Luis Gnecco cuenta que en sus 52 años de vida sólo ha entrado un par de veces a la iglesia de El Bosque. Pero en la ficción debió encarnar a un personaje inspirado en el sacerdote que hasta 2011 oficiaba de párroco de ese lugar: Fernando Karadima, quien erigió y lideró durante tres décadas un pequeño imperio en ese terreno de Providencia, donde escondía una historia de sostenidos abusos que fue destapada hace cuatro años.
El Bosque de Karadima, a estrenarse el 23 de abril, se inspira en el bullado caso que explotó en 2011, y se centra en Thomas -papel basado en James Hamilton y interpretado por Pedro Campos y Benjamín Vicuña-, un joven en busca de su vocación que años después decide afrontar las redes de poder que protegen al cura. "Me sentí bendecido", dice Gnecco sobre el ofrecimiento que le hizo el director Matías Lira. "El foco que tiene esta película es la relación de Karadima con uno de sus discípulos, una relación distorsionada, torcida".
¿Cómo fue apropiarse de un personaje tan controversial?
Es un personaje complejo porque sobre él pesa un juicio de valor y tú como actor no puedes acercarte a un personaje con un juicio, porque eso significa un acto de una soberbia impensable. Por supuesto que investigué y me informé de todo lo que podía, en términos de leer el informe judicial y el expediente canónico, me entrevisté con víctimas y con adherentes. También intenté entrevistarme con Karadima. Estuve muy cerca de hacerlo.
¿Qué tan cerca estuviste?
A horas de hacerlo.
¿Tenían algo acordado? ¿Tenían una cita?
Sí, tal cual, pero finalmente el Arzobispado se enteró.
¿El estaba abierto a hablar contigo?
Sí, pero el Arzobispado obviamente negó la visita.
¿En qué momento de la producción fue?
Antes de iniciar. Yo estaba muy angustiado porque obviamente tenía todo, todo, pero quería una impresión directa, porque de Karadima hay muy pocos registros. Hay algunos registros de audio -que me aportaron mucho- y registros audiovisuales hay pero honestamente casi ni los vi, porque sólo te pueden restringir. Estaba concentrado en hacer una interpretación. Aunque basada en hechos reales, es una ficción de principio a fin.
¿Qué fue lo más desafiante de interpretar a Karadima?
Lo diferente es que hubo escenas de intimidad sexual, en las que tenía que ser no sólo provocador, sino que un abusador psicológico. Pero yo tengo la teoría de que tú te despiertas, llegas bien afeitado con tus líneas aprendidas haces tu trabajo y después te vas para la casa. La trascendencia viene después, cuando reflexionas y te das cuentas lo que haces. Pero no en términos de quedar marcado con una carga psicológica.
¿Pero le afectó más por todo lo que implica Karadima?
En este trabajo específico tenía que estar dispuesto a llegar a ciertos lugares bien complejos que tenían que ver con ser atractivo, pero perverso, con ejercer un poder, con ser lastimero, con indagar en cierta locura. Este era un señor que además, dicho por muchos de sus cercanos, libraba, según él, una lucha con el demonio. Alguien que se plantea en esos términos, de igual a igual con el demonio, tiene una patología. Y es interesante ese lugar para trabajar, para instalarse. En el rodaje le propuse a Matías incluir eso.
¿Cómo crees que vaya a ser acogida la película por los fieles?
Hay otras personas, católicos fervientes, que me han dicho: qué bueno que se haga esta película porque finalmente esto habla de que no es la Iglesia la institución perversa, sino son algunos miembros de su iglesia, y que es parte de la dirección de esta iglesia la que oculta. Luego del estreno de los primeros tráilers, el apoyo ha sido muy masivo y transversal, lo que me dice que puede ser interesante lo que pase después de que se estrene.
¿Cuál siente que es la mirada que propone la cinta sobre este caso?
La película propone una mirada bien humana, que es la única que se puede tener. La película no es un juicio. Es una película respetuosísima hacia la Iglesia, incluso hacia la jerarquía de la Iglesia. Pero pone los puntos sobre las íes: habla sobre una jerarquía que ocultó. Es una película que muestra las fracturas personales que tenían los jóvenes que se acercaron a Karadima, y que expone sin ningún pudor la forma en que Karadima ejerció su poder, su influencia y su perversión sobre ellos. De manera que es una película valiente en ese sentido, una película sin tapujos, una película atrevida.
Llevando esta película a la actualidad del cine chileno, ¿cree que películas como esta y El club, de Pablo Larraín sobre sacerdotes suspendidos, hoy son necesarias?
Absolutamente. Entiendo que la película de Pablo es absolutamente distinta, son dos películas que pueden convivir. Ahora estoy involucrado en otro proyecto, en una cinta sobre el caso de Martín Larraín. Ha costado mucho que la ficción chilena sintonice con nuestra realidad reciente o pasada, cosa que siempre sucede en países como Argentina o Brasil, y que por eso admiramos mucho ese cine. Yo siento que ahora viene esa mirada, ya una vez que esos cineastas ya han logrado saldar una deuda con su propio imaginario, con sus propias obsesiones, comienzan a fijarse en este tipo de grandes cuerdas de la contingencia.
¿Y le parece que El Bosque de Karadima viene a reforzar eso?
Sin lugar a dudas. El Bosque... y todas las películas que van en ese sentido.