija Milagros cree que es un milagro. Porque los doctores le dijeron el viernes que "se hiciera la idea". Pero sedado y todo, este peruano, que es casi como chileno, dio la pelea y ya el lunes le desconectaron el respirador y un día después empezó a hablar. De a poco, con un hilito de voz, con lo mínimo del poderoso vozarrón que lo ha hecho famoso en sus más de 50 años de carrera.
Ahora está cansado, pero no abatido. "Ya estoy en un 70 por ciento bien, pero me falta reposo y recuperar la voz, que me ha quedado dañada por los tubos que me tenían en la garganta", detalla con más ganas que certezas. Su hija cuenta que los doctores ya le hablaron claro: que tendrá que cantar dos veces al mes y no cinco a la semana, como venía haciendo el último tiempo. Que va a tener que cuidarse y tomar un largo reposo antes de volver a los escenarios.
Pero los planes de un hombre criado en la noche, de un bolerista que por primera vez cantó en Chile en 1960 y que nueve años después grabó junto a los hermanos Angel y Arnaldo Silva la emblemática versión de La joya del Pacífico (original de Víctor Acosta e inscrita en 1941), son muy distintos.
"Apenas recupere la voz vuelvo al escenario y a Chile, a cantarles a mis hermanos", anuncia con ese tono republicano, de caballeros, como hablan los de la vieja escuela. Y remata con un encargo: "Ponga ahí en el diario que el 'cabezón' Barrios volverá a cantarles. Porque no sé qué sería de mí sin el canto, porque el canto es lengua viva y yo, gracias a Dios, sigo vivo para cantar". Y casi como que suenan las guitarras de fondo, como al comienzo de un valsecito. Uno con la voz sufrida.