Luis Barrales, dramaturgo y actor: "El lenguaje del lumpen me gusta y me produce cierta fascinación estética"
El autor de teatro llega a la TV con Príncipes de barrio, la nueva producción de Canal 13.
Luis Barrales, oriundo de Laja, actor, 37 años; "Lucho", para los amigos; el otrora "Radrigán chico"; y quien puso a teatristas y académicos a sus pies con piezas como Uñas sucias o La mala clase; está preocupado. Siente que se lleva todo el crédito y el floreo de Príncipes de barrio (Canal 13), y esto le incomoda. Porque, aunque la idea original sea suya, y con ella ganaron el fondo del CNTV para realizarla, quiere marcar que este, su debut televisivo, fue en colectivo y junto al equipo de guionistas que lideró Nicolás Wellmann.
¿De dónde surge tal incomodidad? Quizás por las buenas imágenes que recuerda de su paso por Canal 13 -"me tocó un grupo humano muy bueno. Trabajé muy protegido. No me ha tocado nada de esa cuestión fea de la televisión"-; o quizás porque tiene consigo el concepto de "colectividad" del teatro. Del lugar de donde viene. Barrales, desde 2003, cuando ganó la Muestra Nacional de Dramaturgia, suma más de diez piezas de teatro a su haber. Y si bien ha tratado temas diversos, le obsesiona el lenguaje y las historias de quienes están en el margen: "Fuma pasta base desayuno, almuerzo y cena, machetea unas monedas para el monumental y la Pilsen y si se la niegan aplica robo con fuerza", escribía en 2007 en H.P. (Hans Pozo), montaje inspirado en el caso policial del joven descuartizado en Puente Alto.
¿Es muy brusco el salto del teatro a la televisión?
Es un entrenamiento. Uno se cría en ficciones. Aunque no sea bueno para ver tele, te has pasado la vida viendo ficciones. Uno ve el trabajo y dice: "Ah, pero esto lo he visto mil veces". La diferencia es que ahora sé como se llama.
¿Hubo muchos cambios entre lo que presentaron al CNTV y lo que está en la pantalla de Canal 13?
Varios. La propuesta era coral, no tenía un solo protagonista. Y en el tratamiento para la tele que hicimos, donde había gente que sabe de tele como el Tito (Gesswein), la convertimos en una ruta del héroe. Con un protagonista clarito que parte desde abajo, llega a la cima, pero se pega veinte mil porrazos. Además, la idea de serie que presentamos ocurría durante las dos semanas que se junta la Selección para jugar las Eliminatorias. Ya eran príncipes. Era una serie de fútbol sin fútbol, porque las experiencias que se habían visto en Chile eran estéticamente horrendas. Es muy difícil que un actor parezca futbolista.
¿Y el tratamiento de los barrios, en cómo se está mostrando la pobreza y marginalidad en la serie?
Era harto más violenta. La propuesta era más oscura, más política. En el paso a la tele agarró más luz. Pero estéticamente uno no se puede meter mucho desde el guión. Uno pone: Exterior, población, cancha de tierra. Pero de ahí, la producción decide dónde se hace. Y Chile es un país pobre en términos de realización audiovisual. Y uno depende de lo que hay, por mucho que Canal 13 que te esté apoyando.
¿Y en TVN, donde está ahora, se lo llevó una suerte de grúa televisiva después de Príncipes de barrio?
Algo así. El Nico (Nicolás Acuña) está armando una cuestión que ojalá de frutos, entendiendo cómo se mide el éxito en televisión. Yo estoy escribiendo ahora solo una serie basada en el incendio de la cárcel de San Miguel. Son cuatro capítulos. El Nico está armando contenidos y tenía la intención a priori de trabajar con dramaturgos y ligarlos a la tele. Con más contenido.
Mientras se emitía el primer capítulo de Príncipes… en Twitter la gente se dividió por el uso de los garabatos. ¿Cómo interpreta esta discusión?
No sé, no sé qué opinar. Y me da lo mismo. Si te soy sincero, me parece una estupidez. Me da lo mismo. Mi abuelita dirá que tiene muchos garabatos. Y si piensan que la gente tiene la labor de educar, ok, eduquemos. Pero saquemos todo lo que no está educando. Gente quisquillosa. Me resbala absolutamente.
¿Su trabajo centrado en el papel del habla en Chile, nace de ir a una población o es parte del trabajo que viene realizando hace años?
Es un trabajo que vengo haciendo hace mucho rato. Otra cosa fundamental, que la gente ignora, es que el actor es el último editor de los textos. Lo acomoda. Lo llena de muletillas. No es por defender, pero el -piensa un minuto- 50% de los garabatos que aparecen son de los actores. Pero no sé, el Che Copete es grosero. Decir "conchetumare" no es grosero. Es una palabra. Es parte del lenguaje. Además, si la entienden, es porque la usan. No me vengan...
¿Hay espacio en televisión para hacer juegos poéticos como los de su teatro?
No. A no ser que pretendas sacar dos puntos de rating. Quizás un jueguillo de palabras. Pero no sabes cómo se resolverá en la escena. El director es el dueño del texto, eso es lo que piensan los que hacen tele. Que ese lenguaje no cabe. Y yo estoy de acuerdo, no sé si se podrá. Siempre cuando uno va al canal con una idea más elaborada, te dicen: "Esto no es HBO". Es para que la vea todo el público y ojalá en familia. Se puede meter contenido de modo inteligente y crítico, como El reemplazante, pero si le metes un extrañamiento formal en el lenguaje, te cambian la tele.
¿Pasa lo mismo en la escritura de la serie sobre el incendio de la cárcel de San Miguel?
Ahí te permite un poco más, porque en la cana se habla distinto. Hay una especie de dialecto del español, del que nos vamos enterando paulatinamente y se va filtrando hacia fuera. En ella, estoy proponiendo cierta libertad textual.
¿Tiene referentes al momento de revisar estos lenguajes?
Muchos. Pero son experiencias de vida. A mí el lumpenaje, en general, me produce cierta fascinación estética. Vinculado directamente al lenguaje. Y el lenguaje lumpen me gusta, me hace cariño en la oreja. Me encanta la capacidad de crear, de estar renovando el lenguaje permanentemente. Y como ya sabemos todos, el lenguaje construye realidad. Están modelando la realidad un poco para poder soportarla, creo yo. Para llenarla más de color. A diferencia de las clases integradas que se quejan por los garabatos. Me han preguntado varias veces por qué no escribo del otro margen , de los ricos. Y no puedo. Me producen un aburrimiento soberano. No sabría qué decir, salvo reírme de ellos, que es lo que hacen todos.
¿Por qué?
Porque se visten igual, y se casan entre ellos. Y son fomes. Son fomes porque tienen poco impulso vital. Nunca les pasó hambre por el cuerpo. No tengo interés en ellos. Por ahora no, al menos.
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