El día en que murió la poesía, el escritor español Luis García Montero (1958) se enteró por la televisión y decidió ir a su entierro. En esta idea se basa su libro Balada en la muerte de la poesía, demostración de que la noticia no era del todo cierta.
Figura destacada, para algunos fundamental de la literatura española de las últimas décadas, García Montero ha encabezado una corriente poética que defiende una forma de realismo frente a las experimentaciones formales que ha recibido el nombre de "otra sentimentalidad". Catedrático de literatura, es también un ensayista importante (su ultimo libro en el género está dedicado a García Lorca). De visita en Santiago, estuvo en un homenaje al editor Chus Visor y fue uno de los jurados del Premio Pablo Neruda.
¿Fue importante Neruda para usted?
Desde luego, es uno de los poetas en los que me formé como lector, Se trata de un poeta fuerte, con el que se puede seguir la lírica del siglo XX desde el final del modernismo hasta la poesía de tono coloquial, pasando por el irracionalismo y por el compromiso político. Y en todos los registros aparece la unidad de un mundo propio capaz de convertir en poesía la mirada personal. Escribí sobre mi admiración a Neruda en un libro de ensayo, El sexto día (Tusquets), en el que hablaba de la conciencia poética de mis maestros: García Lorca, Alberti, Cernuda…
No ha sentido, entonces, la pulsión parricida con esos maestros...
Creo que la temperatura más fértil para la creación literaria es la admiración. Somos escritores porque antes hemos sido lectores, nos hemos deslumbrado con un libro en las manos. La poesía es muy rica, tiene muchas tradiciones, se puede disfrutar tanto de César Vallejo como de Juan Ramón Jiménez, de Gonzalo Rojas como de José Emilio Pacheco. Pero siempre conviene dialogar con los grandes. La falta de generosidad con los grandes acaba convirtiéndote en un segundón. Yo conozco poetas que niegan en Argentina a Borges, en España a García Lorca, en Chile a Neruda, y se declaran admiradores de otros poetas de peor calidad. Casi nunca hay un deseo de reivindicar con honestidad a otros poetas, sino de ser mezquinos con la grandeza ajena. Buscar tu propia voz entre los grandes es más exigente que acomodarte a los logros medianos. Las grandes rupturas suelen ser mucho más superficiales que los diálogos con la tradición.
A García Lorca como lector dedica su último libro de ensayos...
Yo nací en Granada y descubrí la poesía de García Lorca en mi adolescencia. Mis padres tenían en su biblioteca un tomo de Obras Completas publicadas por Aguilar. Fue como entrar en un mundo mágico. Después leí el libro de Ian Gibson sobre la ejecución de García Lorca en el golpe de Estado de 1936. Descubrí que mi ciudad estaba llena de silencios, de desapariciones, y descubrí que mi vida estaba destinada a la poesía, a la búsqueda de las palabras que mantienen el relato de las historias humanas. Como García Lorca fue decisivo en mi formación, quise saber qué poetas habían formado en su adolescencia a Lorca. Me puse a estudiar en su biblioteca personal, en sus entrevistas, en los recuerdos de los amigos. Lorca fue un mal estudiante, pero un gran lector de clásicos y modernos. Somos lo que hemos leído, y Lorca negoció con sus lecturas su propia personalidad como escritor y como ser humano: Víctor Hugo, Óscar Wilde, Rubén Darío, Gide…
Ha imaginado la muerte de la poesía. ¿Hay un riesgo real de que ocurra?
Bueno, llevamos mucho tiempo hablando de que son malos tiempos para la lírica. Este mundo está muy mercantilizado, los valores se agrietan, se impone un mundo consumista del usar y tirar, sin respeto al pasado y sin compromiso con el futuro. Todo eso invita a pensar que la poesía va a desaparecer. Yo quise imaginarme ese suceso para vivir la muerte de la poesía. Me dieron la noticia, sufrí el duelo, fui al entierro y volví a mi casa para escribir poesía. Lo que comprendí en el libro es que la poesía muere con frecuencia para renacer, para encontrar la respuesta que cada época necesita a la hora de negociar con la muerte, con el amor, con el miedo, con la ilusión de justicia, con las cuatro o cinco cosas importantes para el ser humano. La técnica es fundamental, pero cuando se te muere un amigo sirve de poco una lavadora o un ordenador. Uno negocia con la pérdida y la felicidad con valores que tienen que ver con la poesía. Creo que mientras permanezca el ser humano sobre la tierra, la poesía renacerá en cada amanecer o en cada anochecer.
Las portadas negras del sello Visor, ¿serán señales de duelo?
Las portadas negras de Visor forman parte ya, desde hace más de 40 años, de la educación sentimental de los lectores de poesía. Visor se fundó cuando la España cerrada del franquismo necesitaba abrir las ventanas, conocer lo que se estaba escribiendo en Europa, en América Latina. Ese negro tiene poco que ver con el luto y mucho con la alegría de encontrar lo mejor de la poesía universal. Llamó la atención también sobre la poesía que puede surgir en las buenas canciones de Dylan, Cohen, Violeta Parra, Joaquín Sabina… Visor ha llevado la poesía a la vida cotidiana de los lectores. Ese diseño negro lo ideó Alberto Corazón en los años 60 y permanece como bandera del catálogo que sigue elaborando Chus Visor y que ha pasado ya su número mil.