Fundados en 1984 y originalmente conocidos como los Findie ("Friends of Independents") Awards, los Independent Spirit Awards se crearon para tributar a los creadores del cine independiente -o "indie"-, que desarrollan su trabajo en los márgenes o en las afueras de la gran industria del cine estadounidense.
Dedicados a premiar la singularidad en la visión de los cineastas, el carácter original y provocador de los temas, el grado de independencia en las fuentes de financiamiento y la "economía de medios" (filmes de menos de US$ 20 millones), los "Spirit Awards" han reconocido en sus más de tres décadas a filmes tan destacados como Sexo, mentiras y video, Pulp fiction, Election y Fargo.
Y si bien en años recientes se aprecia un parentesco cada vez mayor con los resultados que arroja la Academia de Hollywood (como refrendan los triunfos de Birdman y En primera plana), esto parece deberse a que los Oscar se han puesto más indies, y no tanto al fenómeno contrario. Los resultados del sábado, para todos los efectos, dan luces en una y otra dirección: una de los filmes con más nominaciones a las estatuillas, Luz de Luna, se impuso en cada una de las categorías que la tenían compitiendo.
El largo de Barry Jenkins, sobre tres momentos en la vida de un afroamericano gay en los barrios bajos de Miami, destaca por sus atmósferas, su lirismo y el abordaje de temáticas raciales y de orientación sexual, y se había convertido en uno de los favoritos de la crítica. Y también lo fue de los votantes de los "Spirit", que lo consagraron con los premios para Mejor largometraje, dirección, guión, fotografía y montaje, sin obviar que el conjunto de su reparto fue reconocido con el Premio Robert Altman.
"Creo que Luz de Luna existe como un modelo de inclusión", expresó Jenkins al momento de recibir el premio principal de la velada, acompañado de sus productores y actores.
Otra fiesta
Se ha dicho y repetido que los Oscar son la ceremonia en que la Academia sobajea su propio lomo y se felicita por sus logros. Aun si en este caso hay algo de aquello, el cuadro es distinto.
A cargo de la fundación Film Independent, que persigue "ayudar a los cineastas a hacer sus películas, construir un público para sus proyectos y trabajar para diversificar la industria del cine", la 32a ceremonia de los Premios Independent Spirit se vio engalanada por una alfombra azul y se llevó a cabo, como ya va siendo costumbre, en una carpa especialmente dispuesta para estos fines en el Muelle de la localidad de Santa Monica (California).
La gala, que contó con la conducción de los actores y comediantes Nick Kroll y John Mulaney, tuvo un esperable tono político, aunque su sentido del humor estuvo por encima de lo que ofrecen otras ceremonias. Los anfitriones, como refrenda Jake Coyle en su nota para la agencia AP, "mantuvieron un riguroso tono irreverente a lo largo de la ceremonia y provocaron bastantes risas". En su monólogo de apertura, Kroll señaló: "Somos artistas radicales en una playa de California. Si nos inclinamos un poco más hacia la izquierda, nos caemos al mar".
Por su parte, el presidente de Film Independent, Josh Welsh, había arrancado la gala en plan anti-Trump, agradeciendo a la prensa, los sindicatos y los cineastas extranjeros. Y Casey Affleck, quien ganó el premio al mejor actor por su trabajo en Manchester junto al mar, usó una camiseta con la palabra "amor" en árabe, y agradeció diciendo: "Las políticas de esta administración son aborrecibles y no durarán".
En el ámbito de la comedia pura y dura, Andy Samberg puso la nota alta al salir a escena personificando al cantante grunge Eddie Vedder. Ello, para hacer un "Not In Memoriam". Con tantas celebridades fallecidas en 2016, la producción optó por celebrar a los que aún están con vida: gente como Milos Forman, Viggo Mortensen y Matt Damon (los dos últimos presentes en la ceremonia)
Entre los otros ganadores cabe mencionar la cinta histórica y de terror La bruja, de Robert Eggers, que se impuso como Mejor ópera prima y Mejor primer guión. También, sin duda, a la francesa Isabelle Huppert, que acababa de recibir un César por su rol en Elle y horas más tarde volvía a ser honrada como Mejor actriz, en el que debe ser el mejor año de su carrera. Y si puede hablarse, por otro lado, de "grandes perdedores", hay que mirar a American honey: la cinta de la británica Andrea Arnold compitió en seis categorías y no se llevó nada.
Cuatro de las catorce catregorías, por último, involucraban a chilenos: mientras Jackie, de Pablo Larraín, compitió por Mejor película, director, actriz principal y montaje, Paulina García aspiraba a Mejor actriz de reparto por su rol en Por siempre amigos. No estaban entre los favoritos y no recibieron galardones.