Mauricio Macri completa hoy su primer año en la Presidencia argentina con la promesa incumplida de que en el segundo semestre de 2016 la economía del país vería surgir los llamados "brotes verdes". Sin embargo, desde hace mucho, el Ejecutivo macrista tuvo que resignarse y reconocer que eso no sería posible ahora, por lo que pospuso los supuestos resurgimientos económicos y estabilidad monetaria y laboral para la primera mitad del próximo año.
Desde un comienzo Macri y su equipo aclararon que debía tomar una serie de medidas difíciles, un trago amargo, para que la economía del país tomara un nuevo rumbo. Eso después de 12 años de gobiernos kirchneristas (2003-2015) que fueron inclinándose hacia una economía cerrada, con medidas restrictivas para la adquisición de monedas extranjeras, con fijación de precios y políticas proteccionistas. Todo un panorama que terminó provocando la existencia de un mercado paralelo de divisas, una progresiva disminución de las importaciones, la caída de las reservas y una inflación alarmante, entre otros elementos.
Por eso el Ejecutivo macrista buscó "normalizar" la economía, con medidas que algunos calificaron como de ajuste, pero que debían ser aplicadas cuanto antes, en las primeras semanas y meses, para que el clima que eso generara fuera aplacándose durante el primer semestre y ya en el segundo se percibiese un panorama más estable.
Con ese objetivo se puso fin al "cepo cambiario", con lo que se liberó la compra y el precio del dólar, lo que en definitiva provocó una devaluación del peso argentino superior al 40%; logró un acuerdo con los acreedores internacionales más conocidos como los "fondos buitres", gracias a los cual Argentina puso fin a un "default" de 15 años; aplicó fuertes alzas en las tarifas de los servicios básicos (que llegaron incluso hasta el 1.000%), y medidas para intentar controlar la inflación.
Esas decisiones, sumando una ola de despidos en el sector público fueron provocando un clima social de malestar y un incremento en el número de pobres (8,7 millones). Por eso Mauricio Macri intentó calmar los ánimos durante el tedeum del pasado 25 de mayo cuando dijo que "el segundo semestre va a ser mejor, créanme. La inflación va a bajar drásticamente. La rueda se está empezando a mover. Confíen que vamos por el camino correcto y las cosas van a funcionar".
Pero llegó el segundo semestre y no hubo "brotes verdes". En parte porque los cálculos del gobierno no resultaron acertados y se mostraron demasiado optimistas (no se ha producido el nivel de inversiones esperadas y la economía no ha despertado), y porque la Justicia retrasó el aumento de los precios del gas, agua, electricidad, entre otros servicios, durante años subsidiados por el Estado. Eso hizo que la inflación, gatillada por estas alzas de tarifas, se prolongara en los meses y esté terminando el año en torno al 40%. Y las protestas y marchas callejeras, en un comienzo lideradas por los kirchneristas, se ampliaron a otros sectores. Solo un acuerdo con las centrales sindicales en las últimas semanas posibilitó un fin de año apaciguado en el plano social.
Pese a esto, Macri mantiene una alta imagen positiva, al punto que es el político argentino con mejor nota. El 53,6% de los argentinos considera que el mandatario tiene una imagen positiva, frente al 43,7% que cree que es negativa, según un sondeo de la consultora Ricardo Rouvier. En eso puede influir un clima político de mayor entendimiento promovido por el actual gobernante y que resalta frente el estilo de confrontación que caracterizó a la gestión kirchnerista. Más atrás aparece el ex candidato presidencial y peronista disidente Sergio Massa, con 50% de imagen positiva. En cambio, la ex Presidenta Cristina Fernández de Kirchner tiene casi un 60% de rechazo.
En cuanto se refiere a la gestión del gobierno macrista, el 43,1% de los argentinos la considera como "negativa o muy negativa", frente a l 25,9% que la califica de "positiva o muy positiva", de acuerdo a una encuesta de la firma Management & Fit. "Ha sido un año duro en lo económico", pero "sentimos que hay una mayoría que apoya al gobierno", afirmó esta semana el jefe del gabinete, Marcos Peña.
Como sea, Macri necesita que la economía y el panorama social levanten cabeza en los próximos meses, ya que tiene a la vista, en octubre de 2017, su primera prueba electoral, los comicios legislativos de medio término, que sin duda se convertirán en un test sobre los éxitos y fracasos de su gestión.
Y ahí, pese a que en este año logró neutralizar al kirchnerismo, deberá enfrentar a una oposición peronista que parece cada vez más unida, conformada por el sector K, el Bloque Justicialista, el Frente Renovador y a los peronismos provinciales. "Ese conjunto, en el momento menos pensado, puede llegar a unificarse, y dejar al gobierno en minoría en el Congreso. Por eso, hay un debate dentro del macrismo entre quienes sostienen que hay que incorporar a más sectores del peronismo al gobierno, y los que consideran que debe mantenerse fiel a su espíritu original", destacó a La Tercera el analista Julio Burdman.