Hoy, pocos líderes mundiales pueden presumir de haber roto el umbral de la pobreza para 40 millones de sus compatriotas y conseguir años de crecimiento sostenible, alto y continuado, como el ex Presidente Luiz Inácio Lula da Silva. Su etapa al frente de un país como Brasil marcó una época y lo convirtió en el referente de la izquierda global civilizada. Hoy, vencido el cáncer de laringe que lo apartó durante meses del foco, sostiene que no piensa regresar a la carrera electoral y que apoyará a Dilma Rousseff, su delfina, hoy presidenta y su candidata a la reelección.
Tanta universidad de prestigio para preparar líderes globales, tanto cerebro, tanto estudio, para que venga alguien como usted, sin ningún título, formado a golpes en la calle y se convierta en un ícono mundial batiendo récords.
Los políticos deben entender un problema. En las últimas tres décadas, el mundo pasó a ser gobernado por una lógica muy burocrática, técnica, con menos política. La economía empezó a determinar el rumbo de los gobiernos, y no al revés. Eso, en mi opinión, es un gran error. Si uno es un gran político, serás capaz de montar un buen equipo técnico. Pero si eres un buen técnico, quizá no seas capaz de tomar buenas decisiones políticas. ¿Y por qué? Las universidades no forman alcaldes, gobernadores o presidentes de países. Esa experiencia se adquiere con la relación que uno mantiene con las personas, con los grupos políticos con los que estás comprometido, con tu capacidad de convivir democráticamente en torno a las diversidades.
O sea, que la política es una buena combinación de...
Los buenos políticos necesitan buenos técnicos. Tomemos el ejemplo de Sebastián Piñera en Chile, un gran empresario que está descubriendo que el ejercicio de gobierno, lidiar con contrarios e intereses diversos, es más difícil que tomar una decisión para tu empresa. Cuando se te presenta una crisis interna, se tiende a buscar técnicos que la resuelvan en lugar de políticos. Por ejemplo, Europa, en mi opinión, se enfrenta a una situación que afecta a todo el mundo por una falta de decisión política, no económica.
Después de haber vencido su enfermedad, su cáncer, lo veo con ganas de volver a la primera línea.
No, no, no. Sólo tengo voluntad de sobrevivir. Hace tiempo me operaron de un cáncer y gracias a Dios me he recuperado y he trabajado mucho, diría que más que cuando era presidente.
No admita eso, por si le da por volver.
No, lo que quiero hacer realmente es intentar, a través de mi instituto, contribuir al desarrollo en América Latina, en Africa, con experiencias de éxito que hemos labrado en Brasil, porque uno puede ocuparse de los pobres, y además no cuesta mucho dinero. Si les das acceso a recursos, se convierten en consumidores y ahí la industria produce, el comercio vende, se crea empleo, más salario, y así se forma un círculo virtuoso en el que se produce, se consume, estudian, existe acceso a la cultura...
Un círculo virtuoso con el que los jóvenes de Brasil no parecen satisfechos. ¿De ahí sus protestas?
Eso es importante. Y le damos mucho valor. Esas protestas son sanas. Un pueblo hambriento no tiene predisposición para la lucha. Cuando 40 millones de personas han accedido a la clase media, cuando en 2007 existían 48 millones de personas que podían viajar en avión y en 2013 esa cifra ha ascendido a 103 millones, un país que producía 1,5 millones de autos y ahora llega a 3,8 millones (...). Un país que era la décima economía del mundo (...). Y que en 2016 será la quinta economía del mundo, ha producido una sociedad que quiere más, es normal. La sociedad ha descubierto que sí es posible aspirar a más (...). Tenemos que enaltecer la participación democrática y no permitir que los jóvenes renieguen de la política, porque cuando ocurre esto, lo que viene es el fascismo.
¿Se va a presentar en 2014?
No, yo tengo mi candidata, que es Dilma, y voy a trabajar para ella.