Lejanos parecen los días en que, en enero de 2011,  Lula dejaba el poder con un histórico 87% de popularidad y se emocionaba hasta las lágrimas cuando un poeta de su ciudad natal le expresaba la gratitud de Pernambuco "al Presidente más amado de la tierra brasileña". Hoy arrecian los embates contra el ex mandatario (2003-2011) y mentor de la Presidenta Dilma Rousseff, ya que la justicia lo investiga y la oposición no cesa de montar protestas en su contra. Pese a su caída en las encuestas, el líder del oficialista Partido de los Trabajadores (PT) estaría preparándose para disputar el sillón presidencial en 2018.

Con su imagen en picada por los escándalos de corrupción que afronta su gobierno y los problemas económicos cada vez más evidentes, Rousseff no se salvó de sufrir un cacerolazo ni siquiera al asistir a un matrimonio en Sao Paulo. Y Lula tampoco. Ambos eran los padrinos de los novios. "¡Fuera Dilma! ¡Fuera PT!", "¡Lula, borracho, devuelve mi dinero!", fueron algunos de los gritos que un grupo de manifestantes les profirieron fuera de un salón de fiestas en una zona acomodada de la ciudad, según el diario O Estado de Sao Paulo. Pocos días antes Lula había sufrido otro cacerolazo en al menos 18 estados del país, luego que apareciera en una propaganda televisiva del PT donde se manifestó en contra del proyecto de ley que tramita el Congreso sobre subcontratación laboral.

Al malestar de los brasileños, se suman una serie problemas judiciales. La Fiscalía General de Brasil admitió que está investigando la actuación de Lula con varios gobiernos extranjeros entre 2011 y 2014 para conseguir contratos para Odebrecht, el gigante brasileño de la construcción, ante la presunción de una violación a la Ley Anticorrupción, como denunció la revista Epoca. Sin embargo, la fiscal responsable de evaluar el caso, Mirella Aguiar, explicó que "aún no hay pruebas y no se ha convertido en una investigación en firme".

Una supuesta "confesión" de Lula al ex Presidente uruguayo José Mujica se ha convertido en otro problema para el líder petista. En una conversación que ambos ex mandatarios habrían sostenido en 2010, Lula pareció admitir que estaba al tanto del sistema de pago de sobornos que el PT hacía a legisladores, a cambio de apoyo, caso conocido como escándalo de "mensalao". "En este mundo tuve que lidiar con muchas cosas inmorales, chantajes. Esta era la única forma de gobernar Brasil", habría dicho Lula, según el relato hecho por Mujica en el libro Una oveja negra al poder.

Aunque Lula pidió que las palabras de Mujica no fueran "reproducidas parcialmente", el senador Ronaldo Caiado amenazó con solicitar que el ex presidente uruguayo sea convocado por el Senado para que aclare los comentarios de Lula, quien siempre dijo que "no sabía nada" sobre la red de compra de votos de parlamentarios descubierta en 2005, cuando llevaba menos de dos años en el poder.

Tereza Cruvine, columnista de la revista Brasil 247, tiene su explicación para el delicado momento que vive el ex Presidente. "Debilitada la tesis del impeachment (contra Rousseff), Lula y el PT se convirtieron en blanco de la embestida que reúne a partidos de oposición, sectores de los medios y del Ministerio Público, abocados a criminalizar al partido e imputar a Lula algún delito que lo haga inelegible en 2018".

Pero la campaña presidencial de Lula ya parece estar desplegada. El 1 de mayo, en un acto por el Día de Trabajador, afirmó que la elite brasileña tiene un "miedo inexplicable" de su vuelta al Palacio presidencial de Planalto y los acusó de ser "masoquistas", ya que, según él, ese sector nunca "ganó tanto dinero" como en su gobierno (2003-2010). "A mis detractores: voy a comenzar a recorrer el país otra vez. Voy a desafiar a aquellos que desde la victoria de Dilma están rezando por su caída", anunció.

Pero la crisis del gobierno de Rousseff ha perjudicado la imagen del líder petista. Según la encuestadora Datafolha, si hubiera una nueva elección presidencial, el senador opositor Aécio Neves obtendría el 33% de los votos,Lula un 29% y la ecologista Marina Silva el 14%.

Para el ex sindicalista Djalma Bom, brazo derecho de Lula en las históricas huelgas de 1979 y 1980 y uno de los fundadores del Partido de los Trabajadores, el ex mandatario está "aislado y cansado", según dijo a O Estado de Sao Paulo. "Para mí, en 2018, el PT se debe preocupar de una nueva candidatura. Lula no necesita ser Presidente para que el PT gane la elección".