Diez de la noche y el sol golpea fuerte. No está nublado y el día es eterno. Tierra del Fuego es silencio puro, el Estrecho de Magallanes es imponente y pareciera rodearte sin pedir permiso. En esta zona: Punta Arenas, Porvenir, Torres del Paine, Puerto Natales la gente almuerza en su casa y la hora de siesta es sagrada. Se bajan las cortinas y la vida entra en pausa. Se camina, se respira, se respeta, se come cordero al palo sin arrepentimiento, en conclusión se vive.

Me siento solo en un bar para cerrar la noche y se me acerca con decisión un tipo sonriente. Me dice. "Soy Jaime, fanático de Católica". Emocionado me abraza y vocifera sin timidez: "Soy bicampeón". Orgulloso pide dos cervezas y se sienta en mi mesa. Fue golpeado en la vida por el mote injusto del segundón y aún tiene cicatrices de las burlas del pasado. Me muestra sus dos dedos abiertos, pero para resaltar el segundo título consecutivo y para terminar con esa "V" del incapaz. Nunca ha visto a Católica en vivo y nunca se ha sentado en San Carlos, con 25 años de vida. Su futuro (según me confirma) lo va a llevar a esa galería.

Segunda cerveza para él y con la calma del hombre del sur me dice que su padre lo hizo cruzado hablándole de Moreno y Livingstone, no había fin de semana que por una radio a pilas trataba de enganchar señal am para oír algún grito de gol de su equipo. Admira a Mario Salas, le dice comandante y cree que será técnico de la selección chilena, defiende con su alma a Alvarez y sueña con una foto con Nicolás Castillo.

Me critica, con razón, que en Santiago los tenemos botados y reclama contra el centralismo mediático. Es muy cierto, a nosotros se nos borra el resto del país cuando hay que escribir, es de una injusticia tremenda. Conocí un club de Porvenir, estuve en las canchas sintéticas de Punta Arenas y comprendí la pasión muy profunda que tienen por sus ligas, fanáticos que esperan la edición del diario El Pingúino para enterarse de todos los marcadores. Si no fuera por ellos, su notoriedad quedaría en familia. Convido a Jaime a una pizza para seguir escuchando su relato, me reconoce que Mario Salas se equilibró y piensa que es el mejor entrenador de Chile, pidió la nueva camiseta y aún no le llega, sigue con la misma de hace 5 años y no le importa, le enorgullece. "Me trajo tantas copas que ahora duermo con ella".

Se sabe la formación de memoria y eso tiene un gran significado, porque cuando un hincha recita el equipo te dice que ya entró en su historia. Goza con Noir, aplaude a Buonanotte y respeta a Kalisnky, según Jaime, verdaderos refuerzos. Pago la cuenta y lo dejo con sus amigos, abro la puerta del bar y me encuentro con el cielo negro, pero puro, aire diferente a la burbuja de Santiago. Para que sepan los cruzados, en el sur del mundo también se lloró el bicampeonato.